Martes, 17 de noviembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EN 1989 NACíA EL PRIMER GOBIERNO NO COMUNISTA
Por D. G.
Desde Praga
Como en toda Europa del Este, el ’89 fue un año crítico. Una a una, fueron dándose reformas en cada uno, las más de las veces pacíficas, paulatinas pero veloces. La más estridente fue la rumana. El 17 de diciembre el presidente Nicolae Ceausescu ordenó al ejército disparar contra una marcha que se realizaba en Tomisoara. La reacción fue inmediata y las protestas se multiplicaron hasta llegar a Budapest. El 22 de diciembre las fuerzas armadas se aliaron con los manifestantes y Ceausescu quedó solo. El 25 fue condenado y ejecutado por un tribunal militar.
Pero todo comenzó en Polonia, donde el sindicato Solidaridad encabezado por Lech Walesa realizó varias huelgas en el verano de 1988 que obligaron al gobierno a negociar. En abril del ’89 el Ejecutivo debió reconocer la legalidad del sindicato y la incorporación de reformas políticas. Con las elecciones de junio nació el primer gobierno no comunista de Europa del Este desde 1945.
En Hungría el giro lo llevaron adelante los mismos reformadores del partido. En 1988 expulsaron a Janos Kadar del poder y en la primavera del año siguiente se estableció el multipartidismo. A lo largo del ’89, el primer ministro Miklos Nemeth fue el primero en desmontar la Cortina de Hierro al permitir las migraciones hacia el mundo capitalista. En 1990 llegaron al poder los anticomunistas.
Hace pocos días se conmemoraron con pompas y glamour los también veinte años de la caída del Muro de Berlín y, con él, la debacle de la República Democrática Alemana (RDA). Si bien el proceso empezó antes y terminó después, el derrumbe de la RDA fue todo un símbolo. No sólo por la expresión física de la Cortina de Hierro que representaba, sino también, y principalmente, porque la RDA era el bastión industrial del socialismo en la Europa del Este. Tan es así que en Alemania resistieron con esmero cualquier vocación reformista (tanto la perestroika como la glasnost) que proponía la nueva generación dirigente rusa. La sensación era que si Berlín resistía, las rebeliones en los países menores podían considerarse meras escaramuzas. Pero no. Cayó la RDA y al día siguiente un golpe interno en el partido búlgaro tumbó a Todos Zhivkov y llevó al poder a Petar Mladenov, un comunista que avanzaría con las reformas dándole cuerpo al “otoño de las naciones”.
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