Miércoles, 5 de marzo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Washington Uranga
El peor análisis que se puede hacer sobre la situación de tensión que tiene por principales protagonistas a Colombia, Ecuador y Venezuela es el de la simplificación que lleve a determinar buenos y malos, verdadero y falso. En cada una de las afirmaciones de los actores hay parte de verdad y en todos los casos se encubren intereses políticos, búsquedas de poder y actitudes oportunistas. Lo mismo sería pensar que las contradicciones que dan pie a la situación actual se limitan a conflictos económicos y de poder entre los tres países. Se trata de un problema de índole regional, con protagonistas e intereses que van más allá de los límites regionales.
Algunas de las consideraciones sobre los actores y el escenario que pueden tenerse en cuenta a la hora del análisis.
- La guerra: No se justifica por ningún motivo. Una escalada belicista de los tres países directamente involucrados no haría sino agravar la situación y de ninguna manera serviría para reacomodar el cauce de la justicia. Esto no significa que no haya existido por parte de Colombia una violación a la soberanía ecuatoriana. Todo parece indicar que el atropello que culminó con la masacre del grupo de las FARC existió. Probablemente no es menos cierto que tanto el gobierno de Ecuador como el de Venezuela estaban al tanto de las operaciones que desde sus territorios vienen llevando adelante miembros de las FARC.
- Las víctimas: Mayoritariamente son siempre las mismas. En primer lugar: los miles de campesinos muertos y desplazados de sus hogares. Es verdad que el secuestro de Ingrid Betancourt llevó a la primera plana de la información mundial las circunstancias de los rehenes de las FARC. No menos cierto es que esa situación no es nueva y que junto a rehenes prominentes hay miles de campesinos anónimos transformados en rehenes del conflicto mismo, porque no pueden decidir sobre su propio destino y quedan a merced de un conflicto que los mantiene atrapados y sin alternativas.
- Alvaro Uribe: El presidente de Colombia es ideológica y prácticamente un belicista. Desde que asumió por primera vez el gobierno se propuso derrotar militarmente a las FARC. Ha contado siempre con el respaldo económico y militar de Estados Unidos. Pese a ello la tarea no le ha resultado fácil y los guerrilleros lograron, a la luz de los cambios políticos en la región y de su acercamiento a Hugo Chávez, abonar el clima de hostilidad política y sensación de aislamiento regional para Uribe. Pero eso no se corresponde con la imagen interna. Uribe no sólo logró ser reelecto por amplio margen, sino que goza de mucho respaldo ciudadano porque supo restituir en buena parte del país el orden público y la autoridad del Estado. Muchos colombianos y colombianas le agradecen a Uribe poder circular por las carreteras y caminar por las calles con cierta tranquilidad. Aunque subsisten zonas muy vastas en las que la guerrilla y el narcotráfico siguen ejerciendo dominio y control territorial. Uribe es, al mismo tiempo, el más claro vocero de los intereses norteamericanos en la región y fiel ejecutor de la estrategia que, en todos los sentidos, se traza desde Washington. Frente la posibilidad de una derrota política ante las FARC, a Estados Unidos y al propio Uribe les puede convenir desviar el frente del conflicto hacia Chávez y Correa, sacando del medio a la guerrilla. Uribe nunca estuvo de acuerdo en negociar con las FARC. Asesinar a Reyes tiene el propósito de frustrar los diálogos en curso y de los que no estaba participando.
- Hugo Chávez: Es difícil negar las pretensiones de liderazgo regional que tiene el mandatario venezolano. Si a sus convicciones ideológicas y a su posición antiimperialista se suman también el despliegue de su personalidad y la forma que tiene de afrontar los conflictos no es difícil entender las razones por las que ha convertido a Uribe en su principal enemigo público. Las FARC son también un ariete contra Uribe, porque socavan su poder y lo muestran como un mandatario que no es capaz de ejercer control sobre su propio territorio. Alguien podría decir que a Chávez la viene como anillo al dedo alimentar la idea del enemigo externo para disimular ciertas dificultades internas.
- Rafael Correa: Está atrapado por la situación. No puede admitir la prepotencia de Uribe y los métodos bélicos alentados por Estados Unidos que no reparan en el derecho y en los principios, siguiendo el camino trazado por George Bush para demoler el derecho internacional. Por convicción, pero también por necesidad tiene que mantener una posición de firmeza frente a la prepotencia del colombiano. También por necesidad se ve obligado a sostener su alianza con Chávez y a pasar por alto la presencia de las FARC en su territorio. Si no es a pedido del venezolano, es porque en Ecuador, un país que sigue siendo pobre a pesar de sus recursos, quedan muchas divisas como resultado de las operaciones clandestinas del grupo insurgente colombiano.
- George W. Bush: Es el protagonista que actúa desde fuera del escenario. Como principal aliado y soporte (ideológico, político, económico y logístico de Uribe) y como enemigo declarado de Chávez. Poco le importaría al presidente norteamericano alentar otro conflicto bélico fuera de sus fronteras ahora con el múltiple pretexto de acabar con las FARC, combatir el narcotráfico y ponerle un freno a Chávez. Probado está que, aun más allá de los resultados, para Bush lo más fácil y lo que considera más lógico es usar todo el poder de la fuerza para imponer su modo de entender las cosas. Y no le viene mal introducir focos de conflicto para generar fisuras en una región que ha buscado en los últimos tiempos la unidad sobre la base de coincidencias políticas y en las que Chávez aparece cada vez con mayor protagonismo sentado sobre los barriles de petróleo.
- Las FARC: El grupo armado colombiano, nacido al amparo de las luchas liberacionistas latinoamericanas de hace casi medio siglo, ha perdido claramente el rumbo y el sentido de su accionar. Más allá de que mantiene la verborragia revolucionaria de sus proclamas, sus acciones hablan de un modus operandi que está fundamentalmente encaminado a la subsistencia económica y militar de la organización. Para ello no sólo se apartó de los principios que le dieron vida, sino que incurre en violaciones a los derechos humanos impensables dentro de los códigos de los movimientos guerrilleros de antaño. Y no se trata sólo de los secuestros seguidos de tortura y de las alianzas con el narcotráfico, sino de la privación de la libertad a la que se encuentran sometidos de hecho muchos habitantes de los territorios que controlan. Sin embargo, para muchos las FARC representan todavía la avanzada de un cambio revolucionario. Al convertirse en su interlocutor Chávez les permitió a las FARC salir de su aislamiento en la selva.
- Los paramilitares: Aunque no hayan estado en el primer plano en estos últimos días son parte del conflicto. Porque representan intereses económicos vinculados con el negocio de las armas y el narcotráfico, y porque tanto Uribe como Bush los han utilizado para sus propósitos. De hecho contaron con el amparo de Uribe en una retirada que nunca se terminó de concretar realmente. Tienen además estrechos contactos con las fuerzas armadas colombianas y muchos infiltrados en sus filas. Se benefician económica y políticamente de la situación.
- El narcotráfico: Nada se podría entender sin la presencia de este ingrediente. Los narcos también controlan territorio. Para Estados Unidos es una preocupación permanente. No sólo por lo que sostiene públicamente (el combate contra la droga), sino por lo que no admite pero sigue estando en la órbita de sus intereses: los volúmenes de dinero que manejan los narcotraficantes y el traspaso de parte de esos fondos a la industria bélica que es gran negocio del país del Norte. Pero si Uribe tuvo la posibilidad de llegar hasta donde llegó en Colombia, en eso ha tenido que ver también el flujo de divisas con que el narcotráfico alimenta la economía colombiana. El vínculo de las FARC y, en general, de todos los grupos armados colombianos (de cualquier signo ideológico) con el narcotráfico hoy es innegable. La droga es una forma de financiación de la violencia.
- La muerte: Continúa siendo lo único terriblemente real, cierto y palpable. La historia contemporánea de Colombia y de la región está sembrada de atentados contra la vida. Más que un país violento se podría decir que Colombia es un país habitado por víctimas de la violencia. Cualquier misión humanitaria que se intente tiene que tener en cuenta la complejidad del contexto para buscar soluciones creativas y a largo plazo, con el compromiso de todos los actores de la región más allá de los directamente involucrados. Tomando en cuenta también las numerosas iniciativas de paz sembradas en Colombia por la sociedad civil. Todo lo demás serán apenas fuegos de artificio para anunciar más muertes.
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