EL PAíS › IZQUIERDA UNIDA CRECIO, EL PO NO LLEGO A UN PUNTO

La izquierda, con cifras pobres

Walsh se dio por satisfecha con un resultado “modestamente bueno”, que casi duplicó el de 1999. Altamira adelantó que su partido estudiará ir al voto en blanco o a la abstención. Echegaray se alegró de ver “el fin del bipartidismo” y “la fragmentación del sistema burgués”.

 Por Eduardo Tagliaferro

“Decíme que no gana Menem en primera vuelta, por favor”, repetía con cierta desesperación una dirigente trostkista. Por sí sola la frase describe el clima dominante en uno de los partidos de izquierda que ayer proponía votar obreros y no patrones. Lejos de ese estado de ánimo, en el centro de cómputos de Izquierda Unida había cierto optimismo. “Estamos satisfechos. El resultado es modestamente bueno”, dijo a este diario Patricia Walsh, cuando los guarismos oficiales señalaban que la coalición rondaba el 1,77 por ciento de los votos en todo el país, superando holgadamente el 0,89 que habían alcanzado en la última presidencial. Lo concreto es que las cifras alcanzadas por la izquierda fueron pobres y que este sector quedó prisionero de la brutal presión mediática que llevó a varios electores a recurrir al denominado “voto útil” como alternativa a un escenario que presentaba a dos de los más duros propagandistas del orden y de la derecha más dura en el ballottage.
La alegría de IU no era desbordante y la propia Walsh lo resaltó cuando le dijo a Página/12: “Este es un país que no admite la euforia”. En los cálculos previos, los miembros de la coalición que reúne al Movimiento Socialista de los Trabajadores, al Partido Comunista e independientes especulaban que su fórmula presidencial se ubicaría en los seis primeros lugares. Las cifras oficiales no los dejaron muy lejos de eso. Cuando los números todavía no eran definitivos y todo transcurría a un ritmo frenético, Walsh sostuvo que “era correcto presentarse a dar la batalla electoral y así lo demuestra el escaso, casi nulo, voto en blanco y el alto porcentaje de afluencia de votantes”.
No hay que esforzarse mucho para descubrir entre líneas el mensaje de la candidata a Luis Zamora, uno de los dirigentes de izquierda que convocó a impugnar el voto con la leyenda nacida al calor de la rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001: “Que se vayan todos”.
Walsh también adelantó la decisión de Izquierda Unida en la segunda vuelta electoral: “No vamos a elegir entre Drácula y Frankenstein. Impulsaremos el voto en blanco”. En una línea similar se pronunció el líder del Partido Obrero, Jorge Altamira, quien adelantó que “mañana su agrupación estudiaría los guarismos” y no descartó optar entre “el abstencionismo o el voto en blanco”. Al cierre de esta edición, el PO alcanzaba el 0,76 por ciento de los votos en todo el país. Esa cifra lo llevó a Altamira a declarar ante la agencia Télam que “estas elecciones desprestigian pero no encharcan la lucha social”.
Lejos de ser motivo de comparación, las cifras legislativas de las elecciones de 2001 muestran que en la Ciudad de Buenos Aires Izquierda Unida obtuvo el 7,08 por ciento de los votos y la agrupación Autodeterminación y Libertad que postuló a Zamora como diputado obtuvo más del 10 por ciento del total de votos emitidos. Tan cierto es que los comicios parlamentarios suelen mostrar un mejor escenario para la izquierda, como que esta elección no muestra con claridad las verdaderas tendencias de un país que aparece lejos de encontrar su rumbo.
Para Patricio Echegaray, secretario general del PC, “sería un error hacer un balance de esta elección a partir de los números”. Para el dirigente comunista, “en esta elección se discutía si se iba a reagrupar o fragmentar el sistema de dominación”. Visto de esta manera, Echegaray concluye que “estamos ante un hecho histórico, que es la fragmentación del sistema burgués. El próximo presidente será el sepulturero del viejo sistema, tal como Luis Herrera Campín, sucesor de Carlos Andrés Pérez, enterró el bipartidismo en Venezuela”.
Mientras que en la sede del PO adelantaban que una de las principales cuestiones que analizarán a partir de hoy “es cuánto resistió nuestro voto”, en Izquierda Unida Echegaray no dudó en decir que “nuestro voto resistió a la campaña del mal menor”. No lo dice, pero está hablando del voto a Néstor Kirchner como alternativa para impedir el triunfo de Carlos Menem.
En varios puntos del país, Izquierda Unida se ubicó en el sexto lugar, superando al socialista Alfredo Bravo y largamente al radical Leopoldo Moreau. Al cierre de esta edición, esa tendencia se verificaba en Ciudad de Buenos Aires, donde alcanzaban el 2,93 por ciento; Avellaneda, donde obtenían un 3,25; Berazategui, con un 3,40; Almirante Brown, con un 3,11; San Isidro, con un 2,02 y Morón, con un 2,91. El promedio de IU en el Gran Buenos Aires se ubicaba en el 2,85 por ciento, superando a Bravo que alcanzaba el 1,21 y al radical Moreau, que promedió un 0,67 en la región.
Al igual que el resto de las fuerzas políticas, la izquierda deberá debatir las estrategias futuras. “La izquierda sigue teniendo abierta una posibilidad. Tiene que vencer su dogmatismo y sus límites. Construir la unidad de la izquierda para lograr la unidad de todos los damnificados por el sistema capitalista”, concluye Echegaray.

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Walsh fue fiscal de mesa en una votación que la dejó moderadamente satisfecha con el resultado.
 
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