Domingo, 31 de mayo de 2009 | Hoy
EL MUNDO › LOS PROGRAMAS QUE DETECTAN PLAGIOS DE INTERNET
Se acabó una de las facilidades más populares para papers y estudios, la de copiar y pegar desde Internet. Los softwares permiten detectar los plagios tomados de la web.
A Josep Lluís Mancho le van los desafíos. Primero creó el antídoto para el virus Viernes 13, que causó estragos a finales de los años ochenta, cuando las infecciones todavía viajaban en el prehistórico disquette. Después retó a la comunidad hacker a burlar su sistema de seguridad. Su empresa organizó tres concursos y “nunca nadie consiguió romper el cortafuegos de Xifra. Ninguna persona envió al notario el contenido del fichero protegido y eso que tuvieron un año de plazo y había en juego 18.000 euros”, recuerda este informático de 47 años de edad, actualmente director de la empresa Symmetric.
Mancho y su equipo en la compañía están dispuestos ahora a dificultar una corriente práctica académica: el fenómeno del “copiar y pegar”, íntegra o parcialmente, contenidos de Internet y presentarlos como obras originales y, en algunos casos, hasta cobrar por ello. Si la tecnología hace extremadamente fácil copiar un texto de Internet, sostiene Mancho, “la misma tecnología también debe hacer muy sencillo verificar si ese texto ha sido plagiado”. Approbo es una “utilidad gratuita, sencilla e intuitiva” para comprobar si el documento es una copia. “Muchos maestros están hartos de sospechar que sus alumnos copian contenidos. Ahora tendrán la certeza de que es cierto”, asegura Mancho.
No es la única herramienta disponible. Compilatio, Turnitin, CopyScape o Antiplagio Educared, entre otras, son aplicaciones similares a la catalana Approbo. Gratuitas unas, de pago otras.
Approbo es una aplicación online multiplataforma (Windows, Mac, Linux) que automatiza los procesos para saber qué partes de un texto son originales o no. La comparación se realiza en cualquier formato textual y su funcionamiento es sencillo. Basta con subir el archivo a Approbo. En minutos (según la velocidad de conexión) el programa, que funciona desde cualquier navegador de Internet, da su veredicto: si la copia es íntegra o parcial y de qué fuentes proviene. La búsqueda de documentos se hace en Google, es decir, compara con los millones de webs que indexa el buscador.
Además, explica Mancho, el autor “puede comprobar el grado de difusión de su obra en la Red o saber en qué webs o blogs aparecen las mismas frases sin su permiso”. El objetivo, explica el informático, no es sólo evitar que los alumnos copien, sino “elevar el nivel de estudios”. Y añade: “Más allá de la polémica sobre si cada alumno debe tener su computadora en el aula, lo importante es que lo que hagan con las aplicaciones informáticas sea de provecho”.
Quien desee utilizarlo deberá registrarse antes, porque el Citilab de Cornellà de Llobregat cede espacio de su servidor a este desarrollo de Symmetric, cuya sede también está en el centro tecnológico. En el Instituto Bernat el Ferrer de Molins de Rei (Barcelona), donde imparte clases su esposa, Angela Rams, lo probaron primero. Una semana después de su lanzamiento hay 8000 registrados y se han analizado 62.000 textos. Incluso se registran estudiantes para hacer la prueba inversa: ver si son sus profesores quienes copian.
Seis de cada diez universitarios españoles admitieron en 2007 que plagiaban sus trabajos académicos, según un estudio de la Universidad de las Islas Baleares entre los internautas de Universia. Educared ofrece Antiplagio desde hace cinco años. “Los docentes estaban asustados por el uso que sus alumnos hacían de Internet. Temían que no pensaran por sí mismos y se limitaran a copiar”, dice su gerente, Chabela Dragoevitch. Educared creó esa aplicación para que los docentes tuvieran mecanismos de detección y como herramienta educativa. “Los alumnos deben saber que es un delito, una infracción del derecho de autor. Es imprescindible que aprendan a documentarse, citando las fuentes de las que obtienen los datos.” Muchos maestros la emplean, dice, como herramienta de persuasión.
La aplicación es gratuita, pero se debe descargar en la PC y sólo funciona con Windows. Antiplagio analiza los contenidos de servicios como El Rincón del Vago y Enciclonet. Los profesores pueden subir sus apuntes y los trabajos de otros alumnos para alimentar la base de datos.
Turnitin “rastrea entre más de 12.000 millones de web, 80 millones de trabajos de estudiantes, 10.000 periódicos, magazines y revistas científicas, y miles de libros, incluidos los clásicos”, dice Will Murray, director de iParadigms, su desarrolladora.
Este software se puede usar desde cualquier navegador y, además, se integra en las plataformas de aprendizaje como Blackboard, WebCT, Angel o Moodle. “Recomendamos que sean los alumnos quienes empleen la aplicación para que vean que pueden redactar excelentes textos sin necesidad de copiar. Se trata de que aprendan la cultura de las cosas bien hechas”, asegura Murray.
Creada en 1995 en Estados Unidos, la empresa desembarcó en Europa en 2002 vía Reino Unido, donde ya “lo utiliza el 97 por ciento de las instituciones educativas”, dice Murray. Sólo en la secundaria británica el 30 por ciento de los trabajos son copiados, según datos de la compañía.
Turnitin no es gratuita. Su precio varía entre 5000 euros anuales (escuelas) y 9000 (universidades). Unos 850 centros de 103 países emplean esta aplicación, que acaba de estrenar versión en español. Entre ellas, la Universidad Carlos III de Madrid. “Cuatro profesores de master realizan un piloto y, en paralelo, trabajamos para integrar Turnitin en la plataforma Aula Global 2, basada en Moodle. El objetivo es abrirla a toda la comunidad universitaria”, explica Carmen Vázquez, vicerrectora de calidad.
Esta aplicación llega de Francia, donde presta sus servicios desde hace seis años y funciona online desde cualquier navegador, aunque no se puede integrar en las plataformas docentes. Su precio, según el número de alumnos de la institución, oscila entre 800 y 1000 euros.
CopyScape suministra dos servicios. Uno localiza los contenidos que se copian de una web a otra. Otro, los plagios. En ambos casos hay versiones gratuitas, pero limitadas a un número de escaneos mensuales. “Nuestros clientes son proveedores de contenidos que necesitan verificar si los textos que les entregan los autores son auténticos”, explica Benjamin Isaacs, director de mercadotecnia de la compañía, con sede en Gibraltar. CopyScape cobra entre 0,5 y 0,10 de dólar por un texto de entre 2000 y 3000 palabras.
Con Fair Share podrá saber cómo se difunden sus creaciones y cómo se utilizan en Internet, siempre que emplee sindicadores de contenidos RSS.
“Tenemos que cambiar la cultura de tolerancia. La universidad tiene que ser garante del saber en la sociedad del conocimiento, pero por desgracia hay demasiada permisividad; los valores de calidad están en entredicho”, asegura Rosa María Medina, quien, junto con otros 40 profesores de la Universidad de Granada, impulsa la plataforma antiplagio.
Les preocupan dos cosas: la copia de trabajos por parte de los alumnos y el plagio de tesis y proyectos de investigación entre los académicos. “Sé de docentes que han traducido libros y se han adjudicado su autoría. Es grave, pero lo peor es que sigan impartiendo su magisterio.” De momento, la plataforma cuenta con el apoyo del defensor universitario y aspira a que la memoria de la universidad dé cifras de una práctica que, desde la copia textual al robo de ideas, “está muy extendida”.
Si descubren a un investigador plagiando o manipulando datos en Estados Unidos, se arriesga (en función de la gravedad) a cinco años sin fondos para investigar. Desde 1988 una oficina vela por el cumplimiento de la ética. El Ministerio de Ciencia español confirma que la nueva ley de ciencia prevé la creación de un Comité Español de Etica de la Investigación. Entre sus tareas, establecerá “los principios para la elaboración de códigos de buenas prácticas de investigación científica y técnica”. “Los valores de calidad universitarios están en entredicho.”
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* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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