Viernes, 7 de marzo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › DESPUES DE LOS TRIUNFOS DE CLINTON EN TEXAS Y OHIO, SU RIVAL CONTRAATACA
Los dardos verbales de la senadora de Nueva York resultaron efectivos en las últimas elecciones primarias, el senador de Illinois cuestionó el financiamiento de la campaña de su contrincante y sus asesores decretaron el fin de la civilidad en la contienda.
Por Antonio Caño *
Desde Washington
A la vista de que funciona subir el tono frente al rival, la campaña electoral demócrata promete convertirse en una auténtica pelea a navajazos. Tanto Hillary Clinton como Barack Obama, después de asegurar formalmente que lo primero de todo es la victoria del Partido Demócrata, se han lanzado a una escalada de desprestigio mutuo de imprevisibles consecuencias. Un 53 por ciento de los votantes de Ohio y un 55 por ciento de los de Texas declararon en las encuestas que Clinton había desa-rrollado una campaña injustamente sucia contra Obama. Poco más del 30 por ciento pensaba lo contrario, pero fue la senadora de Nueva York la que se hizo con la victoria.
La lección para Obama era clara: hay que pasar al contraataque. En el último debate entre ambos, cuando Obama acariciaba ya un triunfo definitivo, evitó todos los cuerpo a cuerpo que le ofreció su rival. Elegantemente condescendiente, se deshizo de los tarascones de Clinton como el que se sacude el polvo. En la misma noche electoral del martes, su jefe de campaña, David Axelrod, afirmaba que su candidato había prometido hacer “otro tipo de campaña” y que eso empezaba por “unas normas de civilidad en las primarias”.
Civilidad relativa, podría decirse. Pocas horas después, Obama comenzaba a atacar los puntos sensibles de su contrincante. En primer lugar, el dinero. Distintos miembros de la campaña del senador de Illinois han empezado a exigir que, puesto que Clinton aportó cinco millones de dólares de su bolsillo a su propia campaña, haga pública su declaración de hacienda. Ella es la única de los candidatos en competencia que se ha negado a hacerlo. Al mismo tiempo, han pedido que se conozca la lista de donantes a la fundación que preside su marido, el ex presidente Bill Clinton, a quien en varias ocasiones los periódicos han vinculado con extraños personajes.
El otro ángulo para el ataque de Obama es el de la famosa experiencia. Clinton basa toda su campaña en su dilatada experiencia. Obama quiere ahora que la pruebe. Quiere, en primer lugar, que haga pública su agenda durante su tiempo como primera dama, algo que la prensa lleva ya solicitando desde hace tiempo pero que la Biblioteca de Clinton, institución a la que pertenecen esos papeles, se resiste a entregar.
Además, Obama ha pedido a Clinton que haga una exposición más minuciosa sobre cuál es su experiencia en política exterior, esa que, según el anuncio televisivo más famoso de los últimos días, le permitirá a Clinton contestar el teléfono con garantías cuando suene en la Casa Blanca a las tres de la mañana anunciando alguna crisis.
“Una de las cosas que creo que la gente va a empezar a preguntar –manifestó ayer Obama– es cuál es exactamente la política exterior de la que ella habla. Dice que ha visitado 80 países, pero no está claro qué acuerdos o tratados ha negociado en este tiempo o qué crisis ha tenido que manejar.”
La jefa de la campaña de Clinton, Maggie Williams, asegura que los ataques de su candidata contra Obama no son guerra sucia, sino el deseo de aportar a los votantes elementos para que tomen una decisión. Dando eso por cierto, esos ataques han surtido el efecto de difundir el miedo a la victoria de un hombre joven, negro, de corta carrera política, de origen africano y de apellido árabe. Quizás ése no era el propósito de la campaña de Clinton, pero ése ha sido el resultado.
La segunda fase de la campaña de Clinton es ahora la de relativizar el valor de una victoria en número de delegados y la de exigir que cuenten las elecciones anuladas en Michigan y Florida. En cuanto a este último, el presidente del Partido Demócrata, Howard Dean, ha sido contundente: “Michigan y Florida sabían que estaban violando las reglas del partido, que habían sido aceptadas por todos los candidatos. Tratar de cambiar esas reglas a mitad de la carrera supone un acto antidemocrático que dividiría el partido”. Las primarias de esos dos estados fueron anuladas porque adelantaron sus fechas sin permiso de la dirección. Obama retiró su nombre de las papeletas de Michigan y no hizo campaña en Florida. Clinton ganó ambas por amplio margen. Un estratega demócrata advertía ayer que si Clinton insiste en esa petición, la división no sólo va a ser visible en la Convención Demócrata, sino en las calles de Denver, donde se celebrará a finales de agosto.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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