Domingo, 7 de agosto de 2011 | Hoy
EL PAíS › JULIO GUTIERREZ, DE CAPOMA, TESTIGO DE LA REPRESION EN LEDESMA
Gutiérrez sacó las fotos que ilustran esta nota, donde se ve el cuerpo de Ariel Farfán y una camioneta de la empresa Ledesma en el predio tomado. Asegura que el jefe de seguridad del ingenio, que es retirado del Ejército, estuvo presente durante el operativo.
Por Adriana Meyer
Venía haciendo el aguante a las familias que tomaron El Triángulo, ese pedazo de tierra pegado al Ingenio Ledesma. Pero después de la madrugada del 28 de julio, Julio Gutiérrez pasó de ser un simple militante de una organización de derechos humanos a ejercer como cronista, fotógrafo, abogado y hasta investigador. A su lado cayeron dos de los cuatro muertos que produjo la sangrienta represión a los ocupantes que la policía de-salojó a fuerza de gases y balas de plomo. Con el correr de las horas, tuvo que recorrer hospitales y comisarías, contactar familiares de los fallecidos, hablar con los medios y con los funcionarios locales y nacionales, y buscar abogados para lidiar con la Justicia jujeña. Desde entonces, su obsesión fue desmentir las versiones policial y empresaria de los hechos. En su afán de probar que el Ingenio de los Blaquier participó del operativo menciona al jefe y subjefe de seguridad, Carlos Enrique Ferro y Julio Castellanos. Y agrega que “a Ferro le dicen ‘El Mayor’ porque es militar”.
Según relató Gutiérrez a Página/12, los dos empleados jerárquicos de Ledesma “estaban apoyados sobre una camioneta blanca mirando una de sus máquinas que hacía una zanja”. Eran cerca de las 10 de la mañana de aquel jueves, sacó la foto que ilustra esta nota, y cuando volvió al mediodía ya se habían ido. “Ellos intentaron desligarse con un comunicado donde desmintieron haber participado porque los medios ya habían recogido las voces de las víctimas, que los habían visto”, dijo. Desde el primer día de la toma los ocupantes coincidieron en describir que los cuatriciclos de la empresa, rojos y azules, circulaban en actitud amedrentadora. “Incluso el día 21 en el puente del canal de riego había personal fijo, y cuando una compañera se acercó a preguntarle qué hacía le respondió que controlaba el camino interno (de Ledesma) para que no se trabe el tránsito”, agregó.
Este diario consultó al vocero de la empresa, quien confirmó que “Carlos Ferro es el jefe del Departamento Vigilancia”, y que es “teniente coronel retirado del Ejército, del arma de Ingenieros”. Pero negó que haya participado del desalojo y los sucesos del 28 de julio. “El señor Ferro concurrió al lugar entre las 9.30 y las 10 de la mañana por pedido del jefe del operativo, que requirió un representante de la empresa. Pero al llegar y advertir el conflicto existente, se retiró de inmediato”, indicó Vicente Amadeo, jefe de Comunicaciones de Ledesma SAAI. Página/12 quiso saber cuál fue el desempeño de Ferro durante la dictadura, dado que le habrían adjudicado tareas de Inteligencia. “No tiene ni ha tenido ninguna denuncia ni causa judicial abierta” por delitos de lesa humanidad, fue la respuesta.
Gutiérrez es un obrero de la construcción, está desocupado, tiene 39 años y milita en el Centro de Acción Popular Olga Márquez de Arédez (Capoma) desde su fundación, hace casi una década. “Todo lo que sé de derechos humanos me lo enseñó Olga”, comentó desde Libertador General San Martín. Más conocido como Ledesma, es el pueblo de la Noche de los Apagones, cuando la dictadura allanó y secuestró a centenares de personas con el apoyo logístico del Ingenio que aún hoy domina la vida de sus pobladores. Como otros militantes sociales, acompañó la toma que decidió la Corriente Clasista y Combativa y que protagonizaron unas 700 familias, con sus carpas y colchones instalados en El Triángulo. “Fue sorpresivo porque los corrillos en el pueblo eran que (Federico) Gatti (administrador del Ingenio) había dicho que les iban a dar los terrenos”, recordó. Por eso, cuando comenzaron las primeras corridas, Gutiérrez intentó acercarse a los policías para intentar un diálogo. “Quise calmar los ánimos para evitar que se cometa una salvajada, pero no tenían la menor actitud de escuchar nada sino que vinieron directamente a golpear y reprimir, ibas a hablar y te disparaban”, dijo. En el momento en que estaban retrocediendo cayeron los primeros gases lacrimógenos, lo que provocó que dos jóvenes ocupantes comenzaran a tirar piedras a los policías. “Como había mujeres y niños había que evitar un enfrentamiento, entonces los chicos se volvieron y ahí fue cuando les dispararon con balas de plomo, los vi caer al lado mío”, contó Gutiérrez con dolor y bronca. “Esta policía, que acostumbra plantar pruebas, va a decir lo contrario, pero la gente no estaba armada más que con piedras”, insistió.
–¿Cómo reconoció a Ferro y a Castellanos?
–Se notaba que estaban observando, incluso con binoculares, los conocía de antes, había tenido algunos cruces con ellos por cuestiones de ir de pesca y caza. Para eso tenés que circular por esos caminos internos, te amenazan que no podés hacerlo, son caminos viejos. Ellos van y te dicen que no podés circular, no te dan acceso al río. Y cuando te agarran llaman al jefe de Gendarmería, y al rato aparecen ellos. Le pasa a mucha gente de la zona que va a cazar para comer, acá no es por deporte.
–¿Cómo supo de la procedencia militar de Ferro?
–Por comentarios de gente que trabaja ahí, que dicen que hacía investigaciones secretas para el Ejército.
–Al parecer, ese camino interno de Ledesma fue clave en la represión.
–Sí. Se entra por el río y sale a unos 500 metros de la entrada sur de Libertador, cruza la ruta y da a la parte trasera del Ingenio. Pasa por un barrio de emergencia afectado por inundaciones, y para entrar por ese lado hay un portón amarillo de la empresa Ledesma, con una garita de personal de seguridad estable, con un rottweiler gigante. Para entrar a las 15 hectáreas (El Triángulo) tuvieron que abrir ese portón, el permiso lo dio la empresa, y la mayoría de los vehículos entraron por ahí.
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