EL PAíS › LA HISTORIA DE LA NIETA 103

La carta delatora

 Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe

Los análisis genéticos demostraron esta semana que María Pía Josefina Kerz es la hija de Cecilia Barral y Ricardo Klotzman, dos militantes desaparecidos el 2 de agosto de 1976, en Rosario. Ellos tenían 24 años. Y ella apenas cinco días cuando un grupo de tareas la entregó a una familia de la ciudad de Santa Fe con un biberón, un kilo de leche en polvo y dos cartas. Una es la confesión del crimen de sus padres: “La niña proviene de una familia que ya no existe. Nadie la reclamará nunca, debido a que no está inscripta en ningún lado. Dios valorará lo que ustedes hagan por ella”, dice la esquela que hoy revela Página/12.

Era el 21 de agosto de 1976, sábado, casi a las nueve de la mañana, cuando un Ford Falcon verde clarito estacionó frente a la casa de los Kerz, a cien metros de la Legislatura de Santa Fe y a trescientos de la Casa Gris y el Palacio de Tribunales. A bordo, llegaron tres hombres jóvenes: uno de ellos bajó, entró al living sin golpear y dejó a la recién nacida. “Esto es para usted”, le dijo a la dueña de casa, Mirta Ovidi de Kerz, que estaba en la puerta, como esperando. Su marido, Serafín Kerz, había salido temprano. Afuera, otro de los individuos amenazó con un revólver al vecino de al lado, Francisco Caminos, y lo obligó a encerrarse en su casa, aunque antes vio que arriba del auto también había armas largas. Caminos obedeció y los visitantes se fueron. A la semana, los Kerz lograron una guarda y, al año siguiente, la adopción, por consejos de la secretaria del Juzgado de Menores de Santa Fe, Margarita Stella Mayoraz, con quien “tenían trato frecuente” y solían verse en la Catedral Metropolitana, después de misa.

Antes de su fallecimiento, Mayoraz tuvo que declarar dos veces, en 2002 y 2004, en otra causa por sustracción de identidad de otra menor, hija de desaparecidos, en que le preguntaron si el Juzgado de Menores había investigado el origen de María Pía. Y ella soltó su confesión: “No, nunca lo investigamos”, dijo.

Media hora después de que le dejaran a la nena, la señora de Kerz llamó a la policía. Desde la Seccional Primera enviaron dos oficiales, Jorge Abero y José González. Abero es el mismo que después operó en el Servicio de Inteligencia (el D-2), según denunció el año pasado la organización Hijos.

La señora de Kerz les contó entonces lo que había pasado. Recordaba bien la hora: “Eran aproximadamente las 8.50”, relató. Ella “se encontraba en la puerta principal” cuando ingresó a su casa “un hombre joven, de estatura regular”, “quien dejó sobre el piso del living a una criatura de corta edad, le entregó un sobre cerrado y una hoja de papel blanco, escrita a máquina y le dijo: ‘Esto es para usted’”. Y se fue tan rápido como había llegado.

El vecino de al lado, Francisco Caminos, testigo de la escena, aportó otros datos. Dijo que el “autor del hecho” –como llamó a quien entregó a la nena– “llegó al lugar acompañado por otros dos hombres”, que lo esperaron “en el interior de un automóvil Ford Falcon, color claro”. La policía anotició entonces al juez de instrucción en turno, Angel Rafael D’Andrea, pariente del entonces subsecretario de Justicia de la provincia, Víctor D’Andrea.

A las 10 de la mañana, por orden del juez D’Andrea, la nena ya estaba en el Hospital de Niños, donde la revisaron tres médicos. Según la señora de Kerz, ella no abrió el sobre que le dejaron con María Pía. Lo abrió uno de los policías. Adentro, había otro sobre cerrado dirigido también a ella y a su marido. Y una esquela con indicaciones, que podría haber escrito el médico que atendió el parto de Cecilia Barral: “Señor Kerz y señora: (La beba) nació con unos días de retraso y como consecuencia sufre un proceso de deshidratación, que, aunque no es grave, (debe) tenerse muy en cuenta. Para ello, además del alimento S-26 cada cuatro horas en una cantidad de 40 a 60 gramos (por ahora), debe tomar té con azúcar. Esto es una indicación para lo inmediato (escrito todo con mayúscula). Luego, el médico será el encargado de determinar su dieta”.

A las cuarenta y ocho horas, la policía clausuró las actuaciones por pedido del Ejército, que devolvió el expediente a la Seccional Primera. Al día siguiente, quedó en manos de la jueza de Menores de Santa Fe, Nelly Ruth Casañas de Puccinelli, quien había sido confirmada en su cargo por la dictadura un mes antes (el 29 de julio de 1976, decreto 2087). El viernes 27, la jueza llamó a declarar a la señora de Kerz, quien repitió el relato que había hecho a los policías la misma mañana del sábado 21, pero con algunas variantes.

La segunda carta también estaba dirigida a los Kerz: “Ingeniero Kerz y señora”: “(...) dejando esa niña en su casa, se arbitrarán las medidas necesarias para que sea bautizada e instruida debidamente”, dice la esquela. “(No soy) nadie para (im)pedir que ustedes se hagan cargo personalmente, ni tampoco es mi intención, pero por (favor) no la manden a una Casa Cuna, de donde puede retirarla cualquiera, que puede o no darle una educación cristiana conveniente. (La niña) proviene de una familia que ya no existe. Nadie la reclamará nunca, debido a que no está inscripta en ningún lado. Dios valorará lo que ustedes hagan por ella”.

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