Jueves, 2 de abril de 2009 | Hoy
EL PAíS › LA LUPA
Por J. M. Pasquini Durán
Durante el sexenio inconcluso del doctor Raúl Alfonsín, el Congreso dedicó muchos meses a tratar dos docenas de proyectos para reemplazar la Ley de Radiodifusión, pero no llegó a ninguna conclusión. Fue otra de las metas vacantes del gobierno que “no supo, no quiso, no pudo”, esas tres resignaciones que al final reemplazaron en el discurso a las promesas iniciales: “Con la democracia se come, se cura, se educa”. Para ser equilibrados en la evaluación de aquel período, hay que decir que coincidió con la crisis de la deuda externa, pero a diferencia del presente no había Unión Sudamericana, sino cien años de soledad para cada país que era examinado por Washington.
En verdad, la trayectoria parabólica de aquel gobierno que refundó la democracia (1983/89) no es una exclusividad, pero fue uno de sus signos distintivos. Del coraje que impulsó el juicio a la Juntas a las agachadas de las leyes de olvido, de la confrontación con la burocracia sindical peronista a invitarlos a apropiarse del Ministerio de Trabajo, de la visión límpida de una democracia para cien años al “pacto de Olivos” con Carlos Menem –resultado de una negociación entre traficantes de influencias–.
Cada uno, por supuesto, tiene derecho a recordarlo en el período y en la posición que le acomode mejor y todos son Alfonsín. ¿El defensor de los derechos humanos o el de “Felices Pascuas para todos”? Tanto uno como el otro forman al líder político, al jefe partidario, al gobernante de la “real politik”. Así es posible encomiarlo por sus ejemplos de austeridad republicana, en la mejor tradición yrigoyenista, pero esa misma convicción ¿no entraba en contradicción con los acuerdos sobre y debajo de la mesa con los caciques peronistas de la corrupción?
Como sucede con frecuencia en el país, estas horas de vigilia y velorio ponen por arriba de todo los elogios y los entusiasmos, ausentes en aquel dramático verano 2001/02, cuando rostros muy parecidos a los que en las últimas horas se asoman compungidos a las pantallas recorrían desaforados la avenida Santa Fe “para que se vayan todos”. También la sociedad, sobre todo algunas franjas de la clase media, tiene vaivenes y contradicciones. En algún pico de esas ondas parabólicas, RA las representó como si las hubiera parido.
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