Domingo, 2 de noviembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
El barrio de Obama no es un barrio cualquiera. Obama vive en Hyde Park, justo donde empezó a construirse el imperio estadounidense. Para ser más preciso, es el barrio de la ciudad de Chicago que albergó la feria mundial de 1892, el evento que Estados Unidos fabricó para exhibir ante el mundo su nueva condición de superpotencia.
Medio siglo más tarde, Hyde Park fue elegido como escenario del primer proyecto de renovación urbana en gran escala de Estados Unidos. Desde entonces el experimento social ensayado aquí fue replicado en muchas ciudades del país, casi siempre con resultados poco felices.
Hoy Hyde Park es mitad blanco y mitad negro. Se lo considera el barrio más integrado en la ciudad más segregada de Estados Unidos. Es un lugar único en el país. Allí, entre estudiantes y profesores universitarios, viven los millonarios negros que no quieren vivir entre millonarios blancos.
Podría decirse que el vecindario de Obama refleja de alguna manera sus gustos, su visión del mundo y su ideario colectivo. Lo que Obama quiere para los Estados Unidos y lo que Estados Unidos espera de él. Imposible pensar que Obama lo haya adoptado como su lugar en el mundo de pura casualidad.
Hyde Park está enclavado en el sur pobre de la ciudad, esa inmensa barriada afroamericana donde nació el blues eléctrico de la mano de Bo Didley, Willie Dixon, Muddy Waters, Sonny Boy Williamson y tantos más. Limita al este con el lago Michigan y al norte, sur y oeste con tres ghettos miserables, de cuadras enteras salpicadas con basura, llenas de lotes vacíos, negocios cerrados y edificios deshabitados desde hace medio siglo.
En medio de ese paisaje desolador, Hyde Park es una isla. Allí, entre, parques, jardines y calles arboladas, conviven las mansiones que se hicieron construir los Swift y los Vanderbilt a fines del siglo pasado, las estructuras góticas de la Universidad de Chicago, condominios de ladrillo cubierto de enredaderas, elegantes casas neocoloniales con “ventanas de Chicago” salidas para afuera para aprovechar la luz del sol. Una barrera de árboles protege a Hyde Park de los vecindarios pobres que lo rodean y la policía de la Universidad de Chicago patrulla día y noche todo el barrio, extendiendo sus funciones más allá del campus para proteger a los cerca de 35.000 empresarios, abogados, médicos, académicos y estudiantes que habitan sus poco más de cuatro kilómetros cuadrados.
Casi no hay negocios en Hyde Park, más allá de un shopping solitario, un par de librerías, una pizzería y cuatro o cinco restaurantes gourmet que se concentran en dos cuadras de la calle 55. El único supermercado del barrio era, hasta hace pocos años, propiedad de una cooperativa vecinal. No hay cines en Hyde Park. Tampoco hay pensiones, monoblocks, hoteles baratos o viviendas subsidiadas. En el barrio de Obama la integración racial no produjo inclusión social.
En la llamada “ciudad de los arquitectos”, Hyde Park alberga la Robie House (1897), la obra más emblemática de Franklin Lloyd Wright. En esa casa de ladrillo expuesto con terminaciones blancas y techos muy bajos, construida por encargo, el principal referente de la arquitectura norteamericana cristalizó su idea de separar ambientes con niveles para evitar tabiques opresivos. Hyde Park también luce edificios firmados por Eero Saarinen, I.M. Pei, Mies van der Rohe y Rafael Viñoly, entre otras luminarias, además del edificio del Museo de Ciencia e Industria de Charles Atwood, única estructura sobreviviente de la feria mundial.
La Universidad de Chicago es sin dudas la institución más importante del barrio de Obama. Fundada en 1890, es un legado del magnate John D. Rockefeller y fue construida sobre terrenos donados por Marshall Field, fundador de la cadena de tiendas más representativa de Chicago. Conocida en América latina como la cuna del neoliberalismo por haber inspirado los programas económicos de Videla y Pinochet, la influencia de sus claustros excede por mucho las enseñanzas de Milton Friedman y Fiedrich von Hayek. Por sus aulas han pasado más de sesenta premios Nobel de física, química, fisiología, economía y literatura, incluyendo a los novelistas Saul Bellow y J. M. Coetzee, el filósofo Bertrand Russell y el economista keynesiano Paul Samuelson. La universidad administra Robie House y alberga el laboratorio Henry Moore, el primero en producir una reacción nuclear controlada. También diseñó y financió hace medio siglo la renovación urbana que le dio al barrio su fisonomía actual.
El alumnado y el profesorado de la universidad, casi todos residentes de Hyde Park, conforman una comunidad abierta, tolerante y cosmopolita, progresista para los parámetros estadounidenses. Los estudiantes dicen que la universidad de Chicago es “Berkeley con nieve”, en referencia a la universidad californiana donde prácticamente nació el movimiento hippie con las tomas pacíficas para protestar la guerra de Vietnam protagonizadas por la cantante Joan Baez.
Hyde Park es el único barrio en que vivió Obama como adulto. Llegó por primera vez en 1984, cuando se mudó a Chicago para empezar su experiencia política. En esa época enseñaba organización comunitaria en los sótanos de las iglesias. Volvió en 1991 después de recibirse de abogado en Harvard. En el 2005 compró su primera propiedad, una mansión de tres pisos en la calle Greenwood, con la ayuda de un lobbista amigo que terminó preso por pagar coimas a la ciudad a cambio de contratos de obra pública. Es el lugar que eligió para criar a sus dos hijas junto su esposa Michelle. Michelle Obama ostenta títulos de Princeton y Harvard y trabaja de abogada de la alcaldía de Chicago. A diferencia de su marido, ella sí se crió en el sur de Chicago y es descendiente de esclavos como la gran mayoría de los norteamericanos negros. Su hermano entrena un equipo de basquetball universitario. Cuando Obama fue elegido senador cuatro años atrás, en un gesto de arraigo poco común, la familia Obama eligió seguir viviendo en Hyde Park antes que mudarse a Washington. “Me encanta vivir en Hyde Park –dijo Michelle en una entrevista–. La comunidad es muy diversa y muy familiera y como mamá de dos hijas, eso realmente lo aprecio.”
El barrio de Obama se fundó en 1861 alrededor de una estación de tren. Su diario local, el Hyde Park Herald, funciona sin interrupciones desde 1882. Ocho años después nacía la Universidad de Chicago y dos años más tarde llegó la feria mundial.
La feria de 1892 cambió para siempre la cara de las artes, la arquitectura y la autoestima de Chicago, ni hablar de Hyde Park. En escala y extravagancia superó por mucho a las ferias anteriores. Además de celebrar los cuatro siglos desde la llegada de Colón, sirvió para mostrar cómo Chicago se había reconstruído a nuevo, con la ayuda de los mejores arquitectos del país, después del gran incendio de 1871. Pero sobre todo fue el máximo icono del llamado Excepcionalismo norteamericano, de la misma manera que la Gran Exhibición de Crystal Palace, Londres, en 1851, simbolizó la era victoriana.
La feria de Chicago cubrió un predio de 2,4 kilómetros con cerca de 200 edificios de arquitectura clásica, murales, parques, canales y lagunas. Se conoció como “la ciudad blanca” porque fue el primer lugar que hizo uso intensivo de la iluminación eléctrica con corriente alterna, proyecto a cargo de Westinghouse que hacía posible la concurrencia nocturna, extendiendo el horario de la concurrencia.
En el primer día el predio recibió 716.881 visitantes de todo el mundo. Las mayores atracciones eran la vuelta al mundo de 80 metros de altura y el Show del Oeste Salvaje de Buffalo Bill. Cuarenta y seis países participaron, incluyendo Noruega, que presentó una réplica de un barco vikingo que había sido construida en ese país y traída a pulmón por 92 remeros, y que se convirtió en una gran atracción. También estuvo representado Haití, la república de esclavos emancipados que 30 años más tarde sería invadida por los Marines. El stand de Haití en la feria fue coordinado por el escritor y ex esclavo Frederick Douglass, prócer del movimiento abolicionista de Estados Unidos.
Cuando la feria cerró, seis meses más tarde, había atraído a cerca de 26 millones de habitantes, más de la mitad de la población de entonces de todo el país. Su impacto perduró en el tiempo. Entre otras cosas inspiró los parques temáticos de Walt Disney, cuyo padre había trabajado en la exposición. Pero la feria de Chicago no tuvo final feliz. Dos días antes del cierre murió asesinado el alcalde de Chicago, baleado en su oficina por un político rival, que a su vez fue juzgado y ahorcado.
Los edificios de la feria no tardaron en caer. Casi todos eran estructuras temporarias, versiones libres del clasisimo europeo construidas a base de yeso en vez de piedra y cemento. Hyde Park retomó su ritmo habitual. Cerca de treinta hoteles se alzaron en la costa del lago para los veraneantes y un circuito de bares y cabarets se instaló cerca de la estación. Entonces el barrio empezó a cambiar. A partir de la Primera Guerra Mundial millones de negros se mudaron a las grandes ciudades del norte y millones de blancos huyeron a los suburbios, fenómeno conocido como “white flight”, o “huida blanca”. Hyde Park sufrió el “white flight” como todo el resto del sur de Chicago.
En 1950 el 80 por ciento de la población era negra, los hoteles se habían transformado en pensiones para familias de bajos ingresos y los popes de la Universidad de Chicago estaban muy preocupados. Las calles que rodeaban el campus se habían vuelto peligrosas. Pensaron en irse a Arizona o Nueva México, lejos de los negros, pero la mudanza era demasiado cara. Entonces encararon la renovación de Hyde Park. Tiraron abajo los hoteles, tiraron abajo los bares y tiraron abajo seis cuadras de casitas de madera de familias obreras. Compraron los terrenos alrededor de Hyde Park y armaron un colchón verde para evitar el contacto con el mundo exterior. Alzaron edificios de calidad y salieron a cortejar a la naciente clase alta negra para ocuparlos. Los cambios surtieron efecto.
Cuando terminó la renovación, diez años más tarde, la población negra de Hyde Park había caído al 40 por ciento y el ingreso medio de la población del barrio había subido un setenta por ciento. El comediante y director de cine Mike Nichols, que vivió allí, definió a Hyde Park de la siguiente manera en el Weekly Standard de Chicago: “Blancos y negros, juntos, hombro a hombro, contra los pobres”.
Con el tiempo, Hyde Park se fue llenando con personalidades del mundo afroamericano. Entre otros, el legendario Muhammad Alí, el profeta Elijah Muhammad, la diosa del gospel Mahalia Jackson y el primer alcalde negro de Chicago, Harold Washington, fijaron residencia allí. Después llegó Barack Obama. Un político negro que guarda distancia con el establishment sin confrontarlo, que mantiene buenos contactos en la Bolsa de Valores y la alcaidía de Chicago, pero también con las comunidades de base del sur de la ciudad que impulsaron su carrera. Un político reformista, conciliador y abierto a nuevas ideas. Pujante, orgulloso, algunos dicen elitista, abierto al mundo y consciente de la miseria que lo rodea. Arquitecto de su propio destino. A pocas horas de las elecciones presidenciales, el candidato demócrata llega con una gran historia detrás, lleno de promesas que todavía no pudo cumplir. Como su barrio. Como Hyde Park.
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