Jueves, 15 de noviembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por J. M. Pasquini Durán
El nuevo gabinete de ministros, en su conjunto, es un claro mensaje de continuidad, derivado quizá no sólo de la intención de la presidenta electa y de su antecesor, sino de una lectura de la mayoría categórica de votos positivos, unas décimas por encima del 45 por ciento y más de veinte puntos de diferencia con el segundo lugar en la competencia. Si los ciudadanos votaron en respaldo de la gestión que concluía, es lógico que una de las respuestas posibles sea la prolongación de mandatos en el Poder Ejecutivo, con algunas correcciones en el organigrama y la promoción de figuras nuevas que contribuyan a la imagen de la renovación. Será igual, pero no calcado. Así, el nuevo elenco mantiene a siete de los actuales, aunque uno de ellos muda de cartera, además de dos colaboradores directos del Presidente, el secretario general, Oscar Parrilli, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini, mientras otros cinco funcionarios reciben mandato de la presidenta electa para integrarse al flamante elenco.
Alberto Fernández, en la Jefatura de Gabinete, y Julio De Vido en Planificación Federal, quienes suelen aparecer en algunas crónicas como encarnizados capitanes de tirios y troyanos, seguirán en sus posiciones, en tanto Aníbal Fernández, el tercer Fernández autorizado para hablar en nombre del Gobierno (además de Cristina y Alberto), traslada sus bártulos de Interior a Justicia, lo que incluye a las fuerzas de seguridad, en las que todavía revistan los destacamentos de la Policía Federal que reclama Macri para la Ciudad Autónoma. La retención de Carlos Tomada en Trabajo evita que se encrespen aún más las internas gremiales y mantiene un enlace ya probado para promover el pacto social de empresarios y sindicalistas, uno de los objetivos más citados por doña Cristina en su plataforma electoral. Nadie puede asombrarse que en Desarrollo Social permanezca Alicia Kirchner, hermana de Néstor y cuñada de Cristina, de probada lealtad, lo mismo que Nilda Garré en Defensa, aparte de ser la cuota de “género” en el seleccionado ministerial. El concepto de lealtad al proyecto y a sus líderes resalta en las nominaciones con luz propia.
Lo mismo sucede con los nuevos. Ninguno de los cinco puede ser señalado como miembro activo de ninguna facción peronista o de cualquier otro partido, aunque Graciela Ocaña, promovida del PAMI a la cartera de Salud, haya pasado por el Frente Grande y el ARI antes de adherir a la gestión “K”, que la puso a prueba encargándole uno de los presupuestos mayores del país y una burocracia extendida en el país que venía moteada de corrupción y de incompetencias diversas. Hay que decir que en los dos últimos años no se escucharon más quejas y denuncias, de esas que eran la comidilla diaria del PAMI. El ministro de Economía designado, Martín Lousteau, con 36 años de edad, actual presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires (Bapro), carga antecedentes académicos y de gestión en el Estado que justifican su promoción. Si hay que nombrar mentores, habría que referirse a Javier González Fraga y Felipe Solá, y ayer mismo los dirigentes industriales salieron a dar su acuerdo con el reemplazo del renunciante Miguel Peirano.
El actual gobernador bonaerense hizo posible también la carrera de funcionario del contador Florencio Randazzo, nominado ayer para el Ministerio del Interior, cuyas funciones estarán dedicadas al ejercicio federal, ya que los temas de seguridad pasaron a Justicia. Educación fue separada en dos áreas, la tradicional con Juan Carlos Tedesco, un especialista que acompañó a Daniel Filmus, y una flamante cartera de Ciencia, Innovación Productiva y Tecnología, con Lino Barañao, doctor en Ciencias Químicas, especializado en Biología Animal, experiencia que tal vez signifique un puente de diálogo con el sector agrario, siempre díscolo con el Gobierno de las retenciones a la exportación. El organigrama del nuevo gabinete tendrá que obtener sanción parlamentaria que modifique la ley de ministerios para acomodarla a la nueva distribución.
Llama la atención que el nuevo gabinete no incluya a ninguna figura de la convergencia, con excepción del vicepresidente Julio Cobos y del ya nombrado socialista Jorge Rivas, subjefe de Gabinete, que lucha en estos momentos por su vida, en coma después de un confuso episodio de violencia ocurrido en las primera horas de la madrugada del martes en Lomas de Zamora. A lo mejor esas contribuciones aparecerán en las secretarías de Estado, sobre las que todavía hay silencio de radio en la Casa Rosada. Por lo pronto, el nivel ministerial es de pura sangre “K” y su designación pública viene a calmar todas las versiones que comenzaban a ganar espacio en los medios acerca de las clásicas pujas, más o menos sordas, que se desparraman cada vez que hay un cambio de gobierno entre los que no se quieren ir, los que quieren llegar, los que piden cambio y los que deben ser ubicados en agradecimiento por los servicios prestados.
Al día siguiente de los comicios, en los círculos allegados al matrimonio Kirchner se aseguraba que, por las mismas razones, el anuncio se haría el pasado fin de semana, después de la meditación en El Calafate del fin de semana largo. De ser cierto ese anticipo, los nombramientos están llegando con unos pocos días de retraso, pero previsibles cuando hay tantas personas involucradas que deben ser atendidas de a una y en persona. En definitiva, la renuncia de Miguel Peirano a Economía, en esa cronología, aparece como efecto y no como causa de la selección realizada. Estos detalles, en realidad, importan a los historiadores institucionales, porque lo que les interesa a los votantes es la eficacia del nuevo gobierno para prolongar y ampliar la reactivación económica, hasta que el desempleo, el trabajo negro, la pobreza y la exclusión sean recuerdo en lugar de dolorosa actualidad, como hasta el presente.
Algunos comentaristas del oficialismo cuentan que el socialista chileno Ricardo Lagos en su momento aconsejó a los Kirchner que no hicieran grandes cambios en el gabinete, porque la experiencia de Bachelet no fue buena a causa de tantos relevos juntos para continuar con el gobierno de la Convergencia, en especial cuando el presidente saliente está acompañado de un alto índice de popularidad. Néstor Kirchner se va con 50 por ciento de opiniones favorables. Otros opinan que la continuidad desgasta tanto como un segundo mandato, porque el ejercicio realizado por la mayoría de ministros debe contabilizar adhesiones y enemistades en diferentes dosis. Ninguna voz oficial ha dicho que este gabinete sea un compromiso de vida. Por ahora es el primero que encabezará Cristina Fernández de Kirchner a partir del próximo 10 de diciembre.
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