Domingo, 12 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › LA RELACION DEL GOBIERNO NACIONAL CON EL NUEVO GOBIERNO PORTEÑO
Las miradas desde ambos lados de la Plaza de Mayo difieren. La tensión entre Alberto Fernández y Jorge Telerman dificulta el nexo. Cautela en el primer piso de la Casa Rosada y expectativa en el Palacio Municipal. El malhumor de Kirchner con Argüello y Rebot por la destitución de Ibarra.
Por Sergio Moreno
Reconstruir la relación entre la Casa Rosada y el Palacio Municipal porteño, tras la destitución de Aníbal Ibarra, requerirá esfuerzos mutuos. El presidente Néstor Kirchner acaba de ratificar que la ingeniería política oficialista del distrito seguirá en manos de su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, mensaje dirigido a varios receptores: al nuevo jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, y a algunos pingüinos de paladar negro –críticos de la faena que Fernández viene haciendo en la Capital– como el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. Al día de hoy, y tras dos conversaciones telefónicas entre Fernández y Telerman, la relación es ripiosa. Fernández estará mañana en la asunción del jefe de Gobierno en representación de Kirchner y en las próximas 48 horas mantendrán una conversación cara a cara. Intramuros de la Casa Rosada, no obstante, persiste cierta tensión tras la destitución de Ibarra. Un integrante crucial del Gabinete reveló el malestar existente y, a la vez, calificó la mirada que se derrama de Balcarce 50 al otro lado de Plaza de Mayo como de “mucha cautela”.
La caída de Ibarra –sorpresiva para el Gobierno, donde el ábaco de los votos de la Sala Juzgadora favorecía al ex fiscal, ya que contabilizaban a favor los sufragios del kirchnerista Helio Rebot y la abstención del zamorista Gerardo Romagnoli– ensombreció los ceños de varios altos funcionarios nacionales, empezando por Kirchner. Algunos integrantes del Gabinete, venidos del sur, volvieron a cargar sus tintas respecto del responsable político del distrito en el gobierno nacional, verbigracia, Alberto Fernández. Zannini, De Vido y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, nunca terminaron de aceptar la intensidad con que Kir-chner se jugó políticamente en la Ciudad Autónoma y su alianza con Ibarra. Por ello cargaron la romana contra Fernández, que siempre mantuvo el apoyo al ex jefe de Gobierno, para lo cual contó con el respaldo presidencial. Esta semana, las críticas en sordina contra el Jefe de Gabinete arreciaron, a pesar de lo cual no llegaron al canibalismo propio de otras administraciones pasadas.
Cada vez que alguno de sus hombres de confianza aparece debilitado o es criticado en los medios, Kirchner le ratifica la confianza, tal como ha hecho esta semana con su jefe de Gabinete. Los críticos de Fernández en el Gabinete entienden y se cuadran ante esa decisión del Presidente. “Alberto estaba cuando en esta ciudad no teníamos a nadie. Uno puede no estar de acuerdo con él en algunas cosas, pero es leal y es Kirchner puro. Nada se hará en su contra porque es actuar contra el Presidente”, dijo a Página/12 un miembro del gobierno, migrado del sur. “No vamos a abrir otra ventanilla en la Rosada para atenderlo a Telerman”, abundó el mismo, que mantiene una buena relación con el nuevo jefe de Gobierno porteño.
Quien, sin embargo, evitó los eufemismos para criticar a Fernández fue Carlos Kunkel, diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, de añeja amistad con Kirchner e integrante de la línea interna que encabeza Zannini, Compromiso K. Kunkel acredita una prolongada amistad con Telerman y fue quien ayudó a abrir la puerta de algunos despachos en Balcarce 50 y en Hipólito Yrigoyen al 100, cuando las cerraduras estaban selladas. En un breve diálogo que mantuvo con Página/12, Kunkel disparó: “Algunos compañeros enredan su relación política personal con lo institucional. El Presidente tiene una relación institucional con todos los municipios, por lo tanto, la tendrá con la ciudad más importante del país, para hacer obras y transmitir en política la buena acción del gobierno nacional. En la Ciudad de Buenos Aires tenemos una construcción política y táctica inexistente. No acertamos con la ejecución política para la gestión de las políticas locales ni en la administración de la estructura del partido (justicialista). No hay debate ni movimiento, ni actos ni construcción. Eso está bien para ser gerente, pero no para ser dirigente. Nosotros debemos respaldar a Telerman y a su gestión”.
Sin embargo, dentro de Compromiso K, hay quienes disienten radicalmente con Kunkel. “El Presidente le ratificó la confianza a Alberto (Fernández) y nosotros trabajamos con el Presidente. Ello no significa que no hagamos política en la ciudad, pero no por encima de nadie. Queremos sumar, no destruir ni armar internas. La caída de Ibarra fue una derrota para el Presidente y para nosotros. Estamos de velorio, no hay nada que festejar. Acá festejan sólo (Elisa) Carrió y (Mauricio) Macri”, sostuvo ante este reportero un patagónico integrante del staff oficial.
Los vehementes conceptos de Kunkel no son repetidos en voz alta en los pasillos de Gobierno, menos aún frente al Presidente. Jorge Argüello, titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, no tiene la misma suerte: ha sido el blanco de los dardos de vitriolo que han derramado los más encumbrados consejeros del Presidente. Argüello es el jefe político de Rebot, el kirchnerista que con su voto posibilitó la destitución de Ibarra. “Estos costos políticos se deben pagar; el voto de Rebot fue muy grave”, amenazó ante este cronista un pingüino migrado con Kirchner, que había apostado a mantener al ex fiscal en su cargo. En sintonía con esto, un ponderado miembro del equipo presidencial fue más lapidario: “Jorge (Argüello) no es un diputado más, era un brazo del Ejecutivo. Hay mucho malhumor con él, especialmente del Presidente”, sostuvo el confidente.
Hot line
El martes por la tarde, Telerman tomó el teléfono. El primer llamado fue para Ibarra, a quien le transmitió su solidaridad y la idea de mantener al ibarrismo dentro del gobierno local y del esquema de construcción política necesario para gestionar la ciudad. La segunda comunicación fue con la secretaría privada de Kirchner, donde dejó el mensaje de que se encontraba a disposición del Presidente para mantener una reunión cuando éste lo considere conveniente. La tercera fue al Jefe de Gabinete de ministros de la Nación. Esta última charla no careció de rugosidades. Telerman expuso su anhelo de que entre ambos se dejen de lado las cuestiones personales, en un momento tormentoso para el distrito. El nuevo Jefe de Gobierno porteño recalcó que le hablaba en calidad de tal y se estaba dirigiendo al jefe de Gabinete de la Nación. Fernández coincidió con Telerman en la necesidad de mantener la relación por carriles institucionales, dejando en claro que estaba hablando con el hombre designado por el Presidente como pretor del Gobierno nacional en el distrito. La charla no fue la de dos viejos amigos, precisamente. Fue como la de dos viejos amigos que se birlaron la novia uno a otro. Desde el gobierno nacional la calificaron como “lacónica”. A pesar de eso, al final quedaron en retomar la conversación. Uno de los contertulios justificó la cualidad de la charla –que duró 10 minutos– con los momentos de tensión que estaban atravesando: “Acababan de derrocar a Aníbal”, dijeron.
En el gobierno porteño sostienen que, “a pesar de todo, los melones se van acomodando en el carro”. Telerman mantuvo encuentros más o menos azarosos con varios legisladores locales kirchneristas que responden al Jefe de Gabinete, quienes le expusieron su apoyo para llevar adelante la gestión. Víctor Santa María, autoridad del PJ porteño por designación de Alberto Fernández, emitió un comunicado de apoyo oficial al nuevo gobernador. Sin embargo, en el primer piso de la Casa Rosada prefirieron mantener la distancia. “Alberto no se lleva nada bien con Telerman y le cuesta; no tiene la mejor predisposición”, confió un integrante del Gabinete a este reportero. Ayer, Fernández hizo declaraciones a varias radios sobre el futuro de la relación con Telerman. “Nosotros (el gobierno nacional) hemos apoyado la gobernabilidad y la seguiremos apoyando”, dijo. A su vera, calificaron la bucólica respuesta del Jefe de Gabinete como “de casete”.
El jueves, Fernández y Telerman volvieron a conversar. La conversación fue mejor. Fernández le dijo que había recibido la invitación a su asunción y que irá en representación de Kirchner por delegación del Presidente. Según confiaron desde el Palacio Municipal, ambos se reunirían en las próximas 48 horas quedando para más adelante la cumbre con el patagónico. “La reunión con Kirchner será cuando tenga que ser; eso lo dispone el Presidente. De todos modos, está bien encaminada”, dicen a la grupa del jefe de Gobierno entrante.
En el poniente de la Plaza de Mayo, contaron que Telerman mantuvo comunicaciones también, entre el jueves y el viernes, con Zannini y De Vido, por separado. Con el primero conversó sobre el Mercado de Liniers y sobre la situación política en el distrito, post destitución de Ibarra. Ambos coincidieron en que habrá un trabajo conjunto con Nación, institucional y político y en que de todo lo que se haga, nada será contra Alberto Fernández. La plática con De Vido, según las mismas fuentes, tuvo un tenor similar, pero un hincapié mayor en la obra pública local en sitios como el Riachuelo, la villa 31, el corredor ribereño, etcétera. “Debemos edificar una construcción política para ejecutar esas obras”, dijeron a este diario en la administración porteña.
“La relación entre Telerman y Zannini y De Vido tiene mucho de fantasía”, dudan en los pisos altos de Balcarce 50, donde no reina el mejor de los humores. “Acaso deberá buscar una manera de gobernar sin nosotros, quizá con el macrismo”, especuló, apocalíptico y chicanero, un integrante destacado del Gabinete, para quien el ascenso de Telerman no es una buena noticia. Al otro lado de la Plaza sostienen que, no obstante la predisposición a acordar, “el futuro gabinete (porteño) no será un cogobierno con Alberto Fernández ni con el PJ Capital, sino que expresará un armado amplio, diverso y transversal. El lunes (por mañana) no empieza un gobierno peronista, va a ser un gobierno encabezado por un peronista, pero que represente el espacio multicolor propio de lo que es la ciudad de Buenos Aires. Ahora bien, nada se hará sobre cadáveres humeantes”, metaforizan en la gobernación porteña.
El contraste es significativo. Cerca de Alberto Fernández recordaron a Página/12 que, “con Telerman no tenemos compromisos contraídos. Veremos cómo evoluciona, por ahora, somos cautelosos”.
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