Viernes, 1 de junio de 2007 | Hoy
Elogió el crecimiento económico de Argentina y recordó que el FMI se equivocó con el país.A la vez, destacó las tareas pendientes.
Por Cledis Candelaresi
“El experimento recién comienza: hay que ver si el crecimiento es sustentable y ustedes tienen responsabilidad en eso”, fue la sentencia que formuló ayer Joseph Stiglitz ante un auditorio colmado de empresarios convocados por la Asociación Empresaria de la Argentina. El Nobel de Economía 2001, que descolló con sus críticas al FMI y al Banco Mundial, señaló en Buenos Aires algunas de las tareas pendientes para la gestión de Felisa Miceli, con quien ayer almorzó: mejorar la productividad de la economía reforzando la educación, seguir bajando el desempleo, fortalecer el sistema bancario y, fundamentalmente, la red de protección social. ¿El Banco del Sur?: “Un invento creativo muy útil para promover el desarrollo en América latina”, avaló.
En su disertación no faltaron las críticas a los organismos multilaterales, que tan bien conoce y cuyas políticas dogmáticas denostó en más de una ocasión. “El Fondo contribuyó a la crisis de Argentina, imponiendo políticas que en otros lugares tuvieron cierto grado de éxito, pero aquí no”, recordó. “Argentina convenció al mundo de que era el alumno modelo de una escuela que no resultó ser la adecuada”, ironizó en otro pasaje. A juicio del economista, la devaluación “le permitió aprovechar las ondas expansivas de la globalización”, una ventaja que, sin embargo, entraña el riesgo de vulnerabilidad al que está expuesta toda economía que se abre por “la volatilidad de los precios y los movimientos de capitales”. Para atenuarlos, Stiglitz aconsejó dos caminos: aumentar la productividad de la economía y reforzar la red de protección social para “los perdedores del sistema”. En los últimos años, “Argentina se desempeñó bien en general: menos que Uruguay y Chile pero mejor que Costa Rica” y “el desempleo es el menor de los últimos doce años”, ensalzó.
En la nómina de tareas pendientes van desde bajar más las desocupación, fortalecer un sistema financiero a su juicio “débil” y mejorar el de protección social, pautas comunes para el resto de las naciones. Para el caso argentino advirtió sobre los pobres indicadores de salud y educación en las estadísticas internacionales. Tampoco se podría relajar aceptando crecer menos, ya que “China e India son la prueba de que se puede seguir creciendo a altas tasas por largo tiempo”, señaló.
Otro mito puesto en duda por Stiglitz está referido al bienestar económico en su país de origen. “Estados Unidos creció por seis años pero el ingreso medio bajó: la ventaja se concentró en el segmento más rico y este esquema no se puede sostener a largo plazo.” Una prueba, según su razonamiento, de que la globalización y el crecimiento en sí mismo no derraman, a menos que haya políticas orientadas a eso. Y que en aquella nación frecuentemente presentada como modelo de prosperidad no todo son rosas: “Un trabajador medio gana un 10 por ciento menos que hace diez años y los norteamericanos sienten que hoy viven peor que sus padres”.
El economista se refirió al Banco del Sur cuando uno de los presentes le pidió opinión sobre esta iniciativa que promovió Hugo Chávez y a la que se sumaron Brasil y Argentina, entre otros. A pesar de reconocerse partidario del “multilateralismo y no del regionalismo”, la respaldó como una forma de “generar competencia” en el mundo financiero internacional, básicamente a entidades como el Banco Mundial, cuyo staff integró. También sobre este punto desplegó un discurso crítico del establishment. Cuestionó el derecho de la administración de George Bush de determinar quién presidirá al BM y mencionó que su país “violó normas internacionales” atacando a Irak, torturando y avalando la desaparición de personas. Otra contradicción apuntada por el economista es que el sucesor de Paul Wolfowitz (Robert Zoellik) será un hombre afín a la Casa Blanca, pero que tendrá que instrumentar políticas contrarias. Entre ellas, la de promover en el mundo el consumo de medicamentos genéricos en lugar de la venta de patentados, que en algunos casos “cuestan 10 mil dólares y por ello provocan muertes”.
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