Viernes, 12 de octubre de 2012 | Hoy
EL PAíS › COMENZO EL TERCER CICLO DEBATES Y COMBATES
En Tecnópolis, los funcionarios Zannini y Coscia debatieron junto con Laclau y otros académicos sobre la actualidad nacional y sobre los desafíos que enfrentan las democracias en Latinoamérica. Hoy continúan las actividades.
“Múltiples modernidades en un mundo multipolar.” Ese es el tema del tercer ciclo de filosofía y política Debates y Combates, que empezó ayer en Tecnópolis, subvirtiendo ligeramente su nombre: primero vinieron los combates y después los debates. La jornada la abrieron el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, quienes centraron sus discursos en la actualidad política nacional y, en un lugar no menor, en reclamar que se cumpla con la ley de medios audiovisuales. Después, Ernesto Laclau y otros académicos del país y del exterior reflexionaron sobre la experiencia democrática reciente en Latinoamérica.
–¿Qué? ¿Ahora sos intelectual? –le preguntó Cristina Fernández a Zannini, antes de darle “recreo”, según él mismo contó, para participar del encuentro organizado por Cultura.
–No, yo voy para la parte de los combates –respondió Zannini.
Tras presentarse como “un producto de la educación pública y gratuita argentina”, el secretario Legal y Técnico dijo que iba a hacer una introducción para los extranjeros presentes en el salón, colmado por unas 200 personas. Dijo que si los medios de comunicación no se abren “a todas las expresiones, a la pluralidad, a la mayor diversidad, no hay democracia viable para transformar la Argentina”. También dijo que hoy se está librando “una batalla política y cultural” y, fue al grano, que “el Grupo Clarín prefiere tratar de voltear un gobierno antes que cumplir la ley”, porque “son implacables en la custodia de sus privilegios”. Luego recordó a Néstor Kirchner y, en la primera mención al hecho más citado en las mesas de ayer, celebró la reelección de Hugo Chávez en Venezuela: “Triunfamos todos, porque en caso contrario era el comienzo de la contraofensiva neoliberal en toda América latina”.
Antes de Zannini, Coscia había inaugurado esta tercera edición de Debates y Combates describiendo lo que entiende es “un momento particular de América latina, que contradice su supuesto destino marginal”, “los tiempos del Bicentenario”, “uno de los períodos de mayor construcción de autonomía, justicia y democracia que se recuerde en la historia de nuestro continente”. El secretario de Cultura destacó la “sincronía de este proceso emancipatorio” en la región, llamó a “poner en cuestión el pensamiento eurocéntrico” y a superar “la balcanización de nuestro autoconocimiento”, para recuperar la identidad común de los pueblos latinoamericanos.
Con la intervención del filósofo y politólogo Ernesto Laclau, las ponencias cambiaron de tono y pasaron a un registro más académico. El autor de La razón populista contó que tanto el ciclo de debates como la revista que lleva el mismo nombre, y que él dirige, aspiran a “dar un fundamento teórico e intelectual” al proceso de reunión de los pueblos latinoamericanos, a “ligar el psicoanálisis, el posmarxismo, la teoría política para buscar nuevos caminos a los problemas que la democracia enfrenta”. Sucintamente, adelantó las cuestiones que desarrollará en su presentación de hoy (ver aparte): ¿qué implica la democracia en un mundo plural, en sociedades heterogéneas y diversificadas?; ¿cómo analizar las lógicas de articulación entre la pluralidad de movimientos sociales y los aparatos estatales?; ¿cuál es el papel de los imaginarios colectivos?; ¿cómo abordar el problema de la representación política?
Después de un breve break, la siguiente mesa de debate se dedicó a “Nuevas prácticas democráticas en América del Sur”. La politóloga brasileña Sonia Fleury habló sobre los límites y las potencialidades de la democracia en su país, en especial bajo el gobierno de Lula da Silva, al que definió como “un proceso de inclusión sin rupturas”, sin rupturas con los movimientos sociales ni con los sectores conservadores. Se refirió también al ensanchamiento de las capas medias en Brasil y advirtió sobre su adscripción a “una cultura muy conservadora” e individualista. Fleury le cedió el micrófono a la británica Doreen Massey, geógrafa, cuya ponencia intentó desmontar el discurso neoliberal que sostiene que “no hay alternativas, no hay futuros múltiples” posibles. Rastreó las causas de la derrota del modelo socialdemócrata europeo como alternativa al neoliberalismo y luego se explayó sobre la esperanza que “algunos europeos” depositan en Latinoamérica: “Vemos el desarrollo de algo distinto, vemos un reto a la lógica del mercado, alianzas de mutualidad y cooperación entre naciones, tan diferente a lo que vemos en Europa, la construcción de una identidad continental”. Massey destacó además “la presencia importante de los movimientos sociales” y su articulación con los Estados, “el desarrollo del poder popular” y los “experimentos con democracia directa y participativa”.
Con calma y matiz polemista, las palabras del comunicador Hugo Moldiz Mercado, boliviano, plantearon la necesidad de remontar la mirada histórica más allá, repusieron la existencia de pueblos originarios en América antes de la constitución de las naciones que ahora celebran sus aniversarios centenarios: “Las prácticas participativas están en la memoria colectiva, tienen mucho que ver con la democracia comunitaria de nuestros pueblos”. El segundo tramo de su exposición estuvo dedicado a Bolivia, a “la democracia radical”, al “socialismo comunitario como transición hacia el vivir bien”, que a su juicio encarna Evo Morales.
El último orador de la jornada fue Eduardo Rinesi, politólogo, rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento. La sociedad argentina, ensayó, recorrió cuatro grandes modos de usar la palabra “democracia” desde 1983 a la actualidad. En la inmediata posdictadura, “pensábamos la democracia como una utopía, como un modelo al que se trataba de llegar”. Diez años más tarde, para los días del Pacto de Olivos, “empezamos a usar la idea de democracia menos como utopía a alcanzar que como una costumbre o una rutina”. En un tercer momento, “muy vigoroso, alrededor de 2001-2002”, ubicó a “la democracia del espasmo”, “práctica viva para los ciudadanos”, “una experiencia breve, intensa, que aún no ha sido suficientemente estudiada”. Finalmente, “de 2003 a esta parte, asistimos a un modo de pensar la democracia como proceso. Hablamos menos de democracia y más de democratización”. Rinesi se concentró en contrastar aquel primer momento con el último. “La idea de movimiento asociada a la transición posdictadura ahora se ha desplazado a la propia idea de aquello en que consiste la democracia.” Mientras hace treinta años “la democracia estaba en el futuro, asociada a un valor fundamental, la libertad”, con un fuerte imaginario “antiestatalista” (porque “la imagen del Estado era aún la de Videla”), hoy “la democracia no es una utopía, sino un proceso en permanente profundización. Hoy la gran preocupación es la ampliación y realización de un conjunto de derechos sociales, civiles, previsionales, educativos. Si en los ‘80 el Estado era una amenaza a la libertad, hoy la democratización nos lleva a ver al Estado como la condición de posibilidad de nuestros derechos y de la democracia. Y eso pertenece a la mejor tradición republicana”.
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