Si los padres de Michael May levantaran la cabeza y vieran lo que su hijo ha hecho con la herencia que le dejaron, se volverían a morir del disgusto. Cuando Michael May, arquitecto prejubilado de 57 años, heredó tras la muerte de su madre hace dos años, decidió hacer una gran donación al Partido Marxista Leninista de Alemania (MLPD).

Hasta la fecha, el MLPD, que apenas tiene 2300 afiliados y no está representado en ningún Parlamento, ha recibido de May dos millones y medio de euros, la suma más cuantiosa que se ha donado a un partido alemán desde la II Guerra Mundial. “A mis padres no les hubiese gustado”, reconoce May. “Seguramente hubiesen preferido que lo donara a alguna organización caritativa”, añade. May defiende su decisión. Después de 25 años trabajando en la minería en la cuenca del Ruhr, explica, llegó a la conclusión de que el MLPD era el único que respaldaba a los trabajadores. Hoy continúa su actividad política en el partido y en el sindicato de la minería IG BCE, participando en todos los actos y manifestaciones.

May no era minero. Era el arquitecto que elaboraba los informes periciales de los desperfectos que la extracción en las minas provocaba en las casas situadas en la superficie. Pero como empleado de la Deutsche Steinkohle AG, la empresa que explota todas las minas de carbón de Alemania, hizo causa común con los mineros.

Ahora, prejubilado con un sueldo de 2000 euros mensuales, gana suficiente para sus gastos y no necesita lujos. Para Stefan Engel, presidente del MLPD, la donación de May no fue ninguna sorpresa. “Hace más de 20 años que nos dijo que nos daría su herencia”, dice Engel en su despacho de la sede central del partido en Gelsenkirchen. En el curso de una reorganización, el partido está montando nuevas sedes en varias ciudades del país y formando personal para ellas. A esto dedicarán la donación de May.

El MLPD está sometido a la vigilancia del Instituto Federal para la Protección de la Constitución (BfV), el servicio secreto interior alemán, por su “orientación maoísta-estalinista” y su incompatibilidad con la Constitución alemana.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.