Viernes, 25 de septiembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › CARLOS TELLELDIN DECLARO EN EL JUICIO POR EL ENCUBRIMIENTO DEL ATENTADO A LA AMIA
El reducidor de autos admitió que le pagaron para que mintiera e involucrara a policías bonaerenses en el atentado a la mutual judía, pero aseguró desconocer que el dinero provenía de la SIDE. Les apuntó al ex juez Galeano, a los fiscales del caso y a Beraja.
Por Ailín Bullentini
Hasta el 18 de julio de 1994, Carlos Telleldín vivía. según dijo ayer, del “comercio de autos siniestrados”. La bomba que explotó en la AMIA aquella mañana lo convirtió en “uno de los presos más importantes del país” por haber sido el entregador de la camioneta Trafic que cargó presuntamente con el explosivo terrorista: fue detenido después de la explosión y pasó encerrado la siguiente década, pese a que el juez federal que instruyó la primera etapa de la investigación sobre la voladura, Juan José Galeano, le ofreció 400 mil dólares y su libertad a cambio de que señalara a un grupo de policías de la policía bonaerense, con los que tenía un negocio de compraventa de autos truchos, como la “conexión local” del atentado. La pista prendió, pero se desmoronó durante el juicio, cuando todo fue anulado. “No me arrepiento un solo día del pago. Si no hubiera existido, estaría cumpliendo una condena perpetua por algo que no hice”, remarcó en la que fue su primera declaración indagatoria ante el Tribunal Oral Federal número 2, a cargo del debate oral por el encubrimiento de la voladura en el que el ex reducidor de autos está acusado de peculado, tras haber recibido ese pago de parte de la antigua SIDE para mentir.
Telleldín y Galeano, junto a quienes representaron al Ministerio Público Fiscal en aquel expediente; el ex presidente Carlos Menem; las ex autoridades de la SIDE y el ex titular de la DAIA Rubén Beraja, y otros, están acusados en el debate oral conocido como AMIA II, que intenta determinar las responsabilidades de cada uno de ellos en el encubrimiento del ataque terrorista que dejó 85 muertos y más de 100 heridos. En su indagatoria el ex reducidor de autos no aportó ningún dato que no haya dicho en las decenas de declaraciones que ofreció en el marco del expediente que investiga el atentado. Embarró a Galeano, salpicó a Beraja y a los ex fiscales Eamon Müllen y José Barbaccia, e intentó sentar las bases de su estrategia: el desconocimiento de que el dinero que cobró por inventar una versión de los hechos que involucrara a los ex bonaerenses Juan José Ribelli, Raúl Edilio Ibarra, Mario Bareiro y Anastasio Leal provenía de Inteligencia.
“El poder que tenía Galeano era el de Dios y un poco más”, describió Telleldín. Su relato fue caótico, un entrelazado de hechos sin relación cronológica, personajes y acusaciones (ver aparte). Las partes acusadoras no lograron aclarar ciertos puntos que presentó de manera confusa. El, por el momento, único imputado en la investigación del atentado no aceptó preguntas de la querella de AMIA-DAIA ni de las defensas.
Según mencionó, “la fiscalía trabajaba conjuntamente con Galeano”, con el objetivo de “ponerle nombre a los culpables del atentado a la AMIA”. “Contra los policías no tenían nada”, afirmó. Contó que se reunió en varias oportunidades con Galeano y que cada vez que quería hablar, el juez Galeano lo llamaba y le pedía que solicitara una entrevista “para que quedara más prolijo”. También dijo que “todas las reuniones fueron grabadas”, pero que los videos “los mandó a quemar Galeano”.
Luego, apuntó que al ex juez “le convenía” tenerlo preso, por lo que “todo el tiempo complicaba con detalles y causas viejas” su situación procesal. Ese “maltrato” fue lo que lo impulsó, justificó, a solicitar su recusación en septiembre de 1995, cuando llevaba un año y poco más de un mes preso. Poco tiempo después, Galeano abriría la causa Brigadas, en la que investigaba a ex policías bonaerenses de Lanús y Vicente López por el desmembramiento de autos robados y la venta de esas autopartes, expediente paralelo al de la AMIA desde el que vincularían a Ribelli, Leal, Bareiro e Ibarra con la compra de la Trafic explosiva. Una de las puntas de las que se valió el ex juez para comenzar este expediente fueron las “extorsiones” que Telleldín recibió de la fuerza provincial.
Durante la segunda mitad de la década del 90, Luisa Riva Aramayo fue presidenta de la Cámara Federal. Ella, menemista fervorosa, debía decidir sobre la recusación a Galeano presentada por Telleldín. Juntó a todos sus empleados de la alzada y fue a ver al, por aquellos tiempos, único detenido por la explosión en la mutual judía a la cárcel de Caseros. “Me recomendó que no continuara con la recusación”, contó. La jueza volvió a los días, sólo acompañada de uno de sus secretarios, el hoy juez federal Ariel Lijo, quien “se retiró a los 15 minutos de comenzada la reunión”. “Me dijo que la mandaba (el ex ministro de Interior Carlos) Corach, que tenía diálogo con Menem y que me jugaba una perpetua, así que no me quedaba otra”, reconstruyó. Recordó también que “llegó y me mostró un croquis de cómo había pasado todo, que ella tenía testigos de que había sido así”, continuó. En el croquis, según precisó, estaba dibujado el frente de su casa, la Trafic, era un esquema de la entrega de la camioneta a los ex policías. Precisó que el dibujo “estaba en la agenda de la jueza”, que “quería convencerme de que declare en contra de los bonaerenses y que si no lo hacía me iban a dar perpetua”, y “se completó, se remarcó” en la cárcel, con él. “Luego entregó el croquis a Galeano como si lo hubiera hecho yo”, completó y habló de “presiones”. “Beraja y la jueza me dejaban sin respiro. Beraja era el hombre más fuerte de la comunidad judía, y ella era la presidenta de la Cámara”, añadió. Medio año después, se concretaría la declaración falsa, eje del encubrimiento en juicio actual.
De las reuniones entre Galeano y Telleldín sobrevivieron dos videos. El registro del encuentro previo a la firma de la indagatoria en la que queda asentada la “conexión local”, revela los “ajustes” de la “negociación”. “El y yo negociamos cómo se llevaría a cabo el pago. La negociación la dirigió el doctor Galeano como si fuera un negocio inmobiliario”, describió Telleldín. A cambio de su declaración, que definió como “un mix” entre verdades y mentiras, solicitó dinero “para seguridad” de su familia” y la libertad. “Hay un mix que cerró con que la camioneta se la llevó la Bonaerense. Lo de los aprietes es cierto, y que se la entregué el 10 (de julio) es totalmente armado”, declaró.
Telleldín aseguró desconocer el origen del dinero. Dijo que en un momento supuso que de la Mossad, “porque los nombres que parecían vinculados con el pago eran todos judíos”, y que luego sospechó que del Banco Mayo –Baraja era uno de sus dueños–. “Después, mucho después, se dijo que venía de la SIDE”, deslizó. Telleldín necesita desligarse del origen de la plata para deslindarse de la acusación que recae sobre él, pero no niega el trato. “No me arrepiento un solo día de cómo se dio el pago. Si no hubiera sido por el pago, los policías y yo tendríamos una condena a perpetua por algo que no hicimos”, remarcó.
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