Sin eco en la opinión pública y sin suscitar tampoco el entusiasmo de los militantes de su partido, el ex primer ministro francés Lionel Jospin decidió abandonar la carrera para la investidura socialista de cara a las elecciones presidenciales del año próximo. Jospin nunca había declarado públicamente que quería ser candidato, pero no era un secreto para nadie que el líder socialista apostaba por presentarse en las elecciones primarias del Partido Socialista (16 de noviembre próximo) y obtener la candidatura de la rosa. Sus planes fueron modificados por la irrupción de un fenómeno imprevisto que desplazó la atención del electorado, tanto el socialista como el nacional. Ségolène Royal, la ex ministra socialista de Medio Ambiente, es desde hace meses la figura política preferida de los franceses y, según los sondeos, la más apta para ganar las elecciones presidenciales, cualquiera sea el candidato de la derecha que tenga enfrente.

Al cabo de tres meses de suspenso oficial, Jospin explicó ayer que “a falta de ser capaz de unir, no quiero dividir. Por consiguiente, no seré candidato a la candidatura”. Dos veces candidato, 1995 y 2002, Lionel Jospin había vuelto al primer plano el pasado mes de junio. Pero además de encontrar en su camino a Ségolène Royal, el ex jefe de gobierno tropezó con una sociedad y un partido que, pese a la gestión equilibrada que realizó durante los años en que asumió la jefatura del gobierno, 1995-2002, nunca le perdonó su gesto del año 2002. Jospin no pudo disputar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de ese año porque fue desplazado por el líder de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen. Ante la hecatombe moral y política, Jospin anunció su retiro definitivo de la vida política.

En resumen, con un socialismo en bancarrota, Jospin se metió en las catacumbas y dejó huérfanos a los socialistas. Con la proximidad de las elecciones primarias, las tensiones no hicieron más que acentuarse en el seno del PS. Sin dudas, los sondeos le mostraron otra vez el camino de la salida. Jospin dejó entonces la disputa presidencial, pero se negó a hacer pública su preferencia. El ex jefe de gobierno rehusó aportar su apoyo a Royal o a otro de los dos candidatos posibles. La victoria no está garantizada. “Deseo que ganemos, pero no tengo la intención de decir nada que pueda ser negativo para los candidatos a la candidatura”, explicó el dirigente. Los militantes socialistas elegirán ahora a su representante presidenciable entre Ségolène Royal, Laurent Fabius o Dominique Strauss-Kahn. Por ahora, la incierta democracia de los sondeos de opinión designó a la candidata. Falta el veredicto de las urnas socialistas.