Domingo, 7 de septiembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › ENTREVISTA A RICARDO FORSTER, SECRETARIO DE COORDINACION ESTRATEGICA DEL PENSAMIENTO NACIONAL
Antes de encabezar el Capítulo Nordeste de los Foros por una Nueva Independencia, el filósofo habló con Página/12 de sus primeros meses de gestión, rechazó las críticas de la oposición y reconoció tensiones en el oficialismo de cara a las elecciones de 2015.
Por Nicolás Lantos
En junio de este año, poco después de la creación del Ministerio de Cultura, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió fundar, bajo la órbita de esa cartera, una secretaría de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional y poner al frente al miembro de Carta Abierta Ricardo Forster. La decisión despertó innumerables críticas por parte de partidos y medios de comunicación opositores, quienes veían detrás de esta iniciativa tintes “fascistas” y “totalitaristas”, además de intenciones proselitistas destinadas a influir en la campaña electoral del año próximo. “El espíritu es romper toda idea de ortodoxia, de dogmatismo, de mirada sesgada, esa lógica tan absurda de comisariato político, como si hubiera alguien que vaya a determinar qué es el pensamiento nacional. Se puede poner en discusión incluso la idea misma de qué es el pensamiento nacional. Todo eso implica debates que introduzcan figuras antagónicas dentro de lo que es la historia del pensamiento político en Argentina”, responde Forster a esos cuestionamientos, ya con tres meses en funciones y a pocos días de encabezar el Capítulo Nordeste de los Foros por un Nueva Independencia, que se realizarán del 11 al 13 de septiembre en Resistencia, Chaco. Bajo el lema Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios, participarán en diversas mesas de debate el escritor Mempo Giardinelli, el sociólogo Eduardo Grüner, la historiadora Patricia Funes, los politólogos Jorge Bernetti y Eduardo Rinesi, entre otros intelectuales, artistas y funcionarios.
–¿Qué significa coordinar estratégicamente el pensamiento nacional?
–Uno tiene que hacer algo con los nombres. El nombre es algo que connota, que supone una forma de definir el orden de las cosas, pero es también algo que debe ser interpretado. La secretaría tiene un nombre que puede parecer complicado y creo que a ese nombre hay que resignificarlo. El nombre produjo escándalo, una mezcla de críticas interesantes e injurias. En ese sentido, para mí eso es un síntoma de lo que está en juego. Cuando un nombre genera tanta ofuscación es porque toca un nervio. Pero en la historia argentina hay muchísimas cuestiones que pueden discutirse en torno del pensamiento nacional: ¿No es Sarmiento acaso un pensador nacional? ¿O Echeverría? ¿O Lugones? Martínez Estrada se dedicó a pensar y encontrar aquello que define lo argentino (sin haberlo encontrado nunca, probablemente). Por eso, creo que es interesante poner a dialogar a Martínez Estrada con John William Cooke, a Sarmiento con Casullo. Cruzar esos hilos, que parecen un oxímoron, pero que son en el fondo la complejidad de la construcción de un tejido cultural. Que venga Juan José Sebreli, que venga Tomás Abraham, que venga Carlos Altamirano, que venga Horacio Tarcus, que venga Mercedes Marcó del Pont: kirchneristas u opositores son todos parte de la riqueza de eso que llamamos pensamiento nacional.
–¿Es posible que ese pensamiento nacional sea coordinado desde el Estado? ¿Es deseable tal cosa?
–No. No lo es. Pero no se trata de una coordinación en ese sentido, sino de generar los espacios, juntar a los que no se juntan, tener una mirada que reconozca el papel de la intención política y cultural, que reconozca la complejidad de las tramas. Desde ese punto de vista hay una coordinación, que significa por supuesto una mirada de la Argentina, que se abra a Latinoamérica. Pero no implica vigilancia, univocidad, restricción, ortodoxia. Obviamente, hay una mirada con significado político: yo soy secretario bajo un gobierno que tiene una línea muy clara, política e ideológica. Pero la secretaría quiere ser un ámbito donde se debata con amplitud y se genere una confluencia de miradas diversas.
–Desde la oposición se acusó a la secretaría de ser un aparato de propaganda electoral encubierto...
–La secretaría va a desarrollar actividades que son independientes de la campaña política, va a seguir con su programa y su calendario, sabiendo que la realidad argentina va a estar sacudida y atravesada por la demanda de lo político y sabiendo que, en lo personal, seguramente como tantos otros militantes o miembros del gobierno, quienes trabajamos acá estaremos metidos en ese debate político. No me imagino afuera de ese debate, pero no es que la secretaría tenga ningún objetivo o candidato en esa campaña, porque no es su rol. Así como hay ministros que son candidatos y eso no significa que Agustín Rossi o Florencio Randazzo pongan a sus ministerios a trabajar como una máquina electoral, lo mismo pasa con esta secretaría: no va a intervenir en la interna política, no es su misión y no está bien que lo haga. Lo que hagan los individuos que conforman esta secretaría es otro tema diferente.
–Ricardo Forster, como individuo, ha sido muy crítico de uno de los principales candidatos del Frente para la Victoria, Daniel Scioli. ¿No lo ve como parte del mismo proyecto?
–Scioli no me representa pero lo reconozco como un aliado que ha sido parte de esta historia del kirchnerismo. Una cosa es Scioli como parte de una política cuyo liderazgo ejercieron Néstor y Cristina, y otra es Scioli como un candidato a presidente, que no me parece que sea la mejor expresión de esto que ha sucedido en los últimos diez años en la Argentina y que se llama kirchnerismo. Punto. Tiene todo el derecho a presentarse como candidato, pero a mí me interesa que emerjan otras candidaturas.
–¿Existe, entre los otros precandidatos, uno que exprese de forma acabada el kirchnerismo?
–Me parece que eso sólo puede surgir en la medida en que haya una confluencia, un camino a recorrer en estos meses en el que distintos hombres y mujeres se postulen y que finalmente algunos de ellos, que representan lo mejor de este recorrido político, lleguen a un acuerdo para presentar una candidatura conjunta en las PASO que implique una perspectiva de continuidad de este proyecto. Creo que ésa es la única posibilidad de que haya una disputa en la que un sector que represente al kirchnerismo tenga posibilidades de triunfar en las PASO. Si cada uno va por separado, es casi imposible. Hay que trabajar por una confluencia de esas candidaturas.
–En esa lectura, dentro del Frente para la Victoria, ¿hay una facción kirchnerista y otra que no lo es? El peronismo, ¿qué rol juega en este escenario?
–Hay un sector kirchnerista y otro que yo llamaría sciolista. No sé bien qué representa Scioli. Peronistas habrá en las distintas ofertas de candidaturas del Frente para la Victoria, e incluso fuera de él. Es algo tan amplio que no creo que se encolumne detrás de un solo candidato. Creo sí que es necesario pensar en este momento de reparación y reconstrucción del peronismo que lleva el nombre de kirchnerismo, que expresa lo mejor de la tradición peronista y le ha dado una renovación necesaria después de ese peronismo que en los ’90 giró alrededor del neoliberalismo. La llegada de Néstor y el proceso histórico que se abrió le dieron al peronismo bajo el nombre de kirchnerismo una potencia inédita. Creo que la candidatura a la que aspiro representa eso: lo mejor de la tradición peronista, que intentó desafiar siempre el poder real en la Argentina. Espero que el postulante que emerja tenga esa genealogía y al mismo tiempo, como el kirchnerismo, sea abierto a recibir otras corrientes políticas e ideológicas. No me parece que haya que ir a buscar las soluciones a otro peronismo. El otro peronismo ha sido siempre conservador y funcional al establishment.
–¿La falta de un candidato “propio” es un déficit del kirchnerismo?
–No es sencillo en cualquier proyecto político basado en liderazgos fuertes producir ese traspaso de la figura del líder hacia otra emergente. Eso no significa que el kirchnerismo no pueda encontrar una alternativa, un buen candidato, que después puede o no ganar las elecciones de octubre porque en democracia nadie tiene la vaca atada, los electorados fluyen y no hay nada más difícil que sostenerse en el tiempo. El kirchnerismo siempre tuvo la capacidad de tomar riesgos. El desafío es responder a su ADN, que siempre ha sido no dejarse llevar por el posibilismo sino tomar riesgos.
–¿Qué sucede con ese ADN kirchnerista ante situaciones como la designación de César Milani al frente del Ejército o las denuncias contra las fuerzas de seguridad de las últimas semanas? ¿También forman parte de esa identidad o son una desviación?
–El kirchnerismo no es algo homogéneo o monolítico sino que es también un campo de disputas. Es inimaginable que una alianza o un espacio complejo como éste no tenga conflictos a su interior. Cuando fue el debate sobre Milani, yo quise explicar la diferencia entre la intervención de un organismo no gubernamental o de un intelectual que se coloca en una posición crítica, a la mirada del político que está al frente del Estado. Yo no defendí a Milani sino que quise complejizar esa cuestión. Creo que si el camino judicial pone en evidencia, a través de un procesamiento, la responsabilidad de Milani en crímenes de lesa humanidad, tiene que renunciar sin dudas. Respecto de los actos recientes de fuerzas de seguridad, yo firmé una solicitada muy crítica respecto del desalojo del barrio Francisco. También creo que no se puede pronunciar la palabra “extranjero” de una forma inocente, que hay que tener un cuidado inmenso porque detrás de esa palabra en la historia reciente hay mucha violencia y genera un núcleo de sentido muy peligroso. Y ése es un retroceso. Pero mientras el gobierno nacional, y quien conduce, siga manteniendo una política de ampliación de derechos y de tolerancia, hablamos de un problema puntual de un funcionario puntual que está equivocado y debería corregirse.
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