EL PAíS › OPINION
Represión interna
Por Patricio Echegaray *
Mientras el Gobierno continúa sólo con su retórica antineoliberal, la derecha se articula y ocupa mayores espacios políticos en una dinámica más que preocupante.
El Gobierno intenta salir de la evidente pérdida de iniciativa política en la que está sumergido con el anuncio del plan integral de seguridad, inspirado en los valores culturales del neoliberalismo: a más delito más represión, menos derechos humanos y más atributos a los militares. Desde esa lógica se proponen remodelar el sistema represivo.
Lo que no pudieron imponer durante el menemismo se va a lograr, paradójicamente, con un gobierno que pretendía mostrarse como distinto, aunque el acuerdo con el FMI y este plan lo desmienten de un modo contundente. Lo más grave es la relegitimación de las Fuerzas Armadas para actuar en los temas de seguridad nacional, completando el largo proceso de refuncionalización comenzado por Alfonsín y Menem. La habilitación de cárceles militares para presos civiles es una aberración para cualquier democracia, así sea burguesa y formal. Más aún si se considera la ley que reglamenta los operativos militares conjuntos con el Pentágono. De esta manera, el Ejército dirigirá todo el aparato represivo interno y participará (función militar) como fuerza de apoyo de los planes imperialistas para cualquier “oscuro lugar”: Irak, Afganistán, Colombia.
Las medidas que se proponen, desvinculadas de un plan integral social basado en la redistribución de la riqueza y el no pago de la deuda, tendrán un dudoso efecto en el incremento de la seguridad. Sí serán eficaces para poner en sintonía el aparato represivo del Estado con la necesidad de controlar un país de dos plantas, resultante del saqueo impuesto por los gobiernos neoliberales a favor de los sectores más concentrados del capital.
El objetivo de las fuerzas populares debería ser frenar la ofensiva de la derecha, que empuja al gobierno de Kirchner a asumir sus banderas fundamentalistas. La situación nos exige actuar unidos contra los avances del militarismo. Es hora de dejar de lado los prejuicios y sectarismos que una vez más, como ocurrió después de diciembre de 2001, facilitan la labor de la derecha y frustran las esperanzas de millones que estarían dispuestos a actuar para conquistar la verdadera seguridad, esa que surge de la soberanía nacional, el fin de la impunidad, la distribución de la riqueza. En fin, el respeto a todos los derechos de todos y todas en cada terreno y circunstancia, si hubiera una convocatoria popular unitaria.
* Secretario general del Partido Comunista en IU.