Viernes, 31 de agosto de 2007 | Hoy
De esta forma, el cura Christian Von Wernich le sugirió a uno de los guardias que siguiera torturando a dos detenidos. Uno de ellos declaró ayer en el juicio contra el ex capellán.
“Bueno, podríamos volver a pasarlos por la máquina para que no se olviden de esto”, le sugirió Christian Von Wernich a uno de los guardias que custodiaba a dos detenidos en la Brigada de Investigaciones de La Plata en 1977. Eran Zacarías Moutoukias y Jorge Gilbert, estaban lavándose para ser liberados y “la máquina” era la picana eléctrica. En otro día de audiencias en el juicio contra el ex capellán de la Policía Bonaerense, dos ex detenidos-desaparecidos ratificaron el conocimiento y la participación del sacerdote en los centros clandestinos del “circuito Camps”. Moutoukias declaró que Von Wernich “se movía con autoridad” y que “cada uno tenía sus funciones, había distintas responsabilidades, que no actuaban por su cuenta sino que era una organización”. Como consecuencia, le preguntó al tribunal si “esta causa no debería ser colectiva y no individual”.
Osvaldo Lovazzano fue secuestrado por hombres de civil que portaban armas largas el 30 de agosto de 1977. Ayer, exactamente 30 años después, volvió a contar durante una hora y media los tormentos a los que fue sometido durante su cautiverio. “Se destabicó, se destabicó, traé los ganchos”, escuchó como recibimiento en su primera celda cuando se sacó ingenuamente la venda que tenía en la cabeza. “Ponete contra la pared o te mato”, le ordenó un guardia que no tardó en entrar para atarle las manos mientras lo golpeaban entre varios. Al día siguiente, un interrogatorio que alternaba preguntas y “trompadas” terminó en la primera sesión de tortura:
–Ya se hace demasiado el vivo, pasalo a la parrilla –concluyó un supuesto capitán.
–¿Qué te pasa que estás temblando? –le preguntaron después de ordenarle que se desnudara y atarlo sobre un camastro, para una supuesta revisación.
–No, por el frío –respondió Lovazzano.
–¿Por el frío nada más?
–No, por el frío y el miedo –confesó.
–Bueno, no te preocupes que ahora cuando te conectemos a “Segba”, se te va a ir el frío.
Segba era la empresa de Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires. La picana que le aplicaron lo hizo gritar tanto que le pusieron un almohadón en la boca. “En un momento se me traba la lengua y escucho que dicen ‘pará, pará, pará’. Me ponen un líquido azucarado en la boca y me siguieron dando máquina en los genitales, en la boca, en la nariz y en los oídos”, relató. Los tormentos eran tan fuertes que les suplicaba que “por favor, paren” y hasta les había ofrecido decir lo que ellos quisieran. “Uno me preguntó si había matado a Gardel y yo respondí ¿qué tengo que decir? Cuando les dije que sí había matado a Gardel, otro saltó y dijo seguile dando máquina que está mintiendo.”
Lovazzano supo de la visita de Von Wernich a la Brigada en tres oportunidades. La primera en el calabozo cuando les preguntó cómo se sentían y le explicó a otro de los detenidos, Alberto Canciani, que los dolores que sentía eran “dolores musculares”. Es porque “los músculos se contraen con el paso de la corriente, quédese quieto y se le va a pasar”, le había dicho el ex capellán tras preguntarle si había sido picaneado. En la segunda oportunidad, Von Wernich le había llevado al testigo un frasco de gotitas para los oídos, para calmar el dolor por los golpes sufridos. Durante la audiencia también relató un método de tortura conocido como “la vietnamita” que le aplicaron cuando estuvo en una sede policial. “Era conectarme un cable a un dedo del pie y otro al de una mano, para pasarme corriente con distintas intensidades que me hacían saltar del piso”, explicó. Cuando fue liberado en enero de 1978 uno de los hombres que lo acompañaban en el Ford Falcon lo despidió: “Esta vez zafaste, la próxima te vas para el cielo”.
En medio del testimonio de Lovazzano el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, ordenó a la policía la detención de un ciudadano chileno que estaba entre el público y había insultado a Juan Guzmán Tapia, el ex juez chileno de la causa contra el dictador Augusto Pinochet por genocidio (ver recuadro).
El segundo en prestar declaración fue Zacarías Moutoukias, secuestrado también el 30 de agosto 1977. En su relato contó cómo las torturas se transformaban en “parte de un trámite”. Los represores eran conscientes de que no tenía información y en algunas oportunidades ya no lo interrogaban. “La violencia y la humillación no tenían límites, te reducían a nada y las preguntas que te hacían en los interrogatorios no tenían respuestas porque sabían que yo no militaba, ni era montonero, me lo dijeron ellos”, detalló. Moutoukias ratificó que Von Wernich “era alguien con autoridad”, por la forma en que se movía dentro de los centros clandestinos. Aseguró, además, que los comentarios que hacía eran señales de “cierta intimidad con las sesiones de torturas porque hasta usó la jerga”, en relación con la aplicación de “máquina” como le decían a la picana eléctrica. “Estaba atado sobre un colchón de espuma plástica, los miembros atados a estacas que estaban en los cuatro vértices del colchón y me aplicaban picana eléctrica en distintas partes del cuerpo, en el pecho, en la boca, en los genitales, las piernas. En algún momento se rompe una de las ataduras y me vuelven a atar, me siguieron aplicando más”, relató.
Informe: Sebastián Abrevaya.
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