EL MUNDO › CAMBIO CLAVE DE DILMA EN EL MINISTERIO DE DEFENSA DE BRASIL

Amorim, una apuesta a futuro

Rousseff demostró coraje y timming político tomando por sorpresa a la derecha con la designación del ex canciller de Lula, Celso Amorim, con quien ayer analizó las prioridades de Defensa en el Palacio de Alvorada.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Pra frente Brasil. Dilma Rousseff resolvió apostar al futuro y romper con el pasado al escoger como ministro de Defensa a Celso Amorim, tras haberle bajado el pulgar al Nelson Jobim, cuya gestión fue una cruzada por la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura.

Ex prisionera y víctima de torturas durante el régimen militar, Rousseff demostró coraje y timming político tomando por sorpresa a la derecha con la designación del ex canciller de Lula, Celso Amorim, con quien ayer analizó las prioridades de Defensa en el Palacio de Alvorada, residencia oficial en Brasilia. Posteriormente, Amorim mantuvo su primera conversación con los comandantes de las fuerzas armadas.

Durante siete meses, los transcurridos desde que se inició este gobierno, Nelson Jobim fue el sapo que cada mañana debía degustar Rousseff para conquistar la aprobación de los cuarteles, hasta que el jueves resolvió acabar con ese menú indigesto.

Lo hizo luego de repetidas humillaciones públicas que le fueron proferidas por Jobim, quien había decidido dejar el gobierno y saltar a la oposición conservadora, donde algunos ya lo imaginan como candidato presidencial en 2014 para enfrentar al “lulo-dilmismo”.

El fin del ex ministro comenzó a ser discutido seriamente el 29 de julio cuando Lula viajó a Brasilia para inaugurar junto a Dilma y Cristina Fernández la embajada Argentina. Ese día el ex mandatario analizó la crisis en Defensa con José Genoino, un ex guerrillero y dirigente del PT, que Rousseff nombró como asesor especial en esa cartera. No se descarta que la presidenta ratifique en el cargo a Genoino, quien ha defendido la creación de una Comisión de la Verdad.

Es errada, o deliberadamente venal, la interpretación dada por la prensa dominante sobre Jobim, a quien se califica como el primer ministro del área que puso en caja a generales, almirantes y brigadieres.

Por cierto, Jobim fue el civil que más tiempo sobrevivió en Defensa, a donde había llegado en 2007, pero su sobrevivencia en el puesto no fue resultado de su posición enérgica ante los desplantes militares, al contrario: Jobim se comportó como un lobbysta de los reclamos castrenses ante el Palacio del Planalto. Y fue por eso que duró lo que duró.

Repasemos: reivindicó la ley de amnistía sancionada por el dictador Joao Baptista Figueiredo (equiparable a la de Bignone derogada por Alfonsín), obstruyó la búsqueda de guerrilleros desaparecidos en Araguaia, región amazónica, y se insubordinó al poder civil aliándose los jefes de las fuerzas armadas en 2009, cuando Lula presentó el proyecto de Comisión de la Verdad.

En estos días, los servicios prestados por Jobim a la amnesia nacional fueron ensalzados desde el frente cívico militar formado por los diarios grandes (que no grandes diarios) y algunos generales, como Augusto Heleno, quien acaba de amenazar veladamente al entrante ministro Amorim.

Actualmente, Heleno obra como vocero de un eventual Tea Party militar y antes de pasar a retiro había descollado en Haití, donde siendo jefe de la misión de paz de la ONU ordenó disparar y encarcelar a líderes sociales, un modelo represivo luego exportado por el ejército a las favelas cariocas.

Seguramente Amorim presume que le esperan otros aprietes, sea de parte de Heleno o del Círculo Militar, cuyos manifiestos suelen tener la venia de algunos generales en actividad. De esas piezas elaboradas en el Círculo, estilística e ideológicamente paleolíticas, unas de las más recordadas fue emitida hace un año, cuando se alertó a la Patria del oscuro destino que le esperaba si una “terrorista” como Rousseff era electa presidenta.

Por lo que ha trascendido, Dilma apuesta a que la aprobación de la ley sobre la Comisión de la Verdad sea votada agosto y ése puede ser el primer desafío de Amorim.

Siendo canciller, Amorim priorizó la relación con Argentina en el contexto de una diplomacia con vértice en los países emergentes, autónoma de Estados Unidos y simpática hacia Irán y Palestina. Durante sus ocho años en el Ministerio de Exteriores dedicó un esfuerzo especial y no pudo lograr que Brasil sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, una asignatura que retomará desde Defensa. ¿De qué modo puede contribuir desde esa cartera para un sillón en el Consejo?

Primero, trabajando en el plano del “poder duro”, dado que para ser admitido en la mesa chica del poder global es necesario contar con un mínimo poderío militar. Y para ello Amorim debe continuar el legado de Jobim trabajando en la expansión del complejo militar industrial, que implica la compra de 36 cazabombarderos, la construcción de cinco submarinos, uno de ellos atómico, y el refuerzo de armamento y hombres en las fronteras, especialmente las amazónicas.

Pero sin prestigio ni liderazgo moral, Brasil no tendrá su banca en el Consejo y para ello Amorim necesita fortalecer el “poder blando”, lo que ocurrirá si se acatan las condenas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la impunidad de que aún gozan los militares. Y es que a pesar de su creciente desarrollo económico y social, Brasil lidera el ranking sudamericano de “subdesarrollado” en materia de derechos humanos. Es el único país donde ningún militar pasó un día de calabozo por torturar o asesinar.

Suena remoto que Amorim, quien llegó a justificar la ley de amnistía, impulse ahora su anulación, lo que permitiría procesar y condenar a criminales, pero es plausible que juegue su prestigio en la formación de una Comisión de la Verdad eficaz, en la que se eche luz sobre la barbarie.

No sería la primera vez que Amorim apuesta a la revisión del pasado.

En 1982, siendo titular del ente cinematográfico de la dictadura, fue removido del cargo por autorizar el financiamiento de Pra Frente Brasil, un filme que relataba cómo se torturó en 1970 mientras los generales exaltaban el orgullo nacional y la conquista de la Copa del Mundo por la selección de Pelé.

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Celso Amorim, el nuevo ministro, deberá lidiar con los fantasmas de la dictadura.
Imagen: AFP
 
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