Jueves, 2 de abril de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Mariano Aguirre *
El plan para Afganistán presentado por el presidente Barack Obama reconoce que es imposible una victoria militar, adopta una perspectiva regional con especial énfasis en Pakistán, abre la puerta para negociar con algunos sectores de la insurgencia, pone más énfasis en el desarrollo y la creación de empleo agrícola y plantea una estrategia de salida.
Es un cambio significativo frente a la estrategia seguida desde 2001, pero alberga una serie de problemas.
¿Cuál es la misión para los efectivos destacados allí? Obama ha dicho que el objetivo es “desbaratar, desmantelar y derrotar a Al Qaida en Pakistán y Afganistán y prevenir su retorno a ningún país en el futuro”. El presidente indicó que en vez de impulsar una agenda para la promoción de la democracia, como insistía la Administración Bush, el fin es lograr que Afganistán no pueda ser usado como un sitio desde el cual atacar a Estados Unidos. La insurgencia en Afganistán y Pakistán es, en su visión, un frente de batalla crucial para Estados Unidos y para el mundo. Y el esfuerzo se debe hacer entre todos los aliados de la OTAN.
Conociendo las reticencias europeas a contribuir con más fuerzas, Obama indica que la cooperación aliada puede consistir en la formación de policías, el envío de técnicos electorales y apoyar a la sociedad afgana. Respecto de la ONU, solicita que actúe como mecanismo de coordinación de los esfuerzos no militares y fortalecimiento de las instituciones afganas. La idea es crear una seguridad económica que aleje a los que trabajan voluntaria u obligadamente con los grupos armados que les ofrecen oportunidades y protección.
La perspectiva regional es fundamental en la estrategia de Obama y quiere crear un grupo de contacto con todos los países que tienen intereses en la región: India, China, Rusia, Irán, las naciones del Golfo y de Asia Central. Esto acelera la cooperación con Irán, una línea que Washington ha abierto en las últimas semanas. Respecto de Pakistán, Estados Unidos y los aliados consideran que ése es el mayor problema y, por lo tanto, los 1500 millones de dólares de ayuda serán mirados con mucho cuidado. Nuevos informes confirman que una sección del poderoso servicio de inteligencia pakistaní colabora con los talibán, proveyéndoles de apoyo logístico, económico y militar.
Los problemas son varios. El nuevo plan continúa poniendo un fuerte énfasis en la perspectiva militar –aumento de 17.000 efectivos en los próximos meses junto con el envío de 4000 asesores para la policía y otros sectores–, con el fin de negociar desde una posición de fuerza. En los próximos meses Estados Unidos tendrá 55.000 efectivos desplegados.
El refuerzo militar, junto con la insistencia en tener una estrategia de salida y la afirmación de Obama de que no es posible una victoria, puede animar a los talibán y otros grupos armados. Por un lado, puede llevarlos a no negociar ni aceptar la división entre talibanes recuperables e irrecuperables. Por el otro, puede llevarlos a mantener una resistencia de largo plazo, dejando que el tiempo y la presión de las sociedades de Estados Unidos y otros países les obliguen a salir antes de que la misión esté completada.
Otro factor es que Afganistán es una sola pieza en un marco de conflictos más amplio, especialmente grave entre India y Pakistán, más los intereses de China, Rusia e Irán en la región. No será sencillo encontrar una convergencia de intereses.
Por último, los europeos y canadienses quizá no estén dispuestos a invertir recursos y vidas de sus soldados en proteger la seguridad de Estados Unidos. Al poner el énfasis en estabilizar Afganistán para proteger a su país, el presidente Obama ha sentado las bases para posibles futuras discordias en la relación transatlántica.
* Director del Norwegian Peacebuilding Centre (Noref), Oslo.
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