Viernes, 6 de julio de 2007 | Hoy
La gran movilización en el país tuvo como detonante la reciente noticia sobre la muerte de once diputados que eran rehenes de la principal guerrilla colombiana. Hay tres mil secuestrados en manos de las FARC, el ELN, los paramilitares y la delincuencia común.
Por Pilar Lozano *
Desde Bogotá
A las doce del mediodía, Bogotá se paralizó. Fue entonces cuando los silbatos de la gente, los cláxones de los vehículos y las campanas de las iglesias crearon un ruido ensordecedor. Era la señal convenida para exigir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) la liberación de todos los secuestrados. La misma protesta se escuchó por toda Colombia, en una de las mayores movilizaciones ciudadanas contra la violencia.
En las calles de ciudades y pueblos, millones de colombianos vestidos en su inmensa mayoría con camisetas blancas hicieron un alto en el lugar en que se encontraban y levantaron sus brazos batiendo pañuelos blancos. En un hecho sin precedentes, toda la actividad aérea del país se detuvo por cinco minutos, al igual que el sistema masivo de transporte público de Bogotá, que detuvo sus autobuses para que los pasajeros sacaran por las ventanillas pañuelos blancos.
La Plaza de Bolívar de la capital colombiana era el epicentro de una protesta que movilizó ayer a cientos de miles. Volaban papeles blancos desde los edificios y se batían banderas de Colombia y de la paz desde las azoteas y en las aceras. Los funcionarios y los obreros de las fábricas tenían permiso para unirse a la protesta y toda la ciudad era un hormigueo de rebeldía. “Es emocionante ver al pueblo colombiano con nosotros, preocupado al fin por los secuestrados”, dijo emocionada Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, candidata a la presidencia capturada por las FARC hace cinco años.
“¡Basta ya! de secuestros, de barbarie, de horror, de violencia.” Esta era la consigna de una manifestación cuya convocatoria partió del gobernador de Valle de Cauca, Angelino Garzón, tras el asesinato el 18 de junio de once diputados regionales que llevaban cinco años en poder de las FARC y fue acogida de inmediato por el resto de gobernadores y alcaldes del país. Carolina, hija de Carlos Alberto Charry, uno de los diputados asesinados, culpó de la muerte de su padre al grupo guerrillero y a “la complicidad del gobierno nacional, que fue inferior al compromiso de devolvernos a los rehenes”, dijo.
El regidor municipal de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, había pedido a los capitalinos que hicieran mucho ruido, con ollas, cacerolas, silbatos o con lo que fuera. Un ruido tan grande, dijo, que llegue hasta la selva, hasta los campamentos donde las FARC mantienen a sus cautivos, más de 700, de los cuales 45 pertenecen a la categoría de los canjeables, es decir, con los que la guerrilla pretende lograr la libertad de sus combatientes presos. Dos de los canjeables cumplen en diciembre 10 años de secuestro. En Medellín (400 kilómetros al noroeste de Bogotá), el sentimiento de la manifestación lo puso el cantante pop Juanes, quien cerró la demostración con un concierto en el que interpretó la canción “Sueños de libertad”.
Los medios de comunicación se unieron a esta gran jornada de protesta. El Tiempo, único periódico nacional, difunde en su primera página unas cadenas acompañadas de un titular: “La solidaridad rompe cadenas”. Y en las dos páginas centrales publica, en letra muy pequeña, los nombres de los más de 3000 personas que se encuentran secuestradas en Colombia, bien en manos de las FARC, de la otra guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, de los paramilitares o de la delincuencia común. En Cali, las viudas, madres, hijos y hermanos de los once diputados asesinados pidieron una vez más que les entreguen los cuerpos de sus seres queridos. “Que se los devuelvan ya”, dijeron. Este fue un grito paralelo al no al secuestro.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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