Martes, 27 de marzo de 2007 | Hoy
“El pibe es el hijo del club”, le asegura a Página/12 Osvaldo Echeverría, entrenador de las divisiones menores de Peñarol. El pibe se llama Nicolás Lauría, un alero con mucha proyección al que, a lo largo de la temporada, Carlos Romano le dio bastantes minutos en cancha. Y el chico de 19 años y 2,02 metros, con paso por las selecciones juveniles argentinas, le respondió con un juego lucido. Un buen tiro de tres puntos, brazos largos y mucha agilidad para correr la cancha son sus principales virtudes, que los destacaron en el plantel que terminó segundo en la Liga Nacional juvenil. La historia no sería muy distinta de la de varios de los chicos que van creciendo con la Liga Nacional. Sin embargo, la de Lauría es peculiar. Su padre es Zachary Cooper, un extranjero que tuvo Peñarol en la temporada ’88, que se volvió a Estados Unidos sin saber de su hijo y que todavía no lo conoció. “Juegan igual; si Nico se dejara el pelo largo, serían idénticos”, asegura Echeverría, entrenador de las divisiones menores de Peñarol y técnico rival de Cooper en los ’80. Desde muy chico en el club y conocida su historia, Lauría se convirtió en uno de los jugadores preferidos de la hinchada, que incluso le cantó el cumpleaños feliz el pasado 9 de febrero, cuando Peñarol le ganó a Belgrano con ocho puntos del pibe. Además, cada vez que ingresa, siempre les regala a los hinchas alguna maniobra lucida, típica de la desfachatez con la que juega. “Yo le digo que es ‘un negro atorrante’”, cuenta con tono paternal Echeverría que, además de haber sido su entrenador, conoce al pibe por ser compañero de colegio de su hija. Además de ser campeón con Peñarol, el sueño del pibe es conocer a su padre.
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