Viernes, 9 de junio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › FURIA CAMPESINA SORPRENDE AL CONGRESO DE BRASIL
Lula trató de vándalos al grupo de campesinos que irrumpió en el Congreso para reclamar la confiscación de fincas donde se practica el trabajo esclavo. El establishment brasileño criminalizó la protesta social.
Francinelli Denizia Aséncio lleva un piercing en la ceja, polera ajustada y jeans: una chica de apariencia urbana que el martes junto a otros 500 militantes del Movimiento de Liberación de los Sin Tierra (MLST), en su mayoría campesinos, tomaron por asalto el Congreso brasileño. Francinelli, rubia de 21 años con una hija de 5, ganó notoriedad luego de que los noticieros televisivos mostraran la destreza con que destrozó varias terminales de computadora en minutos, munida de una piedra atada a un lazo. La furia campesina lanzada contra la sede del poder institucional tomó desprevenida a la clase política brasileña en receso obligado por el Mundial de Fútbol. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva reaccionó con una vehemencia inédita frente a los movimientos sociales con los que mantiene viejos lazos de amistad. “Lo que vimos no fue una escena de democracia sino de vandalismo (...). Quien practicó vandalismo, pagará por el vandalismo practicado.”
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, MST, surgido a principio de los ’80, fue más cauto que Lula en los calificativos sobre el MLST, una escisión surgida de sus filas a fines de los ’90. Aun así, el MST, la mayor organización social brasileña, con cerca de un millón de labradores acampados en haciendas expropiadas o en vías de expropiación en gran parte de los 27 estados de la Unión, no ocultó sus discrepancias con el MLST, cuya presencia territorial y capacidad de movilización son inferiores al MST. En su órgano de prensa, Brasil de Fato, el MST caracterizó a los sucesos del martes, con un saldo de 46 heridos y 507 detenidos, como una causa “justa” defendida con una táctica “desastrosa”.
MST y MLST son tributarios de las luchas campesinas de los años ’60, y de la Comunidades Eclesiásticas de Base, que desde 1974 se interesa por la política agraria, lo que dio lugar a la Pastoral de la Tierra. Ambos, MST y MLST, critican severamente la política económica del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) por encontrarla sumisa al poder financiero. Tampoco se sujetan a la lógica del “sistema institucional”, como sí hace el PT, combinando estrategias de lucha por dentro y por fuera del sistema, sin allanarse a los tiempos de los partidos. Son organizaciones “movimientistas”, a semejanza de las que llevaron al gobierno a Evo Morales en Bolivia: “Ellos (cocaleros bolivianos) y los piqueteros argentinos son nuestros grandes compañeros” le dijo Joao Pedro Stédile, líder del MST, a este diario hace ya algún tiempo. Pero mientras el MLST elige como blanco el Congreso, el MST prefiere ocupar latifundios y, últimamente, destruir laboratorios donde se gestan semillas transgénicas.
Brasilia está a unos mil kilómetros de San Pablo y Río de Janeiro, los principales colegios electorales del país. Llegar hasta el Palacio del Planalto (Presidencia) y del Congreso desde las grandes ciudades lleva días. Las movilizaciones no son moneda corriente en la Capital Federal.
“El Congreso escucha las reivindicaciones de banqueros y empresarios, pero no quiere escuchar a los trabajadores. Aquí los trabajadores son recibidos”, dijo Marcos Praxedes, uno de los coordinadores del MLST antes de ser detenido por la policía y alojado en una cárcel donde se lo procesa, junto a sus compañeros, por delitos comunes.
La violencia política del martes es nada frente a la violencia delictiva, mucho más organizada y armada que desplegó hace algunas semanas el Primer Comando de la Capital, cartel que controla las cárceles de San Pablo y que mostró contar con apreciable penetración en las favelas de ese Estado. Líderes conservadores y (de)formadores de opinión establecieron analogías entre el MLST y el PCC, exigiendo duras condenas contra los activistas presos. La tesis es “criminalizar” la protesta social: “bandidos, eso es lo que son los del MLST”, dijo el columnista José Newmanne Pinto, periodista del diario Estado de San Pablo.
En el Congreso brasileño las bancadas corporativas suelen tener tanto o más peso que las partidarias. De ello dan prueba la capacidad de presión ejercida por el bloque de los policías, dueños de bingos y grandes hacendados, liderados por el diputado Rolando Caiado, que criticó a Lula por ser tolerante y mantener diálogo con los campesinos. Caiado pertenece al Partido del Frente Liberal (PFL) igual que Inocencio Oliveira, un terrateniente procesado por tener “esclavos” en sus estancias. El martes Oliveira exigió, sin suerte, que los activistas del MLST fueran desalojados del recinto de Diputados por el ejército. Una de las exigencias del MLST era la inmediata expropiación de fincas en las que se detecte trabajo esclavo.
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