Domingo, 6 de enero de 2013 | Hoy
EL PAíS › BERNARDO KLIKSBERG EXPLICA COMO Y POR QUE FORMA A 350 ACADEMICOS DE UNASUR
Experto de Naciones Unidas en lucha contra la pobreza, Kliksberg cuenta la marcha de la formación intensiva de expertos que analizan los nuevos fenómenos en el mundo, aprenden otra forma de gerenciar y tienen “una referencia en lo ético” frente a la distribución injusta del ingreso mundial.
Por Martín Granovsky
El economista argentino Bernardo Kliksberg está recién llegado de China. El Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Asociación de Soft Sciences de China lo invitaron a ser el orador central de su Congreso Internacional Bianual y a presentar sus ideas ante dirigentes y académicos. Su libro Primero la gente fue traducido al mandarín, y agotó rápidamente su primera edición. La realidad china es uno de los temas del programa que dirige, destinado a 350 figuras académicas de Unasur.
–¿Por qué su proyecto educativo eligió Unasur como jurisdicción?
–Actualmente, en un mundo donde hay dos grandes modelos en pugna, el neoliberal ortodoxo y alternativas bajo excelentes caminos donde la inclusión social juega un papel importante, Unasur es la vanguardia de lo segundo, probablemente junto con los países nórdicos. Es muy importante dirimir cómo será el siglo XXI. Y por otra parte es una construcción muy importante en sí misma para los miembros de Unasur. Sin un espacio de estas características los proyectos nacionales tendrían menos viabilidad. La existencia de un espacio de integración regional los potencia, ya sea por complementariedades económicas o porque la negociación económica conjunta gana fuerza, ya sea en términos de un gran e importante mercado interno colectivo. El ejemplo es el intercambio de la Argentina con Brasil, que crece año a año. Ese mercado interno cada vez más ampliado permite desarrollar mejor los proyectos nacionales. Y así, a su vez, se puede construir una alternativa.
–¿Por qué Unasur y no Mercosur?
–No los opongo. El Mercosur es hoy el pilar económico de Unasur, pero Unasur está planteado como un proyecto en diferentes niveles: por ejemplo, de concertación política y de crecimiento.
–¿Por qué usted define el programa de sumar una masa crítica de investigadores, docentes y académicos como “revolución educativa”?
–Lo es. Es una revolución educativa. Se trata básicamente de los niños. El pensamiento neoliberal no sólo logró relaciones de subordinación política a una estrategia económica y a una arquitectura financiera por parte del uno por ciento más rico del género humano. Acompañó eso con la legitimación ideológica de ese modelo. Recordemos primero las cifras de lo que se quiere legitimar: el uno por ciento de la población tiene el 43 por ciento de los activos del planeta. Es un escándalo.
–¿Cómo son las cifras del otro lado?
–Tremendamente diferentes. El 50 por ciento tiene el 2 por ciento de los activos. Es difícil mantener una situación así sin legitimación. El neoliberalismo quiere construir una legitimación. No se trata de un pacto diabólico. Funciona de hecho con distintos dispositivos dentro de una dinámica. Un centro son los imperios mediáticos. Otro, la preparación de las nuevas generaciones en las universidades. De ese modo avanzó la escuela ortodoxa de los Chicago Boys. Pretendió convertirse en la única doctrina “seria” en economía.
–¿Como si fuera un sinónimo de la propia ciencia económica?
–Sí. A su concepción la revistió de un ropaje de ciencia absoluta. A la escuela de Chicago le resultó necesario hacerlo porque en la práctica el modelo mostraba problemas extremos en los mismos países centrales. Formó recursos humanos del mundo en desarrollo en centros neoliberales, los cooptó, usó la literatura y las editoriales... El programa que estamos desarrollando, en cambio, trata de formar algunos de los jóvenes con mayor potencial en una visión actualizada del pensamiento sobre la economía. Muestra que junto al neoliberalismo hay muchas alternativas.
–¿Para muchos es una novedad descubrirlo?
–Nuestros estudiantes más avanzados no conocían mayormente los modelos alternativos. Usted sabe cómo es nuestro programa. Elegimos a 350 jóvenes de Unasur y los formamos. Hasta ahora no estaban siendo formados, por ejemplo, para comprender cómo China se convirtió en pocos años en una de las principales economías del planeta. Cómo Brasil logró convertir a 40 millones de pobres en clase media. Cómo Corea y Japón tienen hoy 100 por ciento de cobertura en salud. Cómo los países nórdicos encabezan todas las tablas del mundo, incluso en género y equilibrio ambiental. Todos esos logros forman parte de este programa.
–¿Gerencial?
–Sí. No hay que tenerle miedo a la palabra. La clave es el contenido. Yo cuestiono desde 1963, cuando salió mi libro El pensamiento organizativo, que tiene 40 ediciones, que la única gerencia posible sea la ortodoxa. En la actualidad también hay una revolución gerencial. Y al aprendizaje de experiencias mundiales y de una gerencia distinta se suma otro elemento: cómo pasar de un enfoque economicista a un enfoque de desarrollo integral. Incluso los enfoques renovadores plantean a menudo que todo consiste en mejorar los resultados económicos. Pero nosotros creemos en un modelo con sostenibilidad medioambiental, libertades, educación, cultura... Todo. Incluso, claro, el desarrollo económico. Junto a la economía hay que crear un modelo integral que garantice el acceso a la participación real, no el simple crecimiento económico. Está claro nuestro programa, ¿no? Son tres ejes. Uno, estudiar modelos exitosos de economía avanzada, desde China a los nórdicos, pasando por la experiencia sudamericana. Otro, examinar lo más avanzado del pensamiento gerencial. Y tres, llegar a una visión para construir un desarrollo integral.
–¿Cómo fue la implementación?
–Primero, con el apoyo de la Corporación Andina de Fomento a través de su presidente, Enrique García, un gran innovador y un gran luchador por la integración regional. Gracias a ese apoyo pudimos construir una red de 15 universidades de nueve países. Seleccionamos 350 líderes jóvenes brillantes graduados recientemente. Los preparamos a través de diez aulas virtuales multinacionales.
–¿Cuánto dura el programa?
–Seis meses superintensivos y con mucha exigencia. Yo me hice cargo personalmente de supervisarlo acompañado de un dream team. Diez profesores. Son algunos de los que más esfuerzo han hecho por impulsar un pensamiento independiente. Hay profesores veteranos y también profesores jóvenes de toda América latina. Desde Cristina Calvo, una de las principales pensadoras cristianas, hasta Hugo Varsky, pionero de la integración regional productiva, y Paula Español, una economista argentina menor de 40 años. También Julián Dangelo, Jorge Etkin, Héctor La Roca, Alessandra Minichelli, Irene Novacovksy, Jose Sulbrandt (de la Universidad de Chile) y Jorge Ruiz (de la Universidad Mayor de San Marcos, Perú). Entre los conferencistas especiales del programa, además de Amartya Sen, Nobel de Economía, cuento con la subsecretaria general de la ONU Rebeca Grynspan, el director del Bureau de Políticas del PNUD Olav Kjorven, el presidente de la CAF Enrique García, el secretario general de Unasur Alí Rodríguez, varios presidentes y otras prominentes personalidades. También lo convencí al Nobel Joseph Stiglitz. Y a Kjorven, a quien ya mencioné, que a la vez es viceministro de Relaciones Exteriores de Noruega y encargado en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo del seguimiento de las metas posmilenio. Es un programa de excelencia. De joven me hubiera gustado participar.
–¿Con qué criterio eligieron a los participantes?
–Los líderes fueron elegidos por tres cosas. Una, por su de-sempeño brillante. Dos, por un perfil de servicio a la comunidad, desde el trabajo voluntario a la participación ciudadana. Tres, por su capacidad multiplicadora en universidades, aulas u otros roles. Con un mes y medio de implementación, el rendimiento es altísimo. La evaluación es semanal, con la bibliografía más avanzada que existe, incluyendo trabajos inéditos de primer nivel. Discuten desde los logros de China hasta los fondos buitre. El programa no es un descubrimiento.
–¿Cuál es el antecedente?
–Un programa en el que trabajamos junto con el decano de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri, también vicerrector de la UBA. Hace tres años iniciamos juntos 100 Jóvenes por una Economía con Rostros Humano Premio Amartya Sen. Lo creamos en la UBA y fue un éxito muy grande. Lo concluyó el 95 por ciento de quienes lo empezaron. Nos llovieron los pedidos para replicarlo en otras universidades. En Rosario, en La Matanza, en Uruguay y en la de San Marcos del Perú. En el Perú ya se han graduado tres promociones, se ha extendido a muchas universidades y carreras, y el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon lo visitó recientemente. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo sigue muy de cerca. Le interesa por una cuestión de futuro. Por eso su apoyo a un programa que se dicta desde hace dos años en todas las universidades públicas que tienen facultad de ciencias económicas: son 27 centros académicos. Tiene un año de duración y es posible gracias al apoyo total de la Presidenta, del ministro de Educación, Alberto Sileoni, y de los rectores de las universidades. Y se trata de universidades ligadas a todas las corrientes políticas. Cuando se inauguró la primera réplica en Rosario, en el lanzamiento estuvo Hermes Binner. También lo apoyó la empresa privada. Con respaldo concreto. Económico. Desde que hace dos años en la Casa Rosada lo inauguró Cristina Kirchner, avanzamos mucho. Por eso ahora trabajamos para toda Unasur y con énfasis en la integración regional.
–¿La integración misma es uno de los temas?
–Importantísimo. Una parte significativa del programa con el auspicio de la CAF, un organismo de integración, es justamente la integración regional. Y también los estamos haciendo pensar juntos, a los líderes del continente, sobre el modelo de desa-rrollo necesario para nuestros países. Aprenden fenomenalmente unos de otros. Es una revolución educativa silenciosa. Tengamos en cuenta que si contabilizamos la cantidad de participantes del primer programa, hemos llegado a los 2000 jóvenes. Muchos de ellos serán o ya son nuevos docentes. El programa de Unasur formará 350, pero esos 350 son multiplicadores natos, de modo que formamos una masa crítica en economía y en gestión con una mirada avanzada sobre el desarrollo. Todo lo que hacemos tiene un fuerte énfasis en la economía pensada con marco de referencia ético.
–¿Qué quiere decir “ético” en este contexto?
–Cómo construir modelos de gestión y económicos que respondan a los mejores ideales éticos del género humano. En estos programas los tratamos con aterrizajes concretos en políticas económicas. No son ideas abstractas. Por eso los programas tuvieron una recepción muy cálida de muchos medios, con entrevistas a los participantes y a los egresados. Uno podría hablar de una buena noticia para América latina, que de esta manera forma su propia masa crítica.
–Acaba de volver de China. ¿Con qué resultado?
–Participé en un congreso de ciencias para el desarrollo. Fue el disertante para académicos y directivos. Además me pusieron al lado a cuatro Ph. D. de muy alto nivel. Me acompañaron mientras yo cumplía una agenda de doce horas diarias de trabajo con otros líderes. Ya produjeron un video mío en chino, que se agotó. Hay que mirar el fenómeno chino con atención: entre el 2016 y el 2020 podría ser la primera potencia económica, desplazando a los Estados Unidos.
–¿Por qué empezó el programa en Ciencias Económicas de la UBA, ampliado ahora al ámbito de Unasur?
–Siempre fui docente, pero en la vida a uno le pasan cosas que lo hacen pensar y actuar con iniciativas nuevas. Me pregunté qué otra cosa podría hacer por los jóvenes cuando nació mi primera nieta, que está por cumplir cuatro años.
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