Viernes, 6 de octubre de 2006 | Hoy
EL PAíS › NUTRIDO RECLAMO DE LOS DINOSAURIOS EN LA PLAZA SAN MARTIN
Los organizadores criticaron la política de “odio y venganza” del Gobierno y pidieron que se convoque a una consulta popular para que la sociedad opine a favor o en contra de una “amnistía general”. Se leyó un texto del cardenal Jorge Bergoglio.
Por Martín Piqué
Habían sonado salmos religiosos y canciones folclóricas que hablaban de la justicia. En el aire todavía resonaba el estribillo “No tenemos miedo”. Aquella plegaria estilo gospel, que los negros norteamericanos cantaban en las marchas convocadas por Martin Luther King, había sonado una y otra vez desde los parlantes. Sólo que alrededor de los equipos de audio no había una minoría discriminada reclamando por sus derechos civiles, sino unas dos mil quinientas personas –casi todos de cuarenta años para arriba, muy pocos jóvenes, muchos matrimonios alrededor de setenta años y un paisaje uniforme de saco, corbata y trajecito tailleur– que se habían juntado para recordar el “día de los caídos por la subversión”. Eran las 19.15 cuando el locutor terminó de leer la lista de organizadores y adherentes –mencionó al Movimiento Nacional Carapintada y hubo aplausos– y había llegado el momento de cantar el himno. De fondo se escuchaban los gritos de “Asesinos, asesinos” que llegaban desde la esquina de Esmeralda y Santa Fe. Allí estaban los pocos manifestantes de izquierda. El reclamo central fue que el Gobierno convoque a una consulta popular para que la sociedad opine a favor o en contra de una “amnistía general”.
La demora en el inicio del acto, convocado para las 18.30, había aumentado el clima de suspenso y nerviosismo que reinaba en los alrededores del monumento a San Martín. Mientras los participantes del acto convocado por las entidades ligadas a militares retirados se reunían en torno de la estatua y caminaban en grupos por la avenida Santa Fe, dos pequeñas columnas de fuerzas de izquierda se preparaban para marchar hacia el escenario de la concentración principal. Nadie podía descartar un choque entre los grupos pro-militares y los de izquierda. El operativo de seguridad lo impidió en varias ocasiones y el momento más tenso se produjo casi a las siete de la tarde, cuando unas cincuenta personas que llevaban banderas de Convergencia Socialista caminaron por Santa Fe hasta que se toparon con un doble cordón de policías de pechera naranja.
Al pie del monumento se había montado el palco, una pantalla gigante y pasacalles con los nombres de Paula Lambruschini, Valle Larandabure y Jorge Ibarzábal, víctimas de las organizaciones guerrilleras.
Cecilia Pando, esposa del mayor Pedro Mercado y figura más conocida de los convocantes, llegó a último momento. Apenas puso un pie en la plaza se le acercó una mujer de unos sesenta años, la abrazó y se largó a llorar, conmovida. Pando era saludada como si fuera el estandarte un movimiento en gestación. “Pronto venceremos/ pronto lucharemos /quiero que mi país sea feliz”, se escuchaba a todo volumen desde los parlantes. A medida que iban llegando, algunos participantes se acercaban al escenario y buscaban entre una pila de pancartas de madera con las caras de las víctimas civiles y militares de la guerrilla. Delante de Página/12 desfiló un hombre de cincuenta años, que llegó solo, tomó un cartel del costado del palco y se retiró hacia la calle. Su pancarta mostraba la cara del comisario Alberto Villar, acusado de torturas y muerto por Montoneros.
El micrófono estaba ubicado sobre el pedestal que sostiene a la figura ecuestre de San Martín. Un hombre de unos treinta y cinco años, de civil y muy formal, comenzó a nombrar a convocantes y adherentes. En el listado incluyó a la “Unión de Promociones del Ejército, Policía Federal, Gendarmería Nacional, Policía de la provincia de Buenos Aires, Servicio Penitenciario Federal, Servicio Penitenciario Bonaerense”, aunque no precisó si las autoridades actuales de esas fuerzas de seguridad adherían al acto. El locutor hizo una introducción bastante elocuente. “La subversión marxista aparece hoy hipócritamente trasvestida como defensores de los derechos humanos, que siempre pisotearon. Hoy el campo de batalla es la opinión pública. Desde los medios de comunicación atacan con la misma saña con que antes usaban la metralla y las bombas”, arengó.
El acto siguió con un momento imprevisto que generó cierta sorpresa y confusión. Antes de dar la palabra a los oradores –Ana Lucioni y José María Sancheri, hijos de muertos por la guerrilla– el locutor se tomó unos minutos para leer un texto firmado por el arzobispo Jorge Bergoglio. Por un instante pareció que el cardenal primado de la Argentina había enviado una carta personal a los organizadores. El texto, en rigor, fue parte de la 143 Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina que monseñor Fernando Risotto envió a los organizadores para excusar a Bergoglio por su ausencia. “Los argentinos debemos arrepentirnos de nuestros errores y mantener un espíritu de reconciliación, alejándonos de la impunidad como de rencores y resentimientos”, leyó el locutor desde el micrófono. Hubo muchos aplausos.
Los dos oradores habían escrito sus discursos para evitar desbordes (al terminar el acto les ofrecieron una copia a los periodistas). Todo el tiempo destacaron los conceptos “concordia, reconciliación y paz social” y hablaron en un tono lento, pausado. Los momentos más festejados, sin embargo, se produjeron cuando se dejaron llevar por sus pasiones, cuando no disimularon sus antipatías. “Hay algunos que quieren construirse un pasado heroico cuando sólo fueron timoratos, vergonzosos y cobardes”, cargó Lucioni. La multitud entendió que hablaba del Presidente y festejó con la ovación más larga de la noche.
Tras un video con la música de la película Gladiador que exaltaba a los caídos en el ataque al regimiento de Formosa, llegó el cierre de la jornada. Con un discurso muy elaborado y lleno de citas –nombró al hijo del fundador de Prensa Latina Jorge Ricardo Massetti y a Juan Domingo Perón–, Sancheri cuestionó al Gobierno por no respetar la supremacía jurídica de los tratados internacionales. La mención pareció un cuestionamiento al avance de los juicios tras la derogación de las leyes de impunidad. Finalmente Sacheri responsabilizó al Gobierno por la “aparición con vida” del testigo Jorge Julio López y lo desafió a que convoque a una consulta popular para que la sociedad opine a favor o en contra de una “amnistía general”.
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