“Las crisis generan cambios en la arquitectura financiera internacional. Pero hay una lógica inercial, los cambios que pueden surgir del G-20 no serán abruptos. Se necesita mucho tiempo, y los miembros sólo pueden establecer principios para llevar a cabo las reformas. La visión que prima es hacer correcciones sobre lo que está. Se piensa en un sistema financiero más regulado, más supervisado, con más capital y menos prociclicidad. La idea es expandir la regulación a todas las entidades que sean sistémicamente importantes y con posibilidad de revisión. Se plantea la necesidad de una coordinación internacional porque sino puede existir arbitraje regulatorio, los fondos se dirigen a donde las reglas son más laxas. Es muy relevante la supervisión de los grandes bancos transnacionales y quiénes lo realizan, en el marco del Foro de Estabilidad Financiera en el que ahora participan los países emergentes. Existe consenso para reformar el FMI y el Banco Mundial, pero los cambios se producen a fuego lento. Todos los países han tomado medidas de acuerdo con sus capacidades, ha habido mucho activismo en la política monetaria para restaurar el crédito y esta situación ha generado un reflujo de capitales desde los emergentes por la falta de coordinación. Los emergentes tienen poco espacio para políticas monetarias y fiscales expansivas por la fuga de capitales. La participación de Argentina en el G-20 ha sido positiva.”

* Banco Central.