Viernes, 7 de marzo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › RAFAEL CORREA FUSTIGO A BOGOTA POR INVADIR SU TERRITORIO
Junto a Hugo Chávez, el mandatario ecuatoriano dio un discurso honesto y apasionado. Dijo que el conflicto con Colombia “no se termina hasta que reciba la condena que merece”.
Nació una nueva estrella en la izquierda latinoamericana. Desde Caracas, el presidente ecuatoriano Rafael Correa volvió a mostrar esta semana la intensidad que lo había caracterizado en su campaña electoral y que parecía haber moderado al ocupar el palacio presidencial de Carondelet. El miércoles a la noche dio un discurso honesto y apasionado. En ningún momento se cuidó de disimular su enojo ni su exasperación contra el gobierno de Alvaro Uribe, a quien calificó de mentiroso, canalla y traicionero. “Mientras más hablan, más se equivocan y más se contradicen. Estos señores son un peligro”, aseguró, mientras su tostado caribeño se transformaba en un bordó oscuro. Esta semana, su firmeza le permitió despojarse del mote de aliado menor de Venezuela y ganarse el reconocimiento mundial como una de las voces cantantes de la región.
Lejos estaba del Correa del lunes pasado cuando, con un tono tranquilo pero firme, anunció la ruptura de las relaciones diplomáticas con Colombia y la retirada de su embajador en Bogotá. En aquel discurso había enumerado las mismas críticas y las mismas denuncias que lanzó el jueves en el Palacio de Miraflores junto a su mayor aliado en este conflicto, Hugo Chávez. Personas del círculo cercano del presidente aseguraron a este diario que el mandatario perdió los estribos cuando los ministros de Uribe empezaron a denunciar la supuesta “alianza política” entre Ecuador y las FARC.
En Caracas, Correa intentó no contestar a las denuncias colombianas, pero la bronca pudo más. “No me quiero referir a las calumnias y canalladas de Bogotá –dijo y de repente las palabras se le escaparon de la boca–, pero el gobierno de Alvaro Uribe miente, miente y miente.” “De todas formas, el hecho objetivo es que un gobierno violentó la soberanía de un estado y destruyó la carta de la OEA y del Derecho internacional”, agregó el mandatario, intentando volver a la denuncia jurídica.
Los que conocen a Correa desde antes de asumir coinciden en que el joven economista cree en dos cosas: la palabra de Dios y la obligación de todos los ciudadanos de seguir la ley. Durante su reciente visita a Buenos Aires, su vicepresidente Lenin Moreno recordó en una charla con este diario que una de las primeras órdenes que había dado Correa cuando asumió el poder fue que todos los funcionarios debían seguir al pie de la letra las leyes, aun las que ellos mismos habían criticado durante la campaña.
Su respeto a las leyes parece explicar su enojo. “Ecuador es un país pequeño, pero es digno y soberano, y les prometo que sabrá hacer respetar su soberanía”, afirmó sacudiendo el brazo, como solía hacerlo en la campaña presidencial cuando denunciaba el saqueo de la partidocracia y los grandes grupos financieros. Sumergido en ese mismo espíritu, Correa advirtió ayer desde Managua que su cruzada no terminó con la resolución de la OEA, aprobada ese mismo miércoles, que rechaza la violación a la soberanía territorial ecuatoriana. “Ni intenten jugar con eso. Algunos medios de comunicación quieren hacernos creer que con esto ya está solucionado el conflicto”, ya había en Caracas. “Estamos contentos, pero jamás estaremos satisfechos hasta que no se sancione a quien osó ultrajar a la soberanía de nuestra patria”, agregó y en la emoción casi se quedó sin aire.
El presidente ecuatoriano sólo habló nueve minutos y luego le cedió el micrófono a su “amigo” Chávez, quien repitió datos, denuncias e ironías durante casi media hora. A pesar del indudable don mediático del mandatario venezolano, la emotividad y la intensidad que dejó traslucir esta vez Correa lo convirtió en el gran protagonista de la noche. Pero, aun más importante, confirmó que no resignará el timón en esta crisis regional. “Esto no se termina hasta que Colombia reciba la condena que merece, digan lo que digan”, advirtió.
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