Domingo, 31 de julio de 2011 | Hoy
EL PAíS › REVELACIONES DEL GENERAL VILLARREAL Y DE PERALTA RAMOS
El gobierno militar y no los Graiver ofreció a La Nación, Clarín y La Razón asociarse con el Estado en Papel Prensa. Así lo revela una cinta grabada antes de morir por quien condujo la negociación, el ex secretario general de la presidencia, general Villarreal. Su declaración fue confirmada por Patricio Peralta Ramos. Esas voces de ultratumba podrían completar el rompecabezas del delito de lesa humanidad.
Por Horacio Verbitsky
Tres cintas grabadas podrían dar un vuelco de campana a la causa que instruye el juez federal Daniel Rafecas por la presunta comisión de crímenes de lesa humanidad en la adquisición de la empresa Papel Prensa. Según el testimonio del más próximo colaborador del ex dictador Jorge Videla en la presidencia, el general José Rogelio Villarreal, la Junta Militar propuso a La Nación, Clarín y La Razón que se hicieran cargo de la fábrica de papel porque sabía que el banquero David Graiver administraba fondos de Montoneros. De acuerdo con Villarreal, la Junta se enteró de esta relación pocos días antes o después de la toma del poder por las Fuerzas Armadas, el 24 de marzo de 1976, es decir cuatro meses y una semana antes de que el avión que conducía a Graiver desde Nueva York estallara en el aire o chocara con un cerro en México, el 7 de agosto de 1976.
“No era un rumor, era un dato que se manejaba concretamente. Y éste fue uno de los elementos que llevó a buscar una solución rápida al tema de Papel Prensa”, le dijo Villarreal a la periodista Graciela Mochkofsky, autora de Pecado Original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder”. Esa solución, agrega el militar, consistía en “buscar a quién adjudicárselo”. Villarreal afirmó, en dos entrevistas realizadas en abril de 1998 y en mayo de 2002, que él mismo se encargó de plantear la cuestión a los responsables de los tres diarios, Bartolomé Mitre, Héctor Magnetto y Patricio Peralta Ramos. “Primero hablaban conmigo y recién al final hablaron con el presidente, mientras se iba haciendo todo”. El dato fue confirmado, también en 2002, por Peralta Ramos, quien dijo que el gobierno militar les planteó a los tres diarios que abandonaran su proyecto propio, Fapel, y se hicieran cargo de Papel Prensa, cuya planta ya estaba en construcción, con créditos oficiales, participación y avales del Estado. Este descubrimiento es seguido por una sobria constatación de Mochkofsky, quien comenzó su carrera profesional en este diario: las palabras de Peralta Ramos y de Villarreal “corrigen la versión, varios años posterior, de Magnetto y de los dueños de La Nación, de que la propuesta de vender Papel Prensa fue una iniciativa de los Graiver, a través de su abogado Miguel de Anchorena, que llevó la idea a Patricio Peralta Ramos”. Villarreal y Miguel de Anchorena murieron en 2007 y Peralta Ramos en 2010, pero Mochkofsky conserva en su poder las cintas grabadas de las entrevistas con el militar y el accionista de La Razón. Sería recomendable que las pusiera a buen recaudo y que fuera cuidadosa con sus movimientos personales en estos días siguientes al lanzamiento de su explosivo libro. Desde la secretaría general del Ejército, Villarreal fue uno de los principales colaboradores del comandante en jefe Videla y el jefe de Estado Mayor del Ejército, Roberto Viola, en la conspiración previa al golpe. Luego del 24 de marzo ocupó la secretaría general de la presidencia.
En su exhaustiva investigación la autora tuvo acceso a las más altas fuentes del diario Clarín, que no identifica, aunque deja entender por indicios que se tratan del propio Magnetto y/o su operador político Jorge Rendo, pero la obra no parece identificada con esa versión del conflicto. Tampoco con la del gobierno nacional, aunque la seca descripción de los hechos lo deja mejor parado que a la empresa de medios, por más que el pecado original del título se refiera a la relación promiscua del poder político con los medios. La última frase del libro, referida a la causa judicial por la identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera es un juicio lapidario sobre la conducción del Grupo Clarín: “Sólo sabiendo el resultado, Ernestina y Magnetto se atrevieron a hacer lo que deberían haber hecho desde el comienzo. Sólo por no saber y no atreverse, se sometieron a tres décadas de extorsiones y reclamos; por no saber y no atreverse, afrontaron una causa judicial que llevó a Ernestina a prisión y atormentó larga, y públicamente, a sus hijos adoptivos; por no saber y no atreverse, desataron un debate nacional que involucró a los movimientos de derechos humanos, la Justicia, el poder económico y a los medios, y por el que Clarín, ya involucrado en un enfrentamiento crucial, pagó un alto costo que amenazó seriamente su existencia. Sólo por no saber, sólo por no atreverse. ¿Pero cómo rendir cuentas sobre el propio pasado cuando se tiene una conciencia culpable?”. Tanto el informe “Papel Prensa La Verdad”, elaborado por la Secretaría de Comercio Interior, como el discurso en que la presidente CFK lo presentó y la querella firmada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación sostienen que la adquisición de Papel Prensa a los herederos del banquero muerto, quienes luego de firmar los documentos de venta fueron secuestrados y torturados, es parte de los crímenes de lesa humanidad contra los miembros del denominado Grupo Graiver, uno de los cuales murió en la mesa de torturas, por los que ya se investigaba a diversos jefes militares y policiales. Los dichos de Peralta Ramos y Villarreal, pueden proveer la pieza que falta para armar el rompecabezas y debilitar la defensa de Mitre y Magnetto, basada en la secuencia cronológica y en la presunta oferta de Anchorena, porque demuestran que el gobierno militar había propuesto a los diarios asociarse con el Estado en Papel Prensa, como parte de los preparativos del secuestro.
Que estos datos fundamentales consten en tres notas al pie de las páginas 73 a 75 de la obra, inducen a preguntarse si la autora no advirtió su importancia o si se trata de una técnica de suma originalidad para la presentación de su material. Esta última hipótesis se afirma cuando se detecta que el mismo método se aplica en otro de los temas de fondo en la relación de Clarín con el gobierno nacional: la última nota del libro, en la página 390, revela que cuando Marcela y Felipe dejaron atrás una década de negativas al análisis de su sangre y su cotejo con todas las muestras almacenadas en esa institución creada por ley nacional ya sabían que sus perfiles de ADN no coincidían con ninguno depositado en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Llegaron a la decisión de someterse a la ley dos meses después de que “una fuente del Banco” le revelara a “un importante editor de Clarín” ese dato que ya conocían los peritos, según le contó a la autora “un ejecutivo del Grupo”. Mochkofsky, quien es nuera del estimado ex secretario de redacción de Página/12, José María Pasquini Durán, lamenta que su anterior trabajo, “Timerman, el periodista que quiso ser parte del poder”, no suscitara el debate sobre el oficio periodístico que merecía. Es probable que otro tanto ocurra con “Pecado original”, porque al tratar temas de alto voltaje político, sobre los que además aporta datos hasta ahora desconocidos que con alta probabilidad tendrán consecuencias judiciales, esos aspectos que ella considera de fondo pueden resultar opacados. Resultaría así víctima de la propia calidad de su producto.
La investigadora obtuvo acceso a documentos que le permitieron reconstruir con minucia la relación de Roberto J. Noble con sus varias mujeres, el trasfondo económico de cada episodio, las razones políticas y societarias detrás de la adopción de los dos niños, en 1976, y la compleja relación de Ernestina con Guadalupe Noble, la única hija biológica del fundador, concebida con otra mujer. También contiene una referencia demasiado sucinta a las relaciones de Clarín con los gobiernos previos al golpe de 1976, lo cual excluye los acuerdos con el primer peronismo que le permitieron crecer mientras languidecían sin bastante papel ni publicidad los medios tradicionales como La Nación y La Prensa y los favores crediticios y aduaneros recibidos por Noble de su cuñado, Eduardo Busso, el ministro de Interior y Justicia de Pedro Eugenio Aramburu, uno de los firmantes del decreto 4161 que penalizó hasta el nombrar a Juan D. Perón y cualquiera de sus derivados o colaterales. Las referencias al desarrollismo son esquemáticas y tampoco incluyen las transacciones realizadas cuando Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio condujeron el gobierno. Pero es ilustrativa la descripción de los conflictos y armonías de Clarín con los gobiernos posteriores a 1983, encabezados por Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, porque muestra que la crisis que se desarrolló a partir de 2007 es sólo un episodio más de un choque objetivo de intereses entre el sistema político y un grupo económico que transmuta su poder mediático en poder político y usa ese poder político para acrecentar su poderío económico. Si algo distingue en esa lista a Néstor Kirchner y Cristina Fernández es haber llevado a las últimas consecuencias lo que sus predecesores sólo amagaron hacer, y haber involucrado en el debate a la sociedad. Los seguimientos a Magnetto y la intercepción de sus comunicaciones telefónicas, la inspección de las cuentas del diario por la DGI que duró tres años, todo durante la presidencia de Alfonsín, quien en un discurso calificó a Clarín como un “opositor acérrimo”, la negativa del presidente radical a modificar el artículo 45 de la ley de radiodifusión de Videla que impedía a los editores de diarios operar también estaciones de radio y televisión, su tolerancia a la infracción de Clarín que, pese a esa prohibición, se hizo cargo de la radio Mitre y su claudicación de último momento, cuando envió al Congreso el proyecto de ley que removía el obstáculo del artículo 45 dos semanas después de perder las elecciones de 1989, valen la pena recordarse ahora. Ese capítulo concluye con una frase memorable, exacto reverso de la consigna de Charles Wilson: “Lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”. Aquí, en cambio, escribe Mochkofsky “con la moneda en caída libre, estado de sitio y un nivel récord de pobreza, el presidente comunicó al país su dramática renuncia. Era el peor momento de la joven democracia, y el comienzo de una era dorada para Clarín”.
En ese momento, Menem le confirió a Magnetto la privatización de los canales de televisión, mediante una cláusula legal escondida dentro de la ley ómnibus de reforma del Estado. El presidente diría que ése había sido su único error y que había contribuido a monopolizar la prensa, cuando Clarín empezó a investigar hechos de corrupción entre sus más próximos colaboradores, azuzado, según Mochkofsky, por “el crecimiento de Página/12”. Para la autora, en la base de su decepción se encerraba un equívoco. Menem creía haber construido una alianza con Clarín que le garantizaría una cobertura favorable. En cambio, Clarín ponía sobre la mesa de negociaciones la velada amenaza “de convertirse en abiertamente opositor”. Mientras, Magnetto avanzó en la expansión, diversificación y centralización de sus negocios: la transmisión del fútbol, la televisión por cable y satelital, el canal de noticias, las señales de entretenimientos, la jubilación privada, la telefonía celular, la creación del holding Grupo Clarín, la adquisición conjunta con La Nación de los principales diarios del interior, la televisión, los negocios agropecuarios de sus accionistas. Cuando ese enorme poder acumulado se volcó en contra de la reforma constitucional que debía permitir la reelección presidencial, el gobierno denunció la existencia de un oligopolio periodístico y amenazó con modificar la ley de radiodifusión, aplicar la legislación antimonopólica, licitar nuevos canales de televisión, incrementar la oferta de medios de comunicación, regular las cadenas y redes, crear condiciones igualitarias para el aprovisionamiento de papel de diario y sancionar una ley mordaza que incrementara las penas para los delitos de calumnias e injurias. Menem también dio apoyo oficial a la construcción de un grupo multimediático más poderoso que Clarín, con recursos del Citibank y operado como testaferro argentino por un escribano brotado de las cuevas financieras de la dictadura. El emprendimiento creció durante un lustro pero se disolvió cuando Menem no pudo franquear su propia legalidad para aspirar a un tercer mandato.
A Fernando de la Rúa, Clarín le envió en moto con un mensajero el proyecto de decreto permitiendo extender el alcance nacional del canal 13. Cuando el senador Duhalde ocupó en forma interina la presidencia, Magnetto consiguió que el Congreso privara a los acreedores extranjeros del poder de quedarse con empresas argentinas en quiebra y cuando el FMI contraatacó con la exigencia de que esa posibilidad volviera a instituirse, elaboró la ley de bienes culturales, que limitaba la participación extranjera en esas empresas al 30 por ciento, que tuvo media sanción con Duhalde y la otra media en el primer mes de la presidencia de Kirchner. Estos son los antecedentes imprescindibles para llegar al cuadro actual, donde tanto el gobierno nacional cuanto el Grupo Clarín han quemado las naves tras el único punto en que ambos coinciden: la batalla es a muerte. Para Mochkofsky, fue exitosa la estrategia de Kirchner: “El conflicto con los medios había quedado planteado en términos ideológicos y políticos, con la prensa ocupando el lugar de oposición y no de institución independiente”. Cuando se trata del origen de la ruptura definitiva, la autora se inclina por la versión de Clarín: Magnetto habría rehusado el apoyo al gobierno en el conflicto con las patronales agropecuarias (a cambio del lobby oficial para que Clarín se quedara con Telecom), porque “había perdido toda esperanza en el futuro de los Kirchner”. Pero también entiende que ante los ataques del ex presidente, Clarín reaccionó “sin pretensión de neutralidad y abrazó el papel que le asignaban los Kirchner”, que ejemplifica con una larga serie de notas que convirtieron al diario y el canal de noticias “en centros opositores: casi sin excepción, las noticias que involucraban al gobierno eran negativas, a veces al punto del absurdo”. Pone como muestra el título del primer día de este año: “Dilma asumió en Brasil pero no mencionó a la Argentina”.
Concluye que el diario perdió credibilidad y pagó el costo de la batalla cultural con la caída de sus ventas y cita una frase de Magnetto sobre el enfrentamiento: “¿Cómo va a terminar? No sé. ¿Es riesgoso? Sí. ¿Tomamos la decisión acertada? En dos o tres años puedo responder. ¿Es una decisión económicamente conveniente? Definitivamente no”. La lectura de Pecado Original ayuda a entender la exasperación que en estas semanas previas a las primarias del 14 de agosto emana de todos los productos del Grupo: si Cristina supera airosa esa meta, es probable que no haga falta tanto tiempo para conocer el final de esta historia.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.