Si se tiene en cuenta que los argentinos no son muy afectos a cumplir la ley, la experiencia cordobesa de prohibir fumar en lugares públicos y privados cerrados es una buena señal de cambio cultural. Porque ante todos los pronósticos previos que aseguraban un “fracaso absoluto” de la ley provincial 9113, los fumadores de esta capital han reaccionado con respeto hacia los otros.

Esa actitud sorprende más si se tiene en cuenta que no habían demostrado esa consideración cuando no había ley alguna que condicionara al fumador. Y aunque su aplicación costó larguísimas discusiones con los propietarios de bares y comercios gastronómicos, que argumentaban una disminución de sus ventas, lo ocurrido en estos cuatro meses de “aire puro” ha sorprendido a propios y extraños.

Es toda una postal, en estos días, ver salir de los bares y restoranes a los amantes del humo y la nicotina hasta la vereda o el jardín para fumarse un pucho. “Ha sido conmovedora la actitud que han tenido los fumadores cordobeses en estos cuatro meses de aplicación de la nueva ordenanza”, dijo a este diario Raúl Jiménez, ex secretario de Salud municipal, hoy concejal, principal promotor de la iniciativa que llevó adelante la gestión de Luis Juez.

“Antes había una ordenanza que dividía los bares, confiterías y restoranes de manera artificial, lo que en la práctica perjudicaba a los no fumadores. La nueva ordenanza 11.039 buscó proteger la salud de los que no eligieron fumar, pero que lo terminaban haciendo sin quererlo”, agregó el funcionario, quien aseguró que desde la aplicación de la reglamentación el primero de junio de este año “disminuyó un siete por ciento la venta de cigarrillos”.

Orgulloso de haber ganado esta batalla después de haber sido muy criticado, Jiménez resaltó: “Es uno de los logros más importantes de la actual gestión, a tal punto, que quedó sin efecto el proyecto de habilitar lugares específicos para fumadores”.