EL PAíS › OPINION

Lo que el papel se llevó

El primer saldo del acuerdo con las entidades agropecuarias. Las fisuras, en tiempos de paz. La oposición, su target favorito, su táctica para el Congreso y después. Cuestiones de recursos para cuando termine el verano.

 Por Mario Wainfeld

El acuerdo firmado entre representantes del Ejecutivo y de las entidades agropecuarias distiende el conflicto, dentro de lo posible, más que ninguna acción anterior. La presencia presidencial fue decisiva, consagrada a buscar un avance en la situación y no sólo una defensa discursiva de sus razones. Su autoridad se hizo sentir, no sólo por vía del antagonismo sino por orientar un rumbo menos trabado.

La autoridad presidencial fue una de las características que más venía diferenciando (a la baja) al gobierno de Néstor Kirchner del de su sucesora.

En Tartagal (con mucha filmación y foto) y en el cónclave del martes (del que no se reprodujeron imágenes) Cristina Fernández se expuso en una doble acepción: demostró estar donde era necesaria y se arriesgó. Puso el cuerpo e hizo uso sensato de su poder, sin resignarlo. No fue la media en lo que va de su mandato, bueno es que empiece a ocurrir.

Por añadidura, medio de chiripa seguramente, la Mesa de Enlace vivió su mayor trance de antagonismo interno. Y la oposición política de centroderecha (la de mayores virtualidades para enfrentar en las urnas al Frente para la Victoria), también vivió su rato de desconcierto.

El Gobierno sumó varios porotos pero no se quedó con todos los réditos: si se cumple lo pautado, se aliviará la situación de muchos productores, con repercusión en varias provincias. Los ruralistas no pararán de despotricar pero muchas de sus demandas han sido acogidas y una parte de sus bases (que no son sólo los autoconvocados visibles en las rutas) sentirá mejoría en la víscera más sensible.

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Si se reabren con presteza las exportaciones de carnes, posiblemente mejore la situación fiscal. No hablamos de un pase mágico, que no hubo, sí de un avance en distintas variables. Una pregunta inquietante surge presta: ¿qué hubiera pasado si esta movida se realizaba en mayo o junio del año pasado? Los contrafactuales son incorroborables, por definición y claro que es muelle dedicarse a ellos. Pero cuesta imaginar un escenario retrospectivo de ese jaez que no fuera mejor que el actual para el Gobierno, para el protagonismo estatal en la economía, para la convivencia interior.

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Los dirigentes ruralistas, en especial los firmantes, se preguntan si el Gobierno cumplirá con lo que firmó. Página/12 transmite esa pregunta a los funcionarios más concernidos en la implementación de las medidas. Hablan por separado, las respuestas llegan en canon “Cristina nos ordenó que le metiéramos pata, estamos trabajando a cuatro manos”, cantan de a uno en fondo. En segunda aproximación, en voz baja, añaden que esperan que no surjan ripios desde el interior del Gabinete: que Guillermo Moreno no haga de las suyas, que las promesas se perciban en las pizarras y los bolsillos de los productores. Los recelos sobre el híper secretario no son monopolio del agro, también cunden en muchos de sus compañeros de gestión.

Lo pactado tiene pinta de interesar a las dos partes, a quienes no tiene por qué unir ni el amor (imposible) ni el espanto, sino un espacio de intereses compartidos. El deseo, diría un poeta. El vil metal crucificaría un cínico.

En la Casa Rosada y zonas linderas se piensa en la recaudación. La cosecha de soja en meses sucesivos, avizoran funcionarios que conocen el espinel, puede dejar pasable rinde sobre todo si sigue lloviendo y el dólar trepa, sin estrépito pero sin pausa. Habrá buen tonelaje –auguran– y precios no menores a los de la edad dorada de 2007, si se traducen a pesos. Enero y febrero ya fueron, sin catástrofes pero con luces amarillas. Y un verano fragoroso no deja de ser un verano. En marzo vendría muy bien que las exportaciones de carne redituaran unos puñados de dólares, para eso hace falta celeridad y buena onda administrativa. Los ruralistas descreen de ambas.

La racionalidad instrumental compartida induce a considerar posible y deseable el cumplimiento de lo firmado. Lo demás está por verse.

El Gobierno tiene que precaverse de sus internas y también de sus déficit de gestión, que podrían jugarle una mala pasada. En términos prestados del derecho, su negligencia o mal funcionamiento sería sospechado de dolo.

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La estrategia de la dirigencia agropecuaria no prevé el fin del antagonismo: como máximo acuerdos parciales y treguas transitorias. Sus tácticas combinan capitalizar la actitud transigente del Gobierno, lograr medidas para sus representados sin bajar sus quejas, seguir rezongando y militar en la oposición para conseguir una victoria en octubre. En apariencia, ese horizonte no tenía por qué nublarse el martes, pero vaya si oscureció. Un ala combativa cuyo prestigio se construyó al calor del conflicto ve una amenaza en cualquier distensión. Alfredo De Angeli resucitó su vieja interna con Eduardo Buzzi, se fueron de boca ambos..., o sea, sinceraron lo que piensan. Luego, hicieron una mise en scène digna de Intrusos, los dos divos que se reconcilian: fueron tan creíbles como Moria y Graciela Alfano en esos trances.

El oficialismo a menudo procuró dividir a los ruralistas por líneas internas. No fue, para nada, su postura inicial, pero luego ensayó algunas tentativas. Por lo general fueron ostensibles, obvias en su intención. Los dirigentes “del campo” fueron astutos, preservaron la “unidad en la acción”, uno de los pilares de su fuerza. Una negociación seria los puso en mayor crisis. A primera vista, da la impresión de ser una paradoja, pero quizá sea pura lógica: la confrontación frontal, a todo o nada, “empuja” al adversario a la unidad, un escenario más sutil fertiliza alineamientos con mayor diversidad.

Eso sin contar las apetencias personales que también cuentan. Si el acuerdo da resultados positivos entre los chacareros, el Melli perderá puntos, lo que tal vez le hinche ese algo a lo que aludió Buzzi.

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No bien los medios dieron cuenta de la división entre patrones acuerdistas y combativos (las cosas que hay que ver), muchos dirigentes opositores se alinearon en consecuencia. Elisa Carrió, que preserva para sí el punto más antagónico al Gobierno, se alineó con De Angeli. La acompañaron los radicales que, antes por peso específico que por convicción, van a su zaga. Es que Julio Cobos, la gran esperanza boina blanca, elige cauces moderados y Lilita le saca ventaja en el día a día. Los socialistas vieron con desagrado esas críticas impiadosas al acuerdo: Hermes Binner y Miguel Lifschitz lo elogiaron. Son sensatos, deploran la estridencia, tienen responsabilidades de gestión, conocen el valor de la gobernabilidad. Además, susurran en torno del gobernador santafesino, la secesión de Carlos Reutemann abre una perspectiva de triunfo electoral ante “los dos peronismos”. No hay motivos para convulsionar una coyuntura propicia, en ese sentido. Los socialistas tampoco estallaron en aplausos cuando Carrió y Alfonso Prat Gay mocionaron volver a endeudarse con el Fondo Monetario Internacional. París bien vale una misa (por eso no hay réplicas) pero no tamañas apostasías, máxime porque Binner sigue creyendo en su proyección nacional, con asiento en votantes progresistas.

Con Carrió siguiendo a De Angeli, los Properonistas de Pedemonte apostaron a la Mesa de Enlace. Hubo asistencia perfecta a Expoagro (una maqueta de un proyecto de modelo de país). Los tres referentes (incluyendo los dos candidatos que se detestan, Francisco de Narváez y Felipe Solá) disputaron centimil con Julio Cobos. El vicepresidente hundió sus mocasines en el barro, barro paquete pero barro al fin.

La competencia por lo que se considera un filón electoral parte de una premisa: ese target está indiviso y es casi todo para la oposición, conseguir su mayoría es el puente de plata para ser presidenciable. Dan por hecho (sensatamente) que el oficialismo poco sumará en esos estamentos sociales y en regiones del interior de tres o cuatro provincias de la pampa húmeda.

Tanta consagración a un sector de la “burguesía nacional” es una primicia en la historia política argentina. El cronista, seguramente por sus limitaciones ideológicas, cree percibir ahí un viraje a derecha o centroderecha, como es más paquete decir. La centralidad de un colectivo patronal atrae como la miel a panperonistas (otrora más atentos a la clase trabajadora) o a panradicales (antaño más atentos con los sectores medios y medios bajos, predominantemente urbanos). El desplazamiento es una novedad en la operatoria electoral, tal vez sea una lectura sagaz de un giro social, tal vez una exacerbación excesiva de una disputa por clientela dentro del “Frente del rechazo”.

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Ese Frente, si supera discusiones de detalle, instará una ley que derogue las retenciones. Hay divergencias en los alcances de la derogación y en eventuales propuestas para cubrir el impacto fiscal. Pero seguramente el envite se hará, más allá de que es muy dudoso que dispongan los votos necesarios en Diputados. “Tienen 100, máximo”, tabulan en la bancada oficialista, con un toquecito de optimismo. En el FPV se calcula de su lado, en esta batida, a los radicales K que persisten, al Movimiento Popular Neuquino, a un puñado de partidos pequeños. Y, en este trámite que no es la Resolución 125, también al SI y a Claudio Lozano.

De cualquier forma, si la moción no tiene quórum, eso no marcará el fin sino el comienzo de la avanzada opositora. Con base en ese cuadro, insuficiente en términos parlamentarios pero revelador de cierto poderío, se seguiría con acciones políticas y directas para persuadir gobernadores, intendentes y legisladores. Habrá que ver allí cuánto apelan a recursos democráticos lícitos y cuánto tallan la prepotencia y la eventual violencia de De Angeli y sus adláteres.

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Cae agua en varias regiones, es una buena nueva en el preludio del otoño. Durante el verano, el Gobierno sostuvo bien las variables centrales de la economía, pero en su vértice superior se sabe que lo más duro está por venir. Las arcas estatales sobrellevaron el sofocón de la fuga de capitales (como en ningún otro gobierno anterior), se mantienen las reservas, el Banco Central va llevando la apreciación del dólar.

Las cifras de recaudación conocidas en estos días marcan una merma en valores reales, sensible en los impuestos a las exportaciones. Las contribuciones patronales y el IVA fueron pilares, lo que da razón al oficialismo en su obstinación por mantener los niveles de empleo y de consumo. Pero el frenazo de la economía es un hecho, cuya dimensión queda por fijarse. Algunas herramientas de emergencia no parecen colmar los objetivos apetecidos. Los fondos transferidos por la Anses a bancos privados podrían ser restituidos en los sesenta días fijados para que, con ellos, se otorgaran créditos. La demanda no responde a la oferta, mascullan en el Central y zonas de influencia. La Presidenta exhortó a bajar las tasas respectivas, habrá que ver el efecto que produce.

En un contexto denso, lo peor viene de (y pasa) afuera, hasta ahora. El Gobierno desanduvo bastante sus errores de 2008, eligió otros métodos e instrumentos, la Presidenta ganó centralidad. Beneficio colateral: el Consejo Económico social tiene ahora más plafond, el decreto respectivo se reescribe a buena velocidad, las entidades agropecuarias tendrán acceso a un borrador.

La construcción de diálogo, de puentes, de instancias donde discurran los conflictos no resiente la autoridad política, si ésta tiene libreto, mano firme y se maneja bien. Lo cortés no quita lo valiente, ni lo funcional. Esta semana hubo un ejemplo de eso, acotado pero no desdeñable.

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