La oposición nicaragüense consiguió un recuento de los votos, pero sólo en la capital. El Consejo Supremo Electoral (CSE) cedió ante la presión del candidato liberal Eduardo Montealegre, que a lo largo de la semana consiguió el apoyo de la cúpula de la Iglesia Católica, Estados Unidos, la Unión Europea y sandinistas disidentes, como el ex vicepresidente de Daniel Ortega durante los ’80, Sergio Ramírez. “Es un buen primer paso, pero insuficiente. Las irregularidades se presentaron en todo el país”, se quejó Montealegre. El “gesto”, como lo calificó el presidente del CSE, no convenció a la oposición, que reclamó la presencia de observadores internacionales. Anoche, la revisión confirmó el triunfo sandinista.

Como en todas las esperas, la tensión dominaba el aire ayer. Fue el primer día desde la elección en que no hubo disturbios ni enfrentamientos en las calles. La noche anterior, Montealegre le dio la orden a su gente de quedarse adentro. Afuera las banderas rojinegras del FSLN y los orteguistas seguían controlando los centros neurálgicos de la ciudad, como la enorme rotonda de Metrocentro. Anoche más de 300 personas revoleaban las remeras de la campaña de Alexis Argüello, el hombre que Ortega eligió para gobernar Managua, y entonaban las canciones del sandinismo revolucionario de los años ’80.

En un principio, el gobierno nicaragüense había optado por el silencio. Sus interlocutores eran el CSE y su gente en las calles. La estrategia no hizo más que irritar a la oposición y potenciar las voces de sus aliados, como el embajador norteamericano Robert Callahan. Ayer Ortega mandó a su vice, el ex líder de los contras Jaime Morales Carazo, a calmar las aguas. “La decisión del CSE marca muy claramente una intencionalidad de apertura y flexibilidad”, aseguró en una conferencia de prensa. Se mantuvo dentro del libreto. Defendió el escrutinio, rechazó un recuento a nivel nacional y echó todas las culpas para afuera. “El problema son los que corren presurosos a las embajadas y a los organismos internacionales.”

La polarización es nueva para los nicaragüenses; sin embargo, por primera vez Ortega consiguió acercar a la derecha liberal y la izquierda sandinista. “Nos unimos para frenar el perfil cada vez más dictatorial que está demostrando Ortega”, explicó a este diario el presidente del Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) y ex candidato presidencial, Edmundo Jarquín. En mayo pasado, el CSE, el mismo que defiende la victoria del FSLN, le quitó la personería política al MRS por “no cumplir con los estatutos”. Apelaron ante la Corte Suprema, pero el fallo nunca llegó. “La Justicia es orteguista”, concluyó Jarquín.

Para el sandinista disidente el fraude es un hecho. Entre anteayer y ayer se encontraron cientos de boletas electorales tiradas entre la basura en dos municipios: la capital, que representa el 30 por ciento del electorado nacional, y la ciudad que le sigue, León. Según informó la policía de los dos distritos, todas tenían marcadas la casilla del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), liderado por Montealegre, y contaban con el sello que les estampan antes de meterlas en las urnas.

Según las actas que reunieron los fiscales del PLC, a nivel nacional ganaron 10 de las 16 capitales de los departamentos, entre ellas Managua (el departamento de Bilwi se votará en enero). Las cifras oficiales son exactamente inversas. Antes de las elecciones, el FSLN controlaba 14 de las 17 capitales del país. Aun reconociendo el resultado oficial, el orteguismo perdió terreno el domingo. Lo que falta aclarar es cuánto.