Viernes, 14 de septiembre de 2007 | Hoy
Por Patrick Cockburn *
Diez días después de que el presidente George Bush uniera sus manos como un símbolo de las esperanzas de Estados Unidos en Irak, fue asesinado el hombre que condujo la revolución de los jeques sunnitas apoyada por Estados Unidos contra Al Qaida en Irak. Abdul-Sattar Abu Risha y dos de sus guardaespaldas fueron muertos o bien por una bomba al lado del camino o por explosivos colocados en el auto por un guardia, cerca de su hogar, en Ramadí, la capital de Anbar, la provincia iraquí que los políticos y los militares estadounidenses consideran un modelo para el resto de Irak.
Su muerte es un golpe duro para el presidente Bush y para el comandante de Estados Unidos en Irak, general David Petraeus. Ambos han señalado el éxito de Estados Unidos en Anbar, que una vez fue el centro de la rebelión sunnita contra las fuerzas estadounidenses, como una señal de que la victoria era posible en Irak. El lunes, el general Petraeus le dijo al Congreso de Estados Unidos que la provincia de Anbar era “modelo de lo que sucede cuando los líderes y ciudadanos locales deciden oponerse a Al Qaida y rechazar su ideología estilo talibán”. Pero el asesinato de ayer puso de manifiesto que los iraquíes en Anbar y en otras partes que se alían con Estados Unidos corren el peligro de ser asesinados. “Demuestra que Al Qaida en Irak sigue siendo un enemigo muy peligroso y bárbaro”, dijo el general Petraeus reaccionando al asesinato. Pero Abu Risha podría haber sido muerto por muchos grupos de insurgentes que no pertenecen a Al Qaida en Anbar, que consideraban que los estaba traicionando.
El asesinato ocurre en un molesto momento para el presidente Bush, que se dirigía al pueblo estadounidense por televisión anoche para vender la afirmación hecha por el general Petraeus acerca de que el aumento de tropas estaba resultando exitoso en Irak y citando, para probarlo, la mejorada situación de seguridad en Anbar. Abu Risha, de 37 años, se quedaba generalmente en un complejo fortificado que tiene varias casas en el que vivía con su expandida familia. Un tanque estadounidense custodia la entrada al complejo, que está frente a la base más grande estadounidense en Ramadí.
Pasaba sus mañanas reunido con jeques tribales para discutir el futuro de Anbar. También recibía a cantidad de peticionantes mientras bebía pequeños sorbos de té dulce y fumaba un cigarrillo tras otro. Llevaba una pistola en una cartuchera atada a su cintura y se vestía con túnicas oscuras. Parece que recientemente había reducido el número de sus guardaespaldas por la mejor situación de seguridad en Anbar, aunque debía saber que, como líder del anti Al Qaida Consejo de Salvación de Anbar, iba a ser el blanco de los asesinos. La policía iraquí en Ramadí sospecha que la bomba que mató al jeque fue plantada por uno de los peticionantes que vinieron a verlo. “El auto del jeque quedó totalmente destrozado por la explosión”, dijo un oficial de policía de Ramadí, Ahmed Mahmoud al Alwani. Dando una versión diferente del asesinato, el vocero del ministro de Interior dijo que una bomba al lado del camino había matado a Abu Risha. Poco después un segundo cochebomba explotó.
“El cochebomba había sido instalado por si la bomba del camino no alcanzaba al convoy”, dijo el vocero del Ministerio de Interior, Maj-Gen Abdul-Karim Khalaf. Añadió que el Ministerio de Interior planeaba construir una estatua de Abu Ri-sha como un “mártir” en el lugar de la explosión. Pero las estatuas, como los políticos vivos, a menudo tienen corta vida en Irak. La muerte de Abu Risha destaca cómo la Casa Blanca y el general Petraeus han escogido cuidadosamente la evidencia para probar que es posible cambiar la corriente en Irak. Por ejemplo, han dado la impresión de que algunos líderes tribales sunnitas se vuelven en contra de Al Qaida en Anbar y en partes de Diyala y Bagdad, en un punto de inflexión en la guerra.
En realidad, Al Qaida es sólo una pequeña parte de la insurgencia. Al Qaida se dedicó mayormente a horribles y crueles ataques con bombas sobre civiles y policías chiítas y apuntó al ejército de Estados Unidos sólo como un objetivo secundario. La masa de los insurgentes pertenece a grupos que son nacionalistas y militantes islámicos que han luchado contra la ocupación de Estados Unidos. Era muy improbable que se quedaran tranquilos mientras Estados Unidos declaraba la victoria en su bastión principal en la provincia de Anbar.
No hay duda de que Abu Risha llenó una necesidad y habló en nombre de muchos sunnitas que eran hostiles y estaban asustados por Al Qaida. Su odio surgió no tanto de los ataques a los chiítas como de la organización que Al Qaida estableció el año pasado, llamada el Estado Islámico de Irak, que busca tener el control total de las áreas sunnitas. La importancia del asesinato de Abu Risha es que nuevamente destaca la diferencia entre la sangrienta realidad de Irak y la forma en que es presentada por la administración de Estados Unidos.
La muy publicitada visita de Bush a Anbar puede haber sido la sentencia de muerte de Abu Risha. Hay muchos sunnitas que odian a Al Qaida, pero muy pocos que aprueban la ocupación de Estados Unidos. Al dar la impresión de que Abu Risha era uno de los mejores amigos de Estados Unidos, Bush se aseguró que algunos de los hombres más peligrosos del mundo intentaran asesinarlo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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