EL MUNDO › EE.UU. ARRESTO AL AUTOPROCLAMADO ALCALDE DE BAGDAD

“Gobernador” desgobernado

 Por Eduardo Febbro

Ayer a la mañana, cuando el autoproclamado gobernador de Bagdad se paseaba con sus seguidores por los pasillos del Hotel Sheraton, no sospechó nunca que al caer la tarde estaría en la cárcel. Antes de ser arrestado por las fuerzas norteamericanas, Mohamed Mohsen Zubaïdi dialogó con Página/12. Con un entusiasmo que contrastaba con la situación real, Zubaïdi adelantó sus proyectos y prioridades para la ciudad y pareció no estar enterado de que los norteamericanos pondrían rápidamente fin a su efímero mandato. Junto a siete de sus colaboradores, Zubaïdi fue arrestado y conducido fuera de Bagdad.
Según la versión oficial del comando norteamericano, Mohamed Mohsen Zubaïdi fue arrestado por “ejercer una autoridad ilegítima”. Los términos con que Estados Unidos se refiere a él son de una dureza que traduce la potencia de la cocina interna por la instalación de un poder. Los norteamericanos lo acusan de haber “usurpado el poder” escribiendo cartas a diversas personas y organismos de los sectores de la energía, el suministro de agua y los servicios bancarios intimándolos a que no reanuden sus actividades sin autorización de su parte. El nuevo ya ex alcalde de Bagdad había despedido a personas de una compañía eléctrica para reemplazarlas por un equipo cercano a él. Según los aliados, “los esfuerzos realizados por Zubaïdi para sacar provecho político y personal de la situación hicieron necesaria la intervención de las fuerzas de la coalición”. Visiblemente, los administradores norteamericanos de Irak no están dispuestos a tolerar que se tomen decisiones sin su previa autorización.
Pero es lícito reconocer que la elección de Mohamed Mohsen Zubaïdi al puesto de gobernador de Bagdad se llevó a cabo en condiciones poco transparentes. A mediados de abril, Zubaïdi apareció en el vacío escenario político diciendo que había sido electo a la cabeza de un consejo de transición encargado de administrar la capital por delegados que representaban a los líderes religiosos chiítas, sunnitas y cristianos, universitarios, escritores y periodistas. Nunca precisó dónde y cómo esa elección se había llevado a cabo pero nombró enseguida 22 comisiones encargadas de los campos más críticos, como salud, educación, industria, agua, electricidad. El problema de la legitimidad de Zubaïdi se planteó en cuando llegó a Bagdad el administrador civil de Irak, el norteamericano Jay Garner, quien no lo reconoció. Zubaïdi, ex miembro de la oposición en el exilio pasó muy poco tiempo en el poder y, curiosamente, en los mismos hoteles habitados por quienes más tarde lo detendrían. La detención de Zubaïdi pone punto final a la única iniciativa asumida sin la autorización norteamericana. Su alejamiento tal vez se explique mejor cuando se sabe que las fuerzas norteamericanas se pusieron de acuerdo con un equipo de expertos iraquíes, entre los cuales muchos de ellos sirvieron bajo el régimen de Saddam, para administrar la capital.

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