Domingo, 26 de noviembre de 2006 | Hoy
La extraña muerte de Alexander Litvinenko, envenenado con material radiactivo, causó alarma e indignación en Gran Bretaña. Los diarios lo llamaron “un acto de terrorismo” y acusaron a los servicios de Inteligencia rusos de violar su soberanía.
El misterio en torno de la muerte del ex espía ruso Alexander Litvinenko se agranda. El departamento antiterrorista de Scotland Yard analizaba ayer grabaciones de cámaras de circuito cerrado para determinar quién envenenó al agente con la sustancia radiactiva Polonio 210. Los detectives británicos también buscan el paradero de aquellas personas que se encontraron con Litvinenko el 1º de noviembre, el día que habría sido envenenado.
La prensa de Gran Bretaña culpó ayer al presidente ruso Vladimir Putin por la muerte de Litvinenko e interpretó que el hecho tendrá importantes repercusiones entre Rusia y Gran Bretaña. Según el periódico The Guardian, ministros del gobierno británico están muy preocupados por la eventual ruptura diplomática con Moscú. Por su parte, el Daily Telegraph afirmó que las potencias de Occidente están perdiendo la paciencia con Putin. “Si el señor Litvinenko fue efectivamente asesinado para órdenes del Estado ruso, las consecuencias serán enormes”, dijo en un editorial ese diario conservador. “Cuando un gobierno utiliza deliberadamente una fuerza letal en otra jurisdicción, está cometiendo un acto de terrorismo, podríamos decir que de guerra. Una cosa es tiranizar a tu propio pueblo, otra, muy distinta, es presumir hacer lo mismo en territorio británico”, agregó.
Litvinenko, ex teniente coronel del Servicio de Seguridad Federal (FSB), la antigua KGB soviética, fue envenenado hace tres semanas, y por efecto del tóxico ingerido perdió el pelo, dejó de comer y sufrió finalmente una falla multiorgánica. El agente había huido de Rusia y obtenido asilo político en Gran Bretaña en el año 2000 con su esposa e hijo, después de que el Kremlin le retiró el pasaporte por acusar a Putin de planear el asesinato de un magnate ruso. En los últimos días, estaba investigando la muerte de la periodista rusa Anna Politkovskaya, también crítica del Kremlin y que fue asesinada en octubre pasado en la puerta de su departamento en Moscú.
El viernes se confirmó que la muerte de Litvinenko está vinculada a la ingestión de una alta dosis de la sustancia radiactiva Polonio 210, que habría sido hallada en un restaurante japonés de Picadilly, en Londres, donde almorzó el 1º de noviembre junto al académico italiano Mario Scaramella. Restos de Polonio 210 también fueron hallados en la vivienda del agente, en el norte de la capital británica, y en el Hotel Millenium, del barrio de Mayfair, donde se habría reunido el mismo día con dos rusos. Para llegar a esta conclusión, los peritos realizaron pruebas en los dos hospitales londinenses donde estuvo internado, el University College Hospital (UCH) y el Barnet General.
En una carta dictada a sus amigos horas antes de morir, Litvinenko acusó a Putin de haber planeado su asesinato, y lo calificó de “bárbaro” y “despiadado”. El moribundo condenó a Putin por lo que le hizo a “la amada Rusia y su pueblo” y lo acusó de no tener respeto por la vida, la libertad ni ningún valor civilizado. “Usted tuvo éxito en silenciar a un hombre, pero el silencio tiene su precio. Las protestas alrededor del mundo resonarán en sus oídos, señor Putin, por el resto de su vida. Usted probó ser indigno de la confianza de los hombres y mujeres civilizados y tan bárbaro y despiadado como aseguran sus críticos más hostiles”, afirmó en su carta, firmada el 21 de noviembre último.
Putin reaccionó apenas difundida la nota y sostuvo que el caso del antiguo espía fue utilizado para provocaciones políticas. “Lamentablemente, los acontecimientos trágicos como una muerte son utilizados con fines políticos. El informe médico no dice que haya sido una muerte violenta y no hay razones para hacer ciertas especulaciones”, dijo Putin en Helsinki, donde asistía a una cumbre con la Unión Europea (UE).
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