Viernes, 14 de septiembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL CAPITOLIO DESAPRUEBA EL PLAN DE PETRAEUS
Por Antonio Caño *
Desde Washington
Mientras el presidente George Bush se dirigía anoche a la nación para endosar al ciento por ciento la estrategia del general David Petraeus en Irak, incluida la reducción escalonada de 30.000 efectivos para el próximo verano, el Congreso discutía la presentación de una estrategia alternativa que corrija la perspectiva cada día más cierta de una guerra ilimitada.
Aunque es cierto que en una democracia son los políticos y no los militares, por muy prestigiosos que éstos sean, quienes deberían decidir la política a seguir, en estos momentos en Estados Unidos sólo existe una política para Irak y esa es la que Petraeus ha defendido esta semana en Washington, la que el general ha regresado para aplicar sobre el terreno y la que Bush respaldó anoche. La oposición demócrata, que tiene la mayoría en el Congreso, discrepa profundamente de esa política y exige la retirada inmediata de las tropas, pero no ha conseguido hasta ahora articular una posición de consenso con el suficiente respaldo como para salvar el veto presidencial y obligar a la Casa Blanca a rectificar.
En eso, precisamente, estaban ayer trabajando los líderes demócratas en el Capitolio. Empezando por el Senado, donde el acuerdo es relativamente más fácil que en la Cámara de Representantes. Los demócratas, que cuentan con 51 escaños en la Cámara alta, necesitan algunos más para impedir un veto (67) o cualquier táctica obstruccionista de los republicanos (60).
Para sumar esa cifra, obviamente, tienen que conseguir la deserción de una cantidad significativa de la bancada republicana y ello requiere, por supuesto, una sustancial reducción de las exigencias que los demócratas tenían hasta ahora.
Varios senadores republicanos han dado estos días muestras de insatisfacción con el panorama de lucha continua que ha presentado Petraeus. Entre ellos, alguno tan prestigioso como Richard Lugar. “A esta altura del conflicto –dijo durante la audiencia a Petraeus–, con nuestras fuerzas armadas lastradas por el despliegue en Irak, con nuestra posición internacional disminuida por nuestro compromiso en Irak, no es suficiente que la Administración nos pida paciencia hasta el siguiente informe.”
Más allá ha ido la senadora republicana Susan Collins. “Tengo mucho respeto por el general Petraeus y por el embajador Crocker (Ryan Crocker, embajador en Bagdad), pero sigo creyendo que no deberíamos retrasar el cambio de nuestra misión en Irak para permitir un mayor repliegue.”
El problema es que ni todos los republicanos piensan así ni los demócratas saben tampoco muy bien cómo cambiar la misión. Los demócratas oscilan aún entre las posiciones más radicales, entre quienes están Barack Obama o Christopher Dodd, que piden una retirada incondicional e inmediata, y las más moderadas, como las de Hillary Clinton o Joseph Biden, que son partidarios de una cierta gradualidad en la salida atendiendo a las condiciones sobre el terreno.
La semana que viene, cuando el Senado comience a discutir la partida de gasto militar del próximo presupuesto, será la primera oportunidad de ver cómo todas esas posiciones se concilian para ofrecer una alternativa a Petraeus. Mientras tanto, sólo queda la voz del general, la misma que anoche repitió Bush.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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