EL MUNDO
Un golpe de Estado cuando todavía no existe un Estado
Las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa tomaron el Parlamento de Gaza, en una movida entre el golpe de Estado y la insurrección contra la corrupción y el nepotismo en torno del dirigente Yasser Arafat.
Por Ferrán Sales *
Desde Gaza
Como si fuera un golpe de Estado, centenares de milicianos de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, con el rostro enmascarado y blandiendo todo tipo de armas, tomaron durante dos horas la sede el Parlamento de la Franja de Gaza, desde el que lanzaron un llamamiento al presidente Yasser Arafat pidiendo que encabezara la lucha contra la ocupación israelí, pero al mismo tiempo y sobre todo contra la corrupción. El incidente fragiliza aún más la Autoridad Palestina, que vive desde hace una semana la peor crisis desde que fuera instaurada hace 10 años.
“Llevamos mucho tiempo aguantando a ladrones y corruptos, pero ha llegado ya el momento de actuar; no podemos más. El presidente Yasser Arafat puede elegir a quien quiera, pero tiene que escuchar al pueblo”, voceó desde las escalinatas del Parlamento de Gaza el coronel Samir Masharawi, de la Seguridad Preventiva de la Franja. Las palabras del orador fueron recibidas con vítores, aplausos y disparos de una masa abigarrada, constituida por milicianos de las Brigadas, policías de civil y de uniforme de la Seguridad Preventiva, militantes reformistas del partido gubernamental de Al-Fatah, jóvenes estudiantes, observadores políticos y alguna prensa.
“Al-Fatah ha dado a la historia palestina grandes hombres, pero también un buen número de traidores y corruptos que son una mierda, como el general Musa Arafat”, continuó el orador en su interminable discurso, mientras las milicias continuaban tomando posiciones en las terrazas del edificio y un joven enmascarado se encaramaba a una de las cúpulas doradas del Parlamento, al tiempo que llevaba en sus brazos un misil artesanal Kassam 2 y la bandera amarilla de las fuerzas de Al-Fatah. El gran ausente del acto de ayer fue el coronel Mohamed Dahlan, el ex jefe de la Seguridad Preventiva de Gaza, ex ministro de Seguridad en el anterior gobierno de Abu Mazen, uno de los dirigentes más mimados de los Estados Unidos, quien a pesar de su ostracismo político ha logrado en pocas semanas una singular alianza constituida en partes iguales por las Brigadas de los Mártires y policías de la Seguridad Preventiva, un cuerpo de elite constituida por 3 mil soldados y millares de voluntarios. Con todo este cóctel, Dahlan pretende, desde el silencio, liderar el movimiento de regeneración palestino, que permita a la vez renovar Al-Fatah y poner las bases de un Estado democrático y moderno.
La concentración y movilización de las Brigadas de Al-Aqsa provocó ayer por la tarde el pánico de la población de Gaza, que por unos momentos creía estar viviendo los prolegómenos de un golpe de Estado, al tiempo que veía cómo los soldados y funcionarios leales a la presidencia palestina se parapetaban en las dependencias oficiales del complejo del Serrallo, levantaban muros de seguridad y amontonaban bolsas de arena. Atenazados por la angustia y el temor, los comerciantes cerraron sus puertas, se llevaron los coches del centro de la ciudad para estacionarlos en los suburbios y encerrarse después en sus casas.
Los preparativos y rumores sobre esta movilización alarmaron también a las organizaciones internacionales, especialmente a las agencias humanitarias dependientes de las Naciones Unidas, quienes decretaron el grado 4 de alarma, en una escala donde el número 5 es el máximo. A todos los cooperantes internacionales que no fueran imprescindibles se les aconsejó abandonar Gaza y trasladarse a su país o a Israel. En el caso de no poder salir de la zona se les ordenó enclaustrarse en sus casas a partir de las cinco de la tarde y hasta nueva orden.
La revuelta de Gaza y la toma del Parlamento ha empezado a tener eco en Cisjordania, donde las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa locales han suscripto peticiones firmes, reclamando que Arafat se ponga a la cabeza de la lucha contra la ocupación israelí y al mismo tiempo contra lacorrupción, la miseria y el desencanto. Este proceso no ha pasado desapercibido para Arafat, que ayer acordó otorgar plenos poderes (por lo menos en las palabras) al jefe de gobierno, Ahmed Qureia, para que pueda organizar el Ejecutivo y al mismo tiempo controlar una parte de los cuerpos de seguridad, con excepción de algunas instituciones clave como, por ejemplo, los servicios secretos, que continuarán bajo el control del presidente.
El ensayo de golpe de Estado de ayer en Gaza ha sido mal recibido por la “sociedad civil” de la Franja, constituida por militantes realmente democráticos, organizaciones no gubernamentales y humanitarias, y por un grupo selecto de intelectuales, que desde hace tiempo observan con preocupación los movimientos de las milicias, las luchas internas de Al-Fatah y que reclaman como alternativa un estado de derecho fuerte, que incluya la remodelación de las fuerzas de seguridad bajo el control del fiscal general del Estado y un debate sincero y transparente en el Parlamento.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.