Miércoles, 5 de marzo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Mario Wainfeld
Conseguir apoyo a una moción de repudio a Colombia en la OEA es una misión imposible. El principal aliado de Estados Unidos en la región (el pato rengo George Bush dixit) cuenta con el escudo protector de muchos países, en especial de Centroamérica, muy influidos en su economía, su política y hasta su idioma por la principal potencia del mundo.
El justo reclamo ecuatoriano sufrió el revés que estaba descontado. Nadie podía imaginar otro desenlace. La convocatoria producida de arrebato por el chileno José Miguel Insulza tenía una finalidad más accesible: una cumbre de cancilleres cuya fecha quizá pueda fijarse hoy. Tampoco será la solución definitiva, más vale. A esta altura no existe una panacea, ni es imaginable desactivar todo de un día para el otro. Alvaro Uribe, bajo la sombra de la mayor potencia del mundo, pone en jaque la paz en la región. Hillary Clinton y Barack Obama, precandidatos demócratas, lo avalan ciento por ciento. La transversalidad en acción, de cara a una violación flagrante a la soberanía de otro país.
- El mejor aliado: Néstor Kirchner ya lo había filiado en la Cumbre presidencial de Mar del Plata, aquella en la que con Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez se plantaron en el “No al ALCA”. El mexicano Vicente Fox había llegado como el gran paladín de los aliados de Washington. Su rol fue opaco, desleído. La bandera fue blandida con mejor convicción por el presidente colombiano. “Uribe es un cuadro de la derecha”, calibró su entonces colega argentino.
En otro tiempo y otra geografía (el año pasado, en la selva colombiana), Kirchner y el canciller Jorge Taiana también vieron, de cuerpo presente, la pulsión que ponía Uribe para trabar el proceso de ayuda humanitaria para liberar a rehenes de las FARC. El bombardeo sobre suelo ecuatoriano quizá fue inesperado. La direccionalidad de Uribe, no.
- Un virtual compañero: Rafael Correa, presidente de Ecuador, genera otra empatía en el primer nivel del gobierno. Algunos funcionarios, los menos, lo conocían naranjo. Otros lo trataron casi coetáneamente con su sorpresiva victoria electoral. Correa (un católico militante que se terminó de educar en el pináculo de las universidades norteamericanas, discípulo de escuelas neokeynesianas) les calza bien a todos. Piensan que también es un cuadro, pero con otras inclinaciones. Un importante integrante del gabinete especuló tiempo atrás con Página/12: “Si hubiera vivido acá, hubiera militado en la JP. Familia acomodada, rebeldía, formación cristiana virada a la izquierda...” Los contrafactuales dan para todo, también para subrayar afinidades intuidas.
Más allá de los juicios previos, en la Rosada se valoró positivamente la respuesta de Correa, quien defendió la soberanía de su país apelando a la gestualidad diplomática más severa. “Rafael –comenta alguien con oficinas en la Rosada– no irá más allá. Debe preservar la paz, sería una locura embarcar a su país en una aventura.” La economía ecuatoriana –hacen cuentas sencillas en Cancillería– depende básicamente de las exportaciones de petróleo, de frutas y de las remesas de los emigrantes. “Arriesgar aunque sea una balacera en la zona fronteriza por donde pasan dos importantes oleoductos sería un disparate.”
Correa comienza una gira en pro de solidaridad. Aspira a ponerle broche con un acto masivo el jueves 13 en el señorial Palacio Carondelet de Quito, reclamando la paz rodeado representantes de la sociedad civil de todo el mundo.
- El imán de los medios: ¿A quién miran los medios de todo el mundo si estalla un conflicto serio entre Ecuador y Colombia? Paradoja sólo aparente: al venezolano Hugo Chávez. Cuestión de visibilidad, premio al protagonismo, a la capacidad de incitar amores y odios.
Uribe perpetró un crimen internacional, Correa respondió velozmente. Chávez habló más tarde y más fuerte, dio instrucciones por TV, sus generales (frente a las cámaras) se mandaron a cumplirlas.
Creativo, protagónico, torrentoso, el presidente bolivariano le roba cámara a cualquiera. Su extroversión desconcierta a sus mejores aliados. “Las FARC lo necesitan –explica un argentino que acompañó en la misión humanitaria a Kirchner–, le tienen confianza. Pero el secretismo integra su lógica. La verborragia de Chávez les complica la vida y hasta el entendimiento: llega un punto en que no lo comprenden.”
Los Kirchner y Lula a veces se han divertido con las salidas de Chávez. A veces se molestaron. En la Cumbre de Mar del Plata, Néstor Kirchner y Lula pudieron ponerle dique y cauce. Pero en estas horas tensas, la pirotecnia de Chávez hace fruncir ceños a la primera línea del gobierno argentino. “Correa es más centrado, arremete menos. Hugo tensa demasiado”, confiesan muy cerca de la Presidenta.
- Necesidad y urgencia: La inusual paz en la región, con alteraciones mínimas, se prolonga desde hace años y sustenta el proceso de integración más decidido de las últimas décadas, al que Brasil y Argentina apuestan muchas fichas. La implantación de regímenes democráticos en casi todos los países dotó de mayor racionalidad las relaciones con los vecinos. La alteración de los términos del intercambio dinamizó procesos de crecimiento en la mayoría de las naciones y alienta la búsqueda de paz, comercio y cooperación.
También contribuyó bastante que Estados Unidos haya centrado su política internacional en Medio Oriente, a partir del 11-S.
La región sigue siendo la más desigual del planeta y, sencillamente, no puede darse el lujo de renunciar a ninguna de esas ventajas diferenciales imprescindibles para ir paliando feroces injusticias. Preservar ese contexto es el cometido de los principales países del Mercosur, Brasil y Argentina. No es su primer intento: aunque muchos no lo registren, han venido sustentando una etapa de paz y racionalidad en un rincón del orbe tradicionalmente alejado de Dios y, desde hace unos años, bastante distante de Estados Unidos.
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