Viernes, 6 de julio de 2007 | Hoy
Por Juan Sasturain
Desde la casa
Haber ganado este partido contra Paraguay jugando muy bien y con una definición como la que se dio es absolutamente placentero. Lo que hizo el imprevisto Mascherano fue –si paradoja– tan alevosamente premeditado, tan evidente en su concepción y ejecución, que saltamos del sillón del living casi junto con la trayectoria pelota misma, para celebrar. Fue como un putt de Cabrera en el hoyo terminal del Abierto de los EE.UU. Porque hubo tiempo y espacio, toque y trayectoria para admirar todo el proceso que terminó en el fondo del arco del pobre Aldo. Fue, como le gustaría decir excesivamente a Menotti, el gol realizado como un último pase, en este caso, al arco. Me hizo acordar a algunas definiciones memorables del Muñeco Gallardo, de Zidane, esa sutileza de encontrar, pese a la distancia, pese al apuro y la tensión, “el bosque de piernas” tan mentado, ese hueco justo para ponerla con los ojos bien abiertos donde se debe, donde es imposible llegar para el arquero. Una maravilla para recordar.
Además, qué bueno que haya sido Mascherano el autor. Como hubiera sido bárbaro que entrara el sablazo de Gago que se fue apenas por arriba en el primer tiempo. Porque esas jugadas –llegadas a instancias definitorias de jugadores que no prevén esa función– encarnan los efectos más deseables del persuasivo estilo de Basile: a jugar todos, que el mandato es extensivo y sin excepciones.
Otro detalle lindísimo fue el festejo: la Bruja Verón debe haber sido el primero que abrazó a Mascherano; y Román llegó –sin ironías– un poquito después... Sin edulcorantes artificiales ni franelas mitologizantes, se ve que la cosa funciona, que hay equipo. Esa fue la moraleja más reconfortante de un partido distendido y saludable para la vista y para el corazón.
Con la congregación de petisos que se convocaron para jugar en los últimos treinta metros, resultó una paradoja que esta vez sí, vía Palacio –recuperado con respecto a los recientes tiempos de Boca– y los que ocasionalmente se asomaron (el increíble Messi, Zanetti, etc.) hubiera el desborde y centro que faltó en los partidos anteriores. Porque también faltó el grandote o “referente de área” que pusiera el coco como le gusta al Coco... Hubo por lo menos tres situaciones si no más, en que de haber estado Crespo o ropero equivalente, Bobadilla la hubiera ido a buscar adentro. Pero no se puede todo. Y Basile lo sabe; y los jugadores también. Por eso tiraron bien de afuera, todos. Incluso Palacio, que le suele pegar con el diario, reventó el travesaño...
Fue un gusto. Gracias por el juego. Y a Mascherano por ese gol inolvidable. El pase al gol, el pase a cuartos.
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