En la reunión que habían tenido en febrero acordaron verse una vez por mes para ir monitoreando los temas en los que el gobierno nacional puede trabajar junto al de la ciudad de Buenos Aires. Como consecuencia de ese compromiso, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, visitará mañana a las 12 al jefe del Gobierno porteño, Mauricio Macri. Aunque la expectativa del macrismo está puesta en instalar nuevamente la cuestión del traspaso a su jurisdicción de la Policía Federal, para la Casa Rosada el asunto ya está clausurado y quiere centrarse en la ayuda que pueda darle para concretar obras públicas postergadas, cuya necesidad se potenció después de las última inundaciones.

La reunión se acordó ayer por la tarde, luego de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le confirmara a Fernández que no era necesario que viajara con ella a Venezuela y a la Cumbre del Grupo Río en República Dominicana, con una agenda bien encaminada allá y varios asuntos importantes que resolver aquí.

En su mensaje de inauguración de las sesiones de la Legislatura local, Macri reiteró el sábado pasado que si el gobierno nacional no le traspasa la Policía Federal con el presupuesto incluido, comenzará a desandar el camino para financiar la creación y sostenimiento de su propia policía. Desde la Casa Rosada le dicen que difícilmente las provincias se avengan a votar en el Congreso el traspaso de recursos a la ciudad. Macri, en réplica, sostiene que si el Ejecutivo quisiera, haría votar la ley. Una polémica difícil de dirimir, salvo que se haga una encuesta secreta entre los parlamentarios, a quienes en cuestiones de esta índole a veces les renace el espíritu federal que mira de reojo a la Capital Federal.

En el almuerzo que compartirán en la Jefatura de Gobierno, el jefe de Gabinete le repetirá a Macri que la cesión de la policía es inviable, pero que sí puede darle apoyo en los avales que necesita para obtener créditos del BID y otros organismos financieros internacionales para arremeter con obras públicas, según pudo saber Página/12.

La titular de la Auditoría porteña, la kirchnerista Sandra Bergenfeld, presentó ayer un informe según el cual la falta de obras necesarias para evitar las inundaciones se debe a la subejecución de las partidas, la falta de aprobación de pliegos, cálculos equivocados en los presupuestos y el no haber cumplido con el Plan Director de Ordenamiento Hídrico, entre varias calamidades más. Pese a eso, desde el Gobierno se cuidaron de no culpar a Macri por las inundaciones y se pusieron en el rol del que está dispuesto a ayudar.

De todas maneras, no sólo hablarán de policías, inundaciones y obras. También rondará el tema del traspaso progresivo del fuero penal de la Justicia nacional a la ciudad y de los terrenos que Macri desea que le ceda el Onabe, el órgano que administra los inmuebles del Estado nacional.

Si el almuerzo no es del todo formal, quizá se crucen alguna chicana por la situación incómoda en la quedó Macri al tener que reasumir la presidencia de Boca Juniors. Posiblemente el jefe de Gabinete no se abuse de los comentarios críticos con los que los oyentes adornan los programas de radio diciendo que descuida la ciudad para presidir Boca. En cambio, dicen que Macri se sale de la vaina por decirle que ve la mano del Gobierno en el fallo que invalidó las elecciones del club y lo obligó a volver a sentarse en su viejo despacho de la Bombonera.

Tanto Fernández como Macri esperan sacarle provecho político al encuentro. Para Macri es una oportunidad de mostrarse gestionando, pensando más en la ciudad que en Boca y sentando a su mesa a uno de los hombres con más poder en el gobierno nacional. Para Fernández es una buena ocasión para mostrar que la administración kirchnerista puede hacer aportes para mejorar la vida de los porteños, aunque la mayoría de sus votantes le hayan sido esquivos en las elecciones y que esa actitud cobre una significación mayor al ser él mismo presidente de justicialismo en la Capital Federal.