Jueves, 19 de noviembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EL LíDER AFRIKáNER QUIERE UNA REPúBLICA INDEPENDIENTE
Ocho meses antes del Mundial de la FIFA, Terre Blanche tiene garantizada la prensa para su proyecto de república separatista y amenaza con recurrir a La Haya. Su voluntad racista cabalga sobre cierto descontento social de la minoría blanca.
Por Gustavo Veiga
El sueño del volkstaat propio o estado del pueblo boer no se difuminó con la caída del apartheid. Hace un mes, Eugene Terre Blanche, en el árido pueblo de Ventersdorp, volvió a recrearlo durante un discurso. Pero además, cargó contra el gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Nelson Mandela: “Nuestro país está gobernado por delincuentes que asesinan y roban. No había otra tierra mejor que ésta y ellos la están arruinando”. El líder del Movimiento de Resistencia Afrikáner (AWB), un marginal de la política sudafricana, hasta sugirió que recurriría al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya con el objetivo de crear una república independiente para los descendientes de colonos holandeses. El obeso y barbado fürher, un remedo del que en los años ’80 resistía la caída del régimen de segregación racial con algunos miles de partidarios que hoy no llegan a cientos, retornó con sus ideas racistas. Ocho meses antes del Mundial de la FIFA tiene garantizada la prensa, y su voluntad separatista cabalga sobre cierto descontento social de la minoría blanca. Terre Blanche reapareció ante la proximidad del campeonato que se iniciará el 11 de junio de 2010. “Si combatimos a la Commonwealth británica, también podremos sobrevivir al CNA”, dijo evocando la guerra de los boers (1899-1902) en su bastión de Ventersdorp, ante unos 300 seguidores de su ideario racista, que él niega desde que salió de prisión reconvertido al cristianismo. Detrás de su voluminosa figura, colgaba de una pared la bandera del AWB, parecida a la del Tercer Reich, con tres números siete que forman un trisquel o símbolo celta dentro de un círculo blanco sobre fondo rojo. Este ex policía que resistió con violencia las elecciones multirraciales fue sentenciado a seis años de prisión por asaltar a un trabajador e intentar asesinar a un guardia de seguridad en 1997. Quedó en libertad en 2004.
Su último mensaje recorrió el mundo y anticipa la movida jurídica que piensa hacer: “En Sudáfrica el blanco se está dando cuenta de que su salvación depende de un autogobierno en territorios que compraron sus antepasados. Todavía tenemos en nuestro poder las escrituras de propiedad de la tierra que compramos a los africanos. Esos títulos siguen siendo válidos y deberían ser reconocidos por la legislación internacional”. Aún no llegó tan lejos como Carel Boshoff, el fundador de Orania (ver aparte), pero su pretensión independentista no debería ser ridiculizada, a no ser por su insignificante influencia, incluso entre la población blanca. Terre Blanche y su AWB han demostrado varias veces en el pasado que son capaces de montar una Blitzkrieg o Guerra Relámpago contra el Estado.
Racistas como son, cuando los afrikáners percibieron que el apartheid se desmoronaba en 1994, llegaron a respaldar al régimen de Lucas Mangope, un tirano negro del bantustán de Bofutatsuana, porque se oponía a que el territorio se integrara a la Sudáfrica de Mandela. Allí se levantaba Sun City, un paraíso de la suntuosidad y del juego similar a Las Vegas, que continúa siendo un antro que atrae a miles de turistas. El AWB puso en práctica aquel axioma de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo y mató a decenas de personas en su raid por esa región.
La Comisión de Verdad y Reconciliación que investigó los crímenes del apartheid hasta 1994, durante el largo período de segregación racial que había comenzado el Partido Nacional en 1948, documentó que integrantes del AWB cometieron todo tipo de ataques y saqueos contra poblaciones o personas negras entre 1984 y 1986, durante el apogeo del poder represivo del Estado. Hoy, el movimiento de Terre Blanche intenta unir a poco más de veinte grupos de extrema derecha de casi nula representatividad y por eso los juntó en Ventersdorp, una población agrícola situada a 120 kilómetros al oeste de Pretoria y donde hay un cementerio boer desde la guerra contra los británicos. “No soy un racista, pero no estoy preparado para que se practique el racismo a la inversa”, argumentó el líder del movimiento en su relanzamiento a la política, que coincide con la exposición mediática que tendrá Sudáfrica hasta mediados de 2010, cuando finalice el Mundial.
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