Domingo, 31 de mayo de 2009 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
Corea del Norte llevó adelante esta semana su segundo ensayo nuclear en tres años. Aunque a diferencia del anterior este ensayo fue exitoso, el resultado no pone en riesgo la abrumadora superioridad militar de sus vecinos China, Rusia, y los protectorados estadounidenses Japón y Corea del Sur. Pero en términos políticos la explosión sacudió la región y la onda expansiva se extendió por todo el mundo.
La condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue unánime y ya se está trabajando un paquete de sanciones al límite de lo que estarían dispuestos a aceptar Rusia y China, las dos potencias más cercanas al régimen comunista de Pyongyang.
La reacción norcoreana a la condena de la ONU consistió en redoblar la apuesta con una serie de lanzamientos de misiles y otra andanada de amenazas contra los vecinos. Mientras tanto, en Washington se debatió toda la semana sobre qué debería hacer el gobierno de Barack Obama para enfrentar el desafío, con opiniones para todos los gustos.
Ya que se trata quizá del régimen más cerrado y opaco de todo el mundo, nadie fuera de él parece saber bien qué va a pasar, aunque muchos expertos advierten que el próximo paso en la escalada podría ser un incidente militar en los mares Amarillo o del Japón, que rodean la península coreana. Sin embargo, en el pasado el régimen norcoreano ha llevado varias veces la situación al límite antes de recular, y por eso es apresurado predecir que estamos en la antesala de una nueva guerra.
Para entender un poco lo que está pasando, hace falta conocer cómo se han venido desarrollando los acontecimientos tanto en Corea del Norte como en la región. En Norcorea gobierna el dictador Kim Jong Il, hijo del dictador Kim Il Sung, que había gobernado el país desde 1948 hasta su muerte, en 1994. Kim hijo completó su ascenso al poder en 1998. Al poco tiempo de asumir Kim hijo, el incipiente programa nuclear norcoreano empezó a preocupar a las potencias de la región.
En el 2003 Rusia, China, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas iniciaron las llamadas “conversaciones a seis bandas”, en las que Pyongyang negoció el desmantelamiento de su programa nuclear a cambio de asistencia financiera y garantías de seguridad. Con las negociaciones estancadas a mitad de camino, Norcorea lanzó su primer ensayo nuclear en el 2006. Tras el revuelo inicial las partes volvieron a la mesa. Al año siguiente del ensayo alcanzaron un acuerdo y por un tiempo Pyongyang interrumpió su programa y permitió el acceso a sus plantas de los inspectores de la agencia mundial nuclear (AIEA).
La cosa venía más o menos tranquila hasta que el año pasado Kim hijo sufrió un accidente cardiovascular que lo tuvo al borde de la muerte. Durante varios meses dejó de mostrarse y cuando reapareció en público se lo vio notablemente desmejorado. La frágil salud del líder de 68 años lógicamente puso a la cuestión sucesoria como principal preocupación de los norcoreanos, ya que el régimen no parece demasiado preparado.
Kim hijo había demostrado su vocación de poder desde joven y se había exhibido junto a su padre en actos políticos durante años antes de reemplazarlo. En cambio, los nietos de Kim parecen más interesados en los placeres que ofrece el mundo capitalista a quienes puedan pagarlos. En tiempos recientes el hijo mayor del dictador, Kim Jong Nam, fue detenido en Japón con un pasaporte falso y el segundo, Kim Jong Chol, fue visto en un recital de Eric Clapton en Alemania. El menor, Kim Jong Un, que sería el elegido, apenas supera los veinte años y por eso se habla de un interinato tutelar a cargo de algún otro familiar, entre los que se nombra a un cuñado, Jang Song Thaek, recientemente promovido a un puesto clave en el gobierno.
Según el centenario semanario inglés The Economist, la crisis sucesoria produjo una radicalización del régimen de Pyongyang. Los cuadros más duros habrían escalado posiciones a expensas de los moderados. Los programas de cooperación con Seúl se habrían restringido y el líder de los dialoguistas habría sido ejecutado tras ser enjuiciado por corrupción.
En abril Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance que podría llegar hasta Japón. Ante la condena de Naciones Unidas, Pyongyang rompió el acuerdo del 2007, expulsó a los inspectores, dio por reiniciado su programa nuclear y declaró que jamás retomará las conversaciones a seis bandas. Algunos expertos aventuran que el cambio de rumbo es producto de los problemas mentales que a veces acarrea una enfermedad como la que sufrió Kim hijo, de la cual no se conocen muchos detalles.
Pero la hipótesis más difundida es que Kim hijo ha cerrado el régimen y se ha recostado en las fuerzas armadas para fortalecer la frágil transición en ciernes. Los militares norcoreanos glorifican su programa nuclear, que inclusive es motivo de orgullo para no pocos coreanos que viven del otro lado de la frontera.
Así como ha habido cambios importantes dentro de Corea del Norte, también los ha habido en su alrededor. El año pasado asumió la presidencia de Corea del Sur el conservador Lee Myung-bak después de una década de gobierno del centroizquierda. Su antecesor Roh Moo-hyun, cuyo suicidio conmovió al país esta semana, había sido el impulsor de la política de acercamiento a Corea del Norte, la llamada “política de rayo de sol”, y entre otras medidas había creado un Ministerio de Unificación.
La moderación de Seúl produjo no pocos roces con sus aliados de Washington, donde en esa época Bush colocaba al régimen norcoreano en su famosa lista del “Eje del Mal”. Recién después del 2006, tras derrotas en las urnas y el campo de batalla, Bush varió su postura y posibilitó el acuerdo del 2007.
Ahora se invirtieron los roles: la crisis encuentra a un moderado en la Casa Blanca y a un duro en el palacio presidencial en Seúl. Lee reclama sanciones durísimas para Pyongyang, incluyendo la suspensión de la ayuda humanitaria. Y tiene el apoyo de Japón.
En cambio, Rusia y China quieren tamizar las sanciones y las condenas con un llamado a volver a la mesa de negociaciones. Pero al mismo tiempo han sido muy enérgicos en su condena del ensayo nuclear, lo cual hace dudar de hasta qué punto están dispuestos a mantener su política histórica de sostener al régimen comunista norcoreano para mantener el equilibrio de fuerzas en el Lejano Oriente.
En el medio está Obama. Algunos expertos le recomiendan seguir la idea de Rusia y China de reflotar las seis bandas. Otros dicen que debe tomar el toro por las astas y abrir una negociación bilateral con Kim. Otros reclaman mano dura con el dictador. Otros en cambio le recomiendan ignorar todo el asunto, argumentando que las bravuconadas de Kim no pasarán a mayores. Casi todos coinciden en señalar que la crisis es producto del deseo del líder norcoreano de llamar la atención del mundo ante el cambiante escenario por el crac financiero mundial y la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos.
Pero hay más. Según reveló en su momento Seymour Hersh en The New Yorker, operarios norcoreanos manejaban la instalación nuclear siria que Israel bombardeó en secreto en septiembre del 2007. Según el diario El País de España, altos funcionarios de Estados Unidos e Israel están convencidos de que Corea del Norte también colabora con el programa nuclear iraní. Desde la óptica de Occidente, ese programa es el principal factor desestabilizador del convulsionado Medio Oriente.
Por eso en el 2003 Bush lanzó la llamada Proliferation Security Initiative (PSI), después de secuestrar doce misiles Scud de un navío norcoreano y tener que devolverlos porque no había razones legales para confiscarlos. El PSI supuestamente es un programa de cooperación internacional orientado a usar todos los instrumentos legales disponibles para confiscar armas de destrucción masiva en tránsito entre países. Pero como sigue siendo muy difícil, desde el punto de vista legal, confiscar un cargamento en puerto y mucho más en alta mar, el poder del PSI es más que nada simbólico.
Al día siguiente del ensayo nuclear norcoreano, Seúl anunció que se unía a los ochenta países que adhieren al PSI. Ese anuncio a su vez fue tomado por Pyongyang como una declaración de guerra. En un comunicado, el gobierno de Kim avisó que cualquier intento de requisar un navío norcoreano provocaría una fuerte respuesta militar.
El sentido común aconseja no sacudir el bote en este momento tan delicado. Distender el clima para facilitar la sucesión de los Kim. Y, ya que estamos, jugarle unas fichas al fan de Eric Clapton.
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