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Misceláneas
La avispa que picó al gobernador Miranda. Aldo rebelde, pero contento.
Rodríguez Saá busca candidato para jefe de gobierno porteño. Los supuestos diálogos mimosos de Camaño-Barrionuevo. La neuquina Miralles, atentida como en casa.De la Sota ahorra en gastos.
Por Diego Schurman
Otra avispa
José Luis Manzano se operó los glúteos. Juan Manuel Casella mejoró su dentadura. Graciela Fernández Meijide y Raúl Alfonsín, sus rostros. Y a Carlos Menem... a Carlos Menem lo picó una avispa. En fin, la lista es larga y conocida, pero no termina allí. En la última semana se sumó a los liftings otra figura de la política: Julio Miranda. El gobernador de Tucumán viajó a Buenos Aires para quitarse las bolsas de los ojos. El ataque de belleza tendría como objetivo mejorar sus chances para conseguir su reelección. Sí, sí, es verdad, en la provincia no está permitida la renovación de ningún cargo, pero todo marcha camino a las elecciones para que una Convención Constituyente lo permite a partir del próximo año.
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Busco cand. p/Cap.
Adolfo Rodríguez Saá sigue trabajando a contra reloj para construir poder en todo el país. Al sindicalista Hugo Moyano lo buscó denodadamente. El camionero y jefe de la CGT rebelde es estratégico en la provincia de Buenos Aires, ya que le garantiza los suficientes fiscales como para que ni Eduardo Duhalde ni Carlos Menem le den “vuelta las urnas”. Pero sus dudas en las últimas horas estaban depositadas en la Capital, donde tendrá que enfrentar a dos pesos pesado: el actual jefe de gobierno, el frepasista Aníbal Ibarra, y el empresario Mauricio Macri. Por ahora, los primeros sondeos recayeron en la titular del Frente para el Cambio y titular del gremio de aeronavegantes Alicia Castro. Al puntano le causó buena impresión el trabajo de la diputada y sobre todo el sismo que produjo en el Congreso cuando desplegó una bandera norteamericana en rechazo a la derogación de la ley de Subversión Económica. La oferta no fue contestada.
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Rico y rebelde
Ahí estaba, serio y retraído. Ingresaba a un programa de cable, en el Estudio Mayor, en Ravignani y Cabrera. Por desgracia, habrá pensado, en ese mismo momento salían por la misma puerta los chicos de “Rebelde Way”, el ciclo de la eléctrica Cris Morena. Intentó pasar inadvertido, pero no pudo. Enseguida se vio rodeado y... adulado por los adolescentes. Le dieron la mano, le pidieron autógrafos y uno hasta lo engolosinó:
–Mi papá lo admira.
Recién entonces el semblante de Aldo Rico mostró templanza y hasta insinuó alguna sonrisa.
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Llamando a la real academia
Radio América llama a Graciela Camaño. El productor de uno de los ciclos de la radio quería convocarla para hablar de la actualidad laboral y la estampida de los índices de desocupación. Atiende alguien que dice ser su marido, Luis Barrionuevo, y pide un segundo. No quiere que lo escuchen. Pero se lo escucha:
–Señooooooooooooora. La llaman de Radio Amééééééérica.
–Pero, ¿vos sos boludo? Con el quilombo que tengo –contesta la supuesta ministra, en ese momento haciendo supuestas tareas de hogar.
–Dejá de hacerte la estrella y decidí si atendés o no a los medios -apura el supuesto hombre de casa.
–Pero, ¿vos sos pelotudo, querés que hable y termine hundiendo todo (sic)? Decí que no estoy y que me llamen después.
El productor intentó encontrarla después. Obviamente, no lo logró.
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Hogar dulce hogar
Casi nadie se sorprendió. Es más, ahí estaban saludándola como si nada hubiera sucedido, como si todo fuera igual, bah... como una integrante más de la familia. Hubo besos de Irma Roy, de Alejandra Oviedo, y muchos más.Aunque finalmente, en ese día de sesión la agasajada decidió sentarse en la mesa de la ultramenemista Leila Chaya (foto). Conocía al dedillo el quinto piso del Congreso, donde se encuentra el comedor. Por eso la ex legisladora neuquina, la justicialista Norma Miralles, recientemente condenada a 4 años de prisión por el manejo irregular de 208 mil pesos de fondos públicos –a través de la entrega de ATN durante el gobierno de Carlos Menem–, se sintió como en casa.
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Bolsillo cosido
Ocurrió a mediados de los ‘90. Entonces era embajador argentino en Brasil. Y organizó, con éxito, la primera exposición de productos nacionales en San Pablo. Fue cuando un periodista argentino le pidió un reportaje. Y el entonces diplomático lo citó en Ca D’Oro, uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Se encontraron, charlaron y al finalizar, el entrevistado pidió la cuenta. El mozo la acercó. El embajador abrió enormemente los ojos y se la entregó al periodista, que también la miró, sonrió y se la devolvió, no sin antes recordar:
–Está todo bien. Pero usted me invitó a mí.
Recién entonces, José Manuel de la Sota sacó la tarjeta de crédito susurrando un tibio: “Tiene razón”.