Jueves, 15 de noviembre de 2007 | Hoy
El número dos del Vaticano se reunió con el Presidente y la presidenta electa. Fue un encuentro distendido en el que Bertone hizo alusión a una frase de Kirchner. Invitación al Papa.
Por Washington Uranga
Ayer en la Casa Rosada el cardenal Tarcisio Bertone, segundo en la jerarquía vaticana, le deseó a la presidente electa Cristina Fernández que pueda “sacar al país del purgatorio para elevarlo hasta el paraíso”, utilizando para ello la imagen ampliamente usada por Néstor Kirchner cuando ha señalado que recibió el país en el infierno y lo ha conducido hasta el purgatorio. Cristina Fernández le devolvió la gentileza extendiéndole, en nombre del gobierno argentino, una invitación para que el papa Benedicto XVI visite el país en el 2008. Todos los participantes de la reunión coincidieron en que existió clima cordial y distendido. No estuvieron el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal, ni tampoco ningún otro representante de la jerarquía católica argentina.
Según se informó oficialmente, se trató de una audiencia “protocolar y de carácter privado” y eso sirvió de explicación para la ausencia de los obispos argentinos. Además de la invitación para que el Papa visite Argentina el año próximo, no hubo temas relevantes en el encuentro. En rueda de prensa Bertone explicó que dialogó con el matrimonio Kirchner sobre el primer trabajo de los jóvenes, la educación y la tarea de los salesianos en la Patagonia, a la que definió como “una misión extraordinaria y heroica”. Dijo también el secretario de Estado que “el Presidente y la nueva presidenta reconocieron el trabajo social y religioso de los salesianos” y calificó de “muy buena” su visita de cinco días a la Argentina, donde llegó para presidir la beatificación de Ceferino Namuncurá, el domingo pasado en la localidad rionegrina de Chimpay.
A Bertone lo acompañó el nuncio apostólico en la Argentina, Adriano Bernardini, el único que participó de un primer tramo de la conversación privada del secretario de Estado del Vaticano con el Presidente y la presidenta electa. En una segunda instancia se sumaron al diálogo el secretario personal de Bertone, Lech Pinchota, y el secretario de la Nunciatura, Alberto Perlasca. Por parte del Gobierno también se agregaron el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el canciller, Jorge Taiana; el secretario de Culto, Guillermo Olivieri, y el embajador argentino ante la Santa Sede, Carlos Custer. Olivieri evaluó el encuentro, de poco más de media hora, de “excelente” y precisó que se desarrolló “en un clima de distensión y que todos salieron conformes”. No estuvo presente en la agenda de la conversación ninguno de los temas que en los últimos tiempos han provocado controversia entre la Iglesia y el gobierno argentino y tampoco se hizo mención alguna al hecho todavía pendiente de la designación de un obispo castrense para suplantar al renunciante Antonio Baseotto, desconocido por el gobierno de Kirchner después de un entredicho con el ministro de Salud, Ginés González García.
Respecto de la invitación al Papa, Bertone dijo que tanto Cristina Fernández como la presidenta chilena, Michelle Bachelet, “desean” que Benedicto XVI visite ambos países en el 2008, cuando se cumpla el trigésimo aniversario de la mediación vaticana a raíz del conflicto por el canal de Beagle. “No sé si será posible –dijo Bertone–, porque en el 2008 el Santo Padre ya tiene programados los viajes, sobre todo los internacionales.” Sin embargo, no descartó totalmente la posibilidad y agregó que “es buena la invitación, que habla de la voluntad de luchar por la convivencia pacífica, en la colaboración de los pueblos del sur de América latina”.
La invitación conjunta de Argentina y Chile al papa Benedicto XVI fue acordada por Cristina Fernández y Michelle Bachelet la semana anterior, en un encuentro realizado en el marco de la Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica que se efectuó en Santiago de Chile. Las cancillerías de los dos países han venido trabajando en un programa de actos para recordar la navidad de 1978, oportunidad en la que el cardenal Antonio Samoré llegó hasta la región como enviado pontificio para mediar entre los dictadores Jorge Videla y Augusto Pinochet y evitar de esa manera un enfrentamiento bélico entre los dos países. En su gestión, que duró hasta su muerte, en 1983, Samoré mantuvo aproximadamente setecientas reuniones con diplomáticos de los dos países buscando acercamientos. El Tratado de Paz y Amistad, que puso fin a la disputa, se firmó en 1984 cuando Samoré ya había fallecido.
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