Los subtes tuvieron otro día de demoras. Desde la mañana, en cuatro de las cinco líneas hubo retrasos que convirtieron al principal medio de transporte porteño en un paisaje de andenes llenos y pasajeros que viajaban semiasfixiados. El conflicto comenzó cuando los delegados de los trabajadores denunciaron que la compañía utiliza formaciones de trenes sin las correspondientes medidas de seguridad. Desde hace dos días revisan las máquinas antes de su salida y, como hay pocas, la empresa no logra mantener los servicios con la frecuencia habitual. La concesionaria acusa a los delegados gremiales de sabotaje y lo atribuye a una “interna entre gremios”. Aunque anoche la situación se había normalizado, es posible que hoy vuelvan a producirse atrasos.

Las demoras se sintieron especialmente en las horas pico. Las líneas B, C, D y E las sufrieron por la mañana, mientras que en distintos momentos de la tarde la situación se repitió en los cinco ramales.

El de los subtes es un servicio concesionado. Las vías y estaciones pertenecen a la ciudad de Buenos Aires, mientras que los trenes son comprados por el Estado nacional. Metrovías administra los servicios, que están subsidiados con 240 millones de pesos al año, y es quien selecciona y gestiona al personal. Aunque el manejo de los trenes haya pasado a manos privadas, con un millón de personas que usan el servicio por día cualquier problema se convierte en un tema que afecta al gobierno nacional. A este panorama ya en sí mismo complejo se suma que los trabajadores eligieron un cuerpo de delegados que está enfrentado con la dirigencia del sindicato, la Unión de Tranviarios Automotor, y que toma sus decisiones en asamblea. El cuerpo de delegados ha conseguido que los sueldos sean los más altos del sector, pero está siempre en tensión con la UTA.

La vocera de la compañía, Lucila Maldonado, confirmó que la empresa llevó al Ministerio de Trabajo tres denuncias por sabotaje contra el personal. “Sacan los trenes de línea diciendo que hay averías en las formaciones. El mecánico revisa el tren y encuentra que está en condiciones, pero todo este movimiento de revisión obliga a demorar el servicio por una hora”, señaló. Para Maldonado la denuncia sobre el mal estado de los trenes “no tiene sustento, sino que es la vieja jugada política de siempre por parte de un grupo de delegados”.

Beto Pianelli, delegado de la línea E, rechazó por su parte que se trate de un conflicto sindical. “No es un problema gremial, lo que estamos reclamando es que cumplan con el servicio”, sostuvo. Según Pianelli los trenes “están en mal estado porque desde el año 2001, por un decreto de emergencia ferroviaria, se le permite a la empresa hacer sólo mantenimiento correctivo: si se rompe algo lo arreglan, pero no hay un trabajo de fondo. La flota está colapsada y es insuficiente. Por ejemplo, la línea D necesita en la hora pico 21 formaciones, pero nunca tuvo más de 17”. Los delegados agregan que año a año el número de pasajeros va en aumento y empeoran las condiciones en que se viaja. “La gente se pone mal y se desquita con los que trabajamos.”

Néstor Segovia, delegado de la línea C, sostuvo en el mismo sentido que “los servicios no están con las formaciones necesarias que tiene que haber” y puso como ejemplo que en el recorrido Retiro-Constitución, “de 14 formaciones hoy están funcionando cuatro”. También advirtió que los empleados se declararon “en alerta”, luego de que recibieron “cuarenta telegramas de suspensión por negarse a trabajar en condiciones de inseguridad”.

En el conflicto no hay discusión de salarios ni de condiciones de trabajo. El miércoles hubo incidentes en la estación de Bulnes cuando un grupo de pasajeros rompió vidrios y carteles indicadores, irritados por las demoras y porque no les devolvieron el importe del pasaje.