Domingo, 8 de mayo de 2011 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
El alejamiento de Arturo Valenzuela de la subsecretaría de relaciones interamericanas de los Estados Unidos es consecuencia del fastidio de su protectora, la ministra de Relaciones Exteriores, Hillary Clinton, ante los escasos logros de su gestión. Un destacado académico, que también ha tenido experiencia en organizaciones regionales y globales, comentó que “salvo si hubiera algún problema de salud, este tipo de salida no es un premio a la buena conducta”. El principal candidato a reemplazarlo es Mark Feierstein, encargado de la región en la agencia estadounidense de ayuda al desarrollo, AID. Feierstein fue vicepresidente y socio de una firma de encuestas, trabajó como periodista y fue director de elecciones globales de la propia USAID y asistente del embajador de su país en la OEA.
Hacía ya tiempo que Hillary había cortado el diálogo con Valenzuela, a quien académicos, directivos de think tanks políticos, organizaciones con conocimiento e interés en América Latina y funcionarios del gobierno y de organizaciones internacionales con sede en Washington, recriminan la ausencia de una política y la producción de algunos escándalos innecesarios. El primero ocurrió en Buenos Aires, cuando dijo, sin consultar antes ni medir las consecuencias, que no había seguridad jurídica, en contraste con el optimismo que recordaba de los tiempos de Menem. Aún quienes en Washington creen que el gobierno argentino le asignó al episodio una magnitud irracional, le enrostran a Valenzuela ese traspié, luego de un par de años de relaciones sin conflictos, durante la gestión del actual embajador en Brasil, Tom Shannon. Con muchos y graves problemas en el mundo, la política del Departamento de Estado consiste en evitar conflictos innecesarios en América Latina. Valenzuela cada vez tenía menos poder y provocaba gran resistencia interna. Los rumores sobre su despido circulaban con frecuencia e intensidad desde hace un buen tiempo. Uno de sus mejores amigos en Washington dice que “careció de visión y tampoco tuvo un plan para enfrentar a sus críticos (en especial de la ultraderecha anticubana y antichavista)”. Además, se sentía “abrumado y sorprendido” frente a críticas de quienes consideraba aliados, como los más progresistas Inter American Dialogue y Brookings Institution. Sin embargo, también ellos le reprochaban incompetencia y falta de estrategia, reflejadas en los lugares comunes de sus discursos y en los viajes sin impacto que organizó. Un funcionario internacional pero con muchos años de actividad en el Partido Demócrata describe las visitas de Clinton y el propio presidente Obama como protocolares, para mostrar el apoyo de Estados Unidos a “sus amigos” en la región, como era común y suficiente en décadas pasadas. Ninguna de esas visitas tuvo resultados importantes para los países elegidos o para la región. Varios de los consultados citaron una columna del ex ministro socialdemócrata venezolano, Moisés Naim, quien escribió en el diario español El País que la región se aleja de los Estados Unidos, “mientras Washington duerme”. Un analista estadounidense agrega que en América Latina, “está pasando de todo, bueno y malo, pero sobre todo al costado de Estados Unidos y en su perjuicio, porque los espacios los llenan otros. Así se pierde un aliado conflictivo pero natural, por cultura, proximidad e historia, en un mundo muy complejo en donde las alianzas multilaterales son cada vez más importantes”.
Tampoco la Casa Blanca ha tenido una política importante hacia la región, admiten los críticos de Valenzuela. Datan la última en la Cumbre de las Américas de 1994, iniciada desde la Casa Blanca por Richard Feinberg. De ahí en adelante cada vez más Estados Unidos ha seguido políticas bilaterales, basadas en el garrote y la zanahoria, agregan. Aquella iniciativa fue abortada por el eje Kirchner-Chávez-Lula en la Cumbre de Mar del Plata de 2005. Si se confirmara el reemplazo por Feierstein, nada cambiaría demasiado. Hace tres semanas, al exponer ante la subcomisión de la Cámara de Diputados que se ocupa del hemisferio occidental, Feierstein mencionó sus prioridades: combatir el tráfico de drogas y la criminalidad organizada en las Américas y ayudar a enfrentar la más altas tasas de violencia no política del mundo, que padecen México, Centroamérica y partes del Caribe. La primera semana de junio, cuando la Asamblea General de la OEA sesione en El Salvador con un temario de “Seguridad ciudadana en las Américas”, Valenzuela aún seguirá en funciones. El Salvador es la sede de la Escuela de Policía montada por Estados Unidos para inculcar su visión a las fuerzas de seguridad de la región, es decir una política de mano dura opuesta a la agenda de seguridad democrática que reivindica la presidente CFK y aplica su ministra Nilda Garré, y que recoge las conclusiones del trabajo sobre seguridad ciudadana realizado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Esa Asamblea será así escenario para una nueva comparación de visiones estratégicas entre Estados Unidos y la Argentina. Que el Departamento de Estado llegue a ella con un cadáver político a cargo de la región no es una mala noticia.
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