Domingo, 31 de agosto de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Oscar R. González *
Cuando en la mañana de ayer el cáncer se lleva de entre nosotros a Jorge Tula, ese entrañable compañero de aventuras políticas e interlocutor obligado en el debate de cada una de las novedades del mundo de las ideas, un vacío insondable pero a la vez vertiginoso nos deja sin palabras pero inunda de imágenes. Son las de esa figura recia y corazón generoso que tuvimos la suerte de frecuentar durante las últimas tres décadas y que nos permitió disfrutar –y aprovechar– no sólo de su lucidez intelectual sino, lo que es más, de una amistad a toda prueba.
El Negro Tula, nacido en aquella Catamarca que él añoraba aún habiéndola dejado para convertirse en cordobés por adopción, fue para no-sotros, los exiliados en México y los socialistas de la Argentina, una referencia ineludible a la hora en que se impone ese ejercicio escasamente visitado por la acción política que es pensar.
Apasionado por los autores italianos –era devoto de Gramsci y había colaborado en el Diccionario de Política de Norberto Bobbio–; por el debate intelectual –fue cofundador de Pasado y Presente, La Ciudad Futura y también del Club de Cultura Socialista–; por la acción concreta –fue concejal porteño y dirigente del Partido Socialista–, Tula nos condujo por el camino de la reflexión y nos hizo entender que en toda disputa conceptual son importantes la buena fe y la razón abierta. Era, en eso y en muchos otros temas, discípulo directo –y amigo entrañable– de José Aricó y Juan Carlos Portantiero.
Tenía claro, sin embargo, que la política no sólo era un conjunto de preceptos más o menos fundados en ciertas teorías sino, también, una actividad donde la solidaridad era esencial: así, nos acompañó activamente tanto en determinaciones que compartía plenamente como en otras que no lo convencían del todo.
Fanático de Boca –eran famosos sus entredichos con Alfredo Bravo, hincha furibundo de River, a quien asesoró durante años en el Congreso–, tenía la paciencia y el gusto de alentar la formación de los jóvenes socialistas, que lo querían como a pocos y, en los últimos tiempos, se dedicó a relanzar la histórica colección El Pequeño Libro Socialista.
Ahora, cuando apenas se está yendo, ya lo echamos de menos y su recuerdo nos alienta a seguir adelante.
* Ex secretario general del PS. Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete.
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