Domingo, 20 de septiembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › DE LA COMISION DE AFIRMACION DE LA REVOLUCION LIBERTADORA
Fue en el Centro Naval, cuyo director hizo de anfitrión, para conmemorar el sangriento golpe contra Perón. Entre los asistentes había figuras que se hicieron notar, y mucho, últimamente.
Por Nora Veiras
“A los 93 años, falleció en esta ciudad el contraalmirante retirado Jorge Julio Alejandro Palma, el último sobreviviente de la marina revolucionaria que se alzó contra el gobierno de Juan Domingo Perón y que el 16 de septiembre de 1955 integró la Revolución Libertadora.” El 29 de abril pasado, La Nación eligió esas palabras para despedir al presidente de la Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora. Aunque ya sin protagonistas activos –la biología es implacable–, la Comisión sigue en pie y el miércoles pasado organizó un acto en conmemoración por los 54 años de “la gesta cívico-militar, que derrocó a la segunda tiranía y restauró la vigencia de la Constitución Fundadora de 1853-60”. Miles de personas murieron durante los tres días de resistencia popular al golpe. Esas víctimas no formaron parte de los discursos en el fastuoso edificio del Centro Naval, la entidad que se sostiene con el aporte de todos los oficiales en actividad y retirados de la Armada y con subsidios de hecho de la fuerza.
La invitación que circuló sigilosa entre los marinos puso como hora del encuentro las 18.30. Puntuales, los oficiales retirados se fueron congregando en Córdoba y Florida. Con muchos de los habitués –como Alfredo Astiz, Jorge “El Tigre” Acosta, Adolfo Miguel Donda Tigel– presos en Marcos Paz, la concurrencia al Centro ha ido mermando, aunque se las ingenian para seguir dándose ánimo. Esta vez, en el homenaje al golpe de Lonardi-Aramburu-Rojas fueron de la partida el almirante Edgardo Campiantico y los capitanes de navío Gustavo Ottogalli y Ricardo Horacio Aumann. Cada uno con sinuosas relaciones discursivas en la reivindicación de las sucesivas dictaduras.
Campiantico era hasta julio el director de sede de la Armada en el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Manuel Belgrano, que preside la ministra Nilda Garré. Este diario reveló que como vicepresidente del Foro de Almirantes Retirados había firmado el año pasado una declaración que sostiene que “existe una total identificación con los integrantes de la Armada condenados o sometidos a proceso por las responsabilidades de las funciones que circunstancialmente les tocó ejercer”. De inmediato, Defensa le ordenó al jefe de la Armada que le revoque a Campiantico su condición de retirado en servicio –recontratado– y lo releve del cargo por apología de la última dictadura. Con más tiempo libre, el marino se dedica al reencuentro con camaradas afines.
Ottogalli se desempeñó hasta el 2006 como subsecretario de Relaciones Institucionales de la Armada. Godoy lo tuvo que pasar a retiro porque quedó procesado en la causa por espionaje ilegal en la Base Naval Almirante Zar de Trelew. La investigación había comenzado en 2005 por la denuncia que realizó el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) a partir del testimonio del cabo Carlos Alegre, quien detalló las órdenes que recibió para espiar y seguir a políticos, sindicalistas y a distintos dirigentes sociales.
Al capitán Aumann la participación en las marchas de la activista Cecilia Pando le hizo perder, en junio pasado, su condición de retirado en servicio, un beneficio que les permite gozar del mismo sueldo que en actividad –más de la mitad que el de pasivo–. Aumann se desempeñaba entonces como profesor en la Escuela de Guerra Naval, cargo en el que continúa, aunque ahora contratado como profesor.
Fundado en 1882, el Centro Naval es el lugar tradicional de confraternidad para los marinos. Aunque cada vez más son los gerontes los únicos que se apoltronan en sus magníficos salones estilo francés, todos tienen que aportar para sostener ese símbolo de linaje. “En la Armada existen directivas no escritas de cumplimiento obligatorio, el aporte para el Centro es una de ellas: el que no cumple, lo encuentra reflejado en la foja de concepto”, explica un avezado marino. La actual conducción de la Marina fomenta esa relación a pesar de que desde el Centro Naval cuestionan que no los acompañen en la defensa de los “camaradas presos”.
Restaurante, café, baño sauna, polígono de tiro, gimnasio, peluquería, salón de lectura, consultorios médicos y de podología, gimnasio, karate, esgrima, ajedrez y bridge son algunas de las prestaciones a las que se puede acceder si se es oficial activo o retirado de la Armada. Recién en 2004, las oficiales mujeres fueron autorizadas para usar el salón de lectura. Este año, además de los descuentos virtualmente compulsivos a los oficiales, el Centro Naval recibió en especies el equivalente a 234 mil pesos de la Armada para gastos de librería y mantenimiento de las instalaciones.
El presidente de la comisión directiva del Centro es el contraalmirante Carlos Frash, quien ofició de anfitrión el miércoles pasado en el homenaje a los golpistas del ’55. El contraalmirante se mueve como pez en el agua entre los ideólogos, gestores o apologistas de los sucesivos golpes de Estado. Este año ofició también de maestro de ceremonias de la conferencia que brindó Vicente Massot, uno de los dueños del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca y ex viceministro de Defensa de Carlos Menem, que tuvo que renunciar tras reivindicar la tortura.
El alquiler de los salones para fiestas o filmaciones de publicidad les permite engrosar las arcas. Así financian también las combies que dos veces por semana parten de Córdoba y Florida a las distintas cárceles donde están detenidos los marinos presos por delitos de lesa humanidad.
La reivindicación de la rebautizada “Revolución Fusiladora” por la resistencia peronista es uno de los tópicos más repetidos entre los retirados que pueblan el Centro Naval. En la misma línea recuerdan el bombardeo de la Plaza de Mayo de junio del ’55 como “el bautismo de fuego” de la aviación naval. “Se arrojaron 9500 kg de bombas, causando la muerte a 364 personas y heridas a más de 800. Como no consiguieron bombas de alto explosivo, emplearon contra la Ciudad Abierta bombas de fragmentación de 50 kg, provocando rápidamente cientos de víctimas y daños materiales”, explican con asepsia técnica uno de los hechos más aberrantes de la historia argentina.
“Ser socio activo del Centro Naval es equivalente a ser miembro de la Armada Argentina. Todo un orgullo”, explica la página web de la institución.
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