Viernes, 15 de septiembre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Miguel Bonasso *
Creo interpretar fielmente el pensamiento y el estilo del presidente Kirchner y por lo tanto, con todo respeto hacia sus excelencias, hablaré con absoluta franqueza.
Argentina integra el Grupo de los Quince desde su creación, en 1989, e incluso lo presidió en 1995. Esta pertenencia, que ratificamos en la presente Cumbre, no nos exime de una visión crítica y autocrítica: es evidente que el G-15 no ha logrado hasta la fecha desarrollar su potencial y todos sabemos que sus aportes a la agenda internacional han sido modestos e incluso marginales.
El G-15 fue creado con la intención de agrupar a países representativos de Asia, Africa y América latina, para que las regiones más vastas, pobladas y sufrientes de la Tierra alcanzaran un protagonismo negociador que secularmente se les ha negado.
Los integrantes del Grupo (países que los economistas llaman “de desarrollo intermedio”) debían motorizar la cooperación Sur-Sur, como medio indispensable para que la necesaria discusión del Sur con el Norte no fuera un diálogo de sordos, en el que las potencias del Grupo de los 7 (hoy de los Ocho) impusieran un orden comercial injusto, que profundiza la miseria de los pueblos más pobres, acelera el agotamiento de los recursos naturales no renovables, envenena el medio ambiente y agrava las tensiones, conflictos e injusticias que convierten en quimera la paz mundial.
Sin ánimo de dramatizar o hacer planteos que algunos llamarían demagógicos, cabría preguntarse cuántos niños del Sur han muerto de hambre o enfermedades curables desde la última Cumbre de Caracas del Grupo, en febrero del 2004, y la relación entre este genocidio social silencioso y la persistencia y agravamiento de un orden económico internacional decididamente injusto.
Una de cuyas patologías más evidentes es la existencia de un intercambio desigual, en el que los países desarrollados nos exigen libre comercio para sus servicios y mercancías mientras aplican en beneficio de sus productores el más rancio y avasallador proteccionismo. Se nos presenta la globalización como un hecho ineluctable, casi como un fenómeno natural y no político, aunque nadie explica por qué no está globalizado el capital, que mayoritariamente sigue eligiendo el Norte como residencia en la Tierra. Grave desequilibrio frente al cual no podemos cruzarnos de brazos.
Creemos que el Grupo, si actúa con una estrategia común y dando adecuado seguimiento a sus propuestas y resoluciones, posee el suficiente peso específico (en el orden político, económico y diplomático) como para subrayarle al Norte desarrollado el sentimiento de profunda frustración de nuestros países (llamados eufemísticamente “en desarrollo”), por la demora en las negociaciones que supone la suspensión de la Ronda de Doha.
Creemos también que ese peso específico puede ganar poder de negociación con el Norte si multiplicamos las relaciones comerciales y económicas entre los países del Sur, como estamos intentando hacerlo en Sudamérica, donde nos proponemos crear grandes emprendimientos regionales en el campo de la energía e incluso un banco regional de desarrollo.
La Argentina considera que para reanudar las negociaciones es necesario que se produzca un cambio en las posiciones de los países desarrollados, para que acepten como natural y justa nuestra propuesta de acceso a los mercados y una clara reducción del sostén interno en materia agrícola.
También consideramos que el párrafo 24 de la Declaración Ministerial de Hong Kong fue decidido por los ministros para corregir el desequilibrio existente en las propuestas presentadas hasta ese momento por los países desarrollados. De tal forma, el reinicio de las negociaciones debe tomar en cuenta prioritariamente lo instruido en dicho párrafo, teniendo en cuenta la reciprocidad menos que plena y el trato especial y diferenciado para los países del Sur.
El desarrollo o el subdesarrollo de nuestros países se encuentra también ligado a la resistencia que podamos oponer a los condicionamientos que imponen los organismos financieros internacionales que, como bien ha dicho el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, actúan como un médico de Molière, practicándole sangrías al enfermo de anemia. Esas recetas, que han ordenado en las más variadas geografías y circunstancias nacionales, llevaron a la Argentina a la terrible crisis de 2001, que culminó con un cruento estallido social.
Como lo planteamos con toda claridad a nuestros acreedores privados, cuando negociamos una quita sustancial de nuestra deuda externa: es preciso que comprendan de una buena vez que nadie saldrá ganando si al deudor se le pretende cobrar con una libra de carne de su propio cuerpo. Que es el cuerpo social, el de nuestros pueblos, empobrecidos y marginados por esa misma deuda, contraída –en dictadura y en democracia– para financiar (en el caso argentino) una convertibilidad que favoreció una gigantesca fuga de capitales.
Excelencias: hay amplias necesidades de financiamiento para el desarrollo que se encuentran insatisfechas, por eso apoyamos la implementación de nuevos mecanismos financieros, como el canje de deuda por educación e incluso planteamos que el Norte desarrollado, que es el principal consumidor de energía de la Tierra y el principal contaminador, tiene una gigantesca deuda ecológica que no contabilizan los organismos financieros internacionales.
El principal instrumento con que contamos como G-15 para manifestar nuestro compromiso con las necesidades de nuestros países es el Comunicado Conjunto. El texto que hemos producido para esta ocasión es relevante y oportuno en sus definiciones y demandas; debemos comprometernos a divulgarlo, pero también a implementar sus propuestas en nuestros ámbitos regionales y a nivel global.
Es parte de un compromiso mayor: el Grupo ha ido perdiendo fuerza en su accionar, en paralelo con la falta de interés en los propios países miembros, derivada a su vez del fracaso de nuestras propuestas. Debido no sólo a la correlación de fuerzas a nivel mundial, sino también a la falta de seguimiento por parte nuestra a fin de transformarlas en resultados palpables para nuestras respectivas sociedades.
Esto nos ha llevado a replantearnos los objetivos del Grupo a fin de adaptarlos a las circunstancias imperantes en el sistema económico mundial. Nos parece acertado concentrarnos en cuestiones que hacen al desarrollo económico y social sustentable y redefinir los mecanismos de funcionamiento con metas bien definidas.
La necesaria autocrítica que planteamos en el tramo inicial de este mensaje no debe inducir al desaliento: el Grupo de los Quince puede y debe jugar un papel importante, no sólo para defender nuestros intereses comerciales y económicos ante las potencias del Norte, sino también para un objetivo político fundamental, como es la recuperación del multilateralismo y la potenciación y democratización de las Naciones Unidas.
No se puede predicar democracia y mantener a la principal institución del planeta en una jerarquía monárquica, basada en la fuerza y no en el derecho. Como decía bien el gran patriota mexicano Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Señores Jefes de Estado: la historia coloca a los dirigentes de Asia, Africa y América latina ante el mayor de los desafíos históricos. El combate contra la pobreza, el hambre y la injusticia no admiten más demoras, porque éstas asumen a esta altura un carácter genocida. La defensa de los recursos naturales y el medio ambiente enfrenta a nuestras dirigencias con un desafío aún mayor que el de la Guerra Fría: el mundo que conocemos y amamos puede dejar de ser habitable para las futuras generaciones.
El Grupo de los Quince debe justificar su existencia acabando en un plazo corto con el analfabetismo; las pandemias que están devastando a los más pobres como el sida, la tuberculosis y la malaria, acabando con el analfabetismo y la marginación de los propios pueblos.
Como decía un gran poeta uruguayo, Mario Benedetti: “El Sur también existe”.
Ojalá tengamos el valor y la sabiduría de hacerlo cierto.
* Diputado nacional (PRD). Texto de su discurso de ayer como representante del presidente argentino ante la Cumbre de los 15 en La Habana.
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