Domingo, 28 de enero de 2007 | Hoy
TORCUATO DI TELLA
“Los cortes de ruta son ilegales, pero es natural que el gobierno no intente reprimir, porque cultiva una tribuna de izquierda.” El ex secretario de Cultura de Néstor Kirchner Torcuato Di Tella no suele callarse nada. Y esta vez no es la excepción. Propone relocalizar Botnia y que las instalaciones se conviertan en una sede del Mercosur. Y advierte que Gualeguaychú no es el único caso de contaminación. “Hay en la Argentina muchas fábricas que contaminan. Estuve en Jujuy, en Palpalá en Altos Hornos, donde hay una fábrica de papel que cada tanto produce una nube de niebla y un poco de olor. Los vecinos se quejan, pero no pasa nada”, provoca.
–¿Qué opina de la resolución de La Haya sobre los cortes de ruta?
–Primero, el método que están siguiendo estas personas que cortan todos los puentes me parece malo. El Gobierno está intentando que se cansen, se dividan y sobre todo cansen a la opinión pública. Está esperando que se pasen de revoluciones, como ocurrió con el bloqueo a Buquebús. En un país desarrollado, con instituciones sólidas, no se pueden bloquear carreteras impunemente. Eso es ilegal y el Gobierno tiene que prohibirlo. Como aquí las acciones represivas fueron muy terribles, es natural que el Gobierno no intente reprimir. Eso me parece bien. Ahora cultiva una tribuna de izquierda, que no le gusta que se reprima (salvo cuando son ellos los que reprimen).
–¿Cómo podría resolverse el conflicto de las papeleras?
–Tendría que haber una tribuna internacional que controle lo que se hace en las orilla de los ríos internacionales. Por ejemplo, podría ser controlado por Brasil, Bolivia y Paraguay. Eso debería ser un acuerdo por lo que toda actividad económica tendría que ser controlada por esa entidad. Lo ideal sería que la empresa Botnia se instale en otro pueblo de Uruguay, en una zona pobre que necesite ese estímulo y que no les importe perder un poco de ecología. Y que los edificios construidos se conviertan en oficinas centrales del Mercosur.
–¿Lo propone como un símbolo de la integración?
–Sí, eso implicaría una indemnización a la compañía pagada por el Mercosur. Y Uruguay, que le ha dado al Mercosur un ex hotel muy bueno, podría trasladar a toda esa gente a Fray Bentos y vender ese hotel a un privado para sacar plata. Ese es el sueño del pibe.
–¿Qué cambia el fallo de La Haya?
–No cambia el panorama. Más bien queda todo igual. Al no condenar nada, ni condonar nada, dicen en realidad: “No tenemos nada que ver: arréglense como puedan”. Entonces, la cosa sigue igual. A la larga, hay una posibilidad –aunque no muy grande– de que ocurra lo que le dije.
PEREZ ESQUIVEL
“Hace rato que hacemos invitaciones a los dos lados del río y los dos presidentes ni siquiera nos contestan”, dice el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. “En varias oportunidades, mandamos cartas de personalidades de la cultura como Eduardo Galeano o instituciones como la Iglesia Evangelista, pero no hay voluntad de las partes para dialogar. Como prueba, no hace falta más que ver lo que pasó cuando se levantaron los cortes: Uruguay podría haberse acercado a dialogar pero prefirió no hacerlo. A los dos presidentes les mandamos informes científicos sobre la contaminación y la problemática social que está generando este tema para que los lean y se sienten a discutir. Nada. Hay muchos fuegos de artificio en todo esto pero ninguna solución de fondo. Aparecen todas estas ideas ridículas de llamar a Mijail Gorbachov, a Hugo Chávez o al facilitador español para que hagan de intermediarios. El asunto es preocupante. Yo estuve en España visitando una papelera de Ence y los índices de contaminación son altísimos.”
–¿Cómo ve el panorama tras este último fallo de La Haya?
–Es evidente que las papeleras van a seguir avanzando porque actualmente las multinacionales actúan más allá de los poderes del Estado. Hay que presuponer que Botnia no se va a relocalizar. Sólo se puede comenzar a discutir cuestiones de infraestructura para minimizar el impacto. Es necesario hacer monitoreos porque este tema no sólo va a afectar a Gualeguaychú, también el lado uruguayo va a sufrir la contaminación. Por otro lado, en Uruguay ven el problema como una cuestión de soberanía, cuando en verdad están defendiendo los intereses de una multinacional. Además, el Tribunal de Justicia de La Haya puede tardar dos años en dar un veredicto, en sólo un año Botnia ya va a estar funcionando.
–¿Cuáles son los pasos a seguir para acercar ambas posiciones?
–Creo que hay que seguir apostando al diálogo pero también tenemos que evaluar la situación con más informes técnicos. Es necesario saber qué caudal de agua va a utilizar la planta, cómo se van a insertar los desechos en el río y qué posibilidades hay de entubarlos para aminorar el impacto. Cuando estuve en Galicia pude ver cómo se manejan estas fábricas: trabajan todo el día con hornos rotativos, así que las chimeneas nunca dejan de funcionar. Cuando Botnia empiece a operar, los cortes de ruta y las movilizaciones van a empezar a mermar, y la estrategia va a pasar por otro lado. No hay que olvidarse que en Argentina hay once pasteras que contaminan y mucho. El problema es que nunca se las reguló. Eso es lo primero que tiene que cambiar: el papel del Estado como ente de control y regulación, ante el avance de este tipo de emprendimientos.
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